Una por una, las falacias contra una Ley de eutanasia

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“Lo que se reprime siempre regresaDijo Freud y el tema de la eutanasia va y viene en el debate público porque es un tema no resuelto, que los sectores conservadores de la sociedad evaden con la técnica del avestruz. Esta semana volvió a salir a la superficie –más bien desbordó porque el silencio es imposible: a todos nos toca el tema en algún momento– con un editorial del diario La Nación planteando que la sociedad tiene actualmente “problemas más urgentes”. Carlos “Pecas” Soriano es médico experto en Bioética del Consejo Médico de la provincia de Córdoba y Magíster en Bioética de la Universidad Nacional de Córdoba, autor del libro “Morir con dignidad en Argentina: verdad o utopía.»  refuta las falacias de los argumentos antiderechos que siempre buscan sacar la pelota de la cancha para que nunca haya un debate verdadero, científico y racional.

–Cuando desde posiciones neoconservadoras se critica la promoción de una Ley de Eutanasia, se dice que esto sería parte de la tendencia del “falso progresismo” de “instalar nuevos derechos” que equivaldrían a eufemismos que priorizarían la “libertad individual” sobre la “dignidad humana”. Y se niega que la mayoría de la sociedad exija una Ley de Eutanasia.

–Varias encuestas realizadas por Zuban Córdoba & Asociados y otra Conice,? Dicen que más del 80 por ciento de la población está a favor de una ley de eutanasia, aunque el tema nunca ha sido discutido en el Congreso. La eutanasia no es un eufemismo: es una necesidad real, muy concreta, como fue el sonoro caso de la antropóloga Adriana Stagnaro que lo reivindicó de manera estruendosa ante el tortuoso avance en su organismo de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) que La tenía postrada en constante sufrimiento, ahogándose con su propia saliva. Una cosa es hablar de un paciente con ELA y otra muy distinta padecerla. Lo mismo ocurre con muchas otras enfermedades. No será urgente para los sectores que se oponen a la eutanasia, pero lo que esto demuestra es una total falta de empatía con quienes sufren cada día un calvario. ¿No era urgente para Adriana Stagnaro? ¿Para Alfonso Oliva? ¿Y para tantos otros cada día?

–Se presentaron argumentos similares contra la Ley de Divorcio y la Ley de Aborto Seguro. ¿Qué sentido tiene posponer un debate que tarde o temprano se va a producir porque no hay forma de detenerlo?

–Con ese criterio, en 2012 no deberíamos haber debatido la Ley 26742 –sobre derechos del paciente, historia clínica y consentimiento informado– que permite a los pacientes –o si estuvieran en coma, a sus familiares– solicitar el retiro de todo soporte vital, incluidos los tratamientos de hidratación y alimentación artificial, en el contexto de una enfermedad irreversible, incurable y/o en etapa terminal. En argentina siempre Seguirá habiendo debates urgentes como el hambre, la falta de inclusión, el derecho a una vivienda digna y al agua potable. Pero eso no invalida el hecho de que se debe abordar un tema demandado desde hace mucho tiempo por la sociedad.

–Otra descalificación de quienes proponen una Ley de Eutanasia es que estos médicos crearían una especie de “culto a la muerte”.

Decenas de profesionales como Marcos Breuer, Ignacio Maglio, Mario Sebastiani, Diego Fonti, Erika Klappenbach y muchos otros, trabajan toda su vida para salvar la de nuestros semejantes. En mi caso son 48 años dedicados a los demás, intentando e intentando por todos los medios -humanamente y científicamente posibles- salvar vidas. Sin embargo, hay ocasiones en las que no hay nada más con qué lidiar, pero aún queda mucho por hacer. Pero nunca hagas sufrir innecesariamente a un paciente. Ya lo decía Daniel Callahan, un gran bioético americano: uno de los propósitos de la medicina es asegurar una muerte pacífica. Por tanto, decir que adoramos a la muerte es un insulto a toda una vida puesta al servicio de los demás. Renacemos con cada paciente que podemos salvar y una parte de nuestra vida desaparece cuando ya no podemos tratar una enfermedad mortal.

–El caso de Adriana Stagnaro fue emblemático y tuvo mucho impacto.

–Yo era su médico personal a distancia. Prácticamente hablamos -en una especie de disputa amorosa- al menos tres veces por semana durante dos años. Su sufrimiento moral y físico fue tan extremo que lo comparó con un Auschwitz personal: dijo en una entrevista. La asistían diariamente entre 3 y 5 personas, apenas podía comer y se ahogaba constantemente. Adriana consultó y pagó a cinco médicos paliativos y ninguno quiso darle sedación paliativa, a pesar de que un par de ellos se lo habían prometido verbalmente. Su vida terminó por casualidad, estando de vacaciones en las Sierras de Córdoba: sufrió una broncoaspiración por comida y un médico paliativo y decidí que no tenía sentido hospitalizarla. Además de conocer el caso, leemos en detalle su directiva anticipada de no someterse a ningún tratamiento invasivo. Por ello, se decidió realizarle una sedación paliativa para evitar el sufrimiento que lo aquejaba de manera irreversible. Murió unas horas después. El deterioro de su cuerpo era tal que estaba irreconocible. La había visto poco antes en Buenos Aires, cuando fui a presentar al Congreso Nacional la necesidad de una Ley de Eutanasia, y ella también habló de manera conmovedora. Lo que ella sufrió es representativo de miles y miles de personas por año en Argentina. ¡Estos casos no son meros eufemismos! Son personas desesperadas que tienen la necesidad de poder acceder a una muerte digna y en algunos casos a la eutanasia.

–Existe un debate sobre lo que algunos llaman “eutanasia activa” que se aplicaría cuando una práctica médica acaba con la vida de un paciente. Mientras que la “pasiva” se daría cuando se evitan tratamientos que podrían prolongar la vida. ¿Es este un falso dilema?

–Aquí tenemos un grave error conceptual: en el mundo ya no hablamos de eutanasia activa o pasiva. El término eutanasia se expresa para la primera opción: una acción concreta para acabar con la vida. Y la llamada “eutanasia pasiva” no sólo evita tratamientos que podrían prolongar la vida, sino que en situaciones de enfermedad irreversible, incurable o terminal, se pueden retirar todos los tratamientos de soporte vital (Art 2 de la Ley 26742 y artículos 59 y 60 de la nuevo Código Civil Argentino Esto último significa que a pedido expreso del paciente y/o familiares -en el caso de que el paciente estuviera en coma- incluso un “amigo cercano” (sic) puede realizar la denuncia. decisión de retirar el soporte vital (acto transitivo) (Art. 59 Código Civil). Es decir, la llamada “eutanasia pasiva” ya está regulada en Argentina y no es eutanasia: es la llamada Ley de Dignos. Muerte y es de la 2012. Digo “mal llamado” porque se trata simplemente de una modificación de la Ley 26529 sancionada en 2009 (Ley Nacional de los Derechos del Paciente).

–Uno de los argumentos utilizados contra una posible ley de eutanasia dice que es preferible fortalecer el acceso a los llamados cuidados paliativos.»

–Existe mucha literatura que sugiere que no se deben contraponer los cuidados paliativos a la eutanasia, ni pensar que son la única solución posible y legal. Autores como Marcos Breuer lo han afirmado en su libro “Eutanasia y Autonomía”. No se trata de cuidados paliativos versus eutanasia. Se trata de cuidados paliativos más eutanasia, si éstos no funcionan y si se cumplen todos los requisitos -que son muchos y ciertos- y que están previstos en los diferentes proyectos de ley de eutanasia. Un claro ejemplo es que para acceder a la eutanasia, el paciente debe haber tenido acceso a los cuidados paliativos necesarios y fundamentales. De lo contrario, no se autoriza ninguna eutanasia (así lo propone el proyecto denominado “Ley Alfonso” del diputado Estévez presentado en 2021). El paciente también debe tener acceso a un equipo de salud mental que velará por que no se trate de una depresión pasajera que no pueda tratarse con psicoanálisis y/o medicamentos.

–Entre las herramientas retóricas contra una ley de eutanasia están las propuestas de falsas dicotomías para descalificar.

–Sí: se ha propuesto que un paciente -a través de la Ley de Eutanasia- pueda demandar por una prescripción médica, el derecho a comprar una sustancia venenosa que acabe con su vida, o el derecho a pedir prestada un arma para hacerlo. Es sorprendente que alguien pueda discutir eso. en que proyecto contemplar esto? Los proyectos de ley existentes son jurídica y éticamente muy seguros y no contemplan tal situación.

–Entre los falsos miedos que se intentan instalar –probablemente por mero prejuicio y desconocimiento– está el de que la eutanasia pueda aplicarse sin el consentimiento del paciente. También se habla de que familiares con intereses económicos espurios podrían decidir practicar la eutanasia a otro, en beneficio propio. Se dijeron falacias similares sobre la donación de órganos.

–Esto significaría que alguien con una pistola en la cabeza haría que un familiar o conviviente firmara una solicitud de eutanasia, pidiéndole que dijera que quiere morir. Falso. Totalmente falso, ya que si así fuera el paciente tendría que pasar por tantos filtros que sería imposible. Entonces podríamos argumentar que no se deberían realizar más donaciones de órganos entre miembros de la familia, porque es posible que el donante haya sido obligado a hacerlo. No he escuchado ese argumento para rechazar los trasplantes de órganos entre familiares. Este argumento es una suposición sin base científica ni jurídica.

–Es evidente que el tabú de la muerte suspende y enturbia este debate.

–Se necesita un debate serio en el país. Y con todos los actores. Ya lo decía Adela Cortina: “una convicción moral es más fuerte que mil leyes”. Y según lo que piensa la mayoría de la población, el debate es urgente y necesario. Es lo que en bioética llamamos “una necesidad oculta”: no sabemos que la necesitamos hasta que la padecemos. Todos vamos a morir. El tema de debate es cómo morir. Sí, con un sufrimiento insoportable, llenos de tubos y lejos de los familiares sin poder ejercer nuestra dignidad, ni poder hacer uso de la tan comentada -y pocas veces practicada- autonomía de la voluntad. Por eso cuando hablamos de debate serio es con la participación de la ciudadanía y de todos los actores que hemos dedicado nuestra vida a lo que Callahan nos indicó como propósito ineludible de la medicina: “evitar el sufrimiento y asegurar una muerte pacífica”. ¿Seremos capaces de afrontarlo y no esconder la cabeza en la arena?