Cuando pensamos en los avances que hay en los hospitales para mejorar la supervivencia o la recuperación de los enfermos, podemos llegar a pensar en mejores respiradores, monitores que ofrecen miles de datos o nuevos fármacos que sean casi milagrosos. Sin embargo, la ciencia nos ha dado un golpe de realidad al demostrar que el acompañamiento de las familias en las estancias hospitalarias ofrece unos grandes resultados.  Esto es algo que se ha visto de manera directa en la propia UCI de un hospital, donde los pacientes están en entre la vida y la muerte. Es por ello que un estudio decidió usar algo tan ‘low-tech’ como es una grabación de voz de un familiar para ver el impacto real que podía tener sobre su recuperación. Y la verdad es que hemos estado subestimando la utilidad de esta herramienta clínica.  El problema. Uno de los grandes problemas a los que se enfrentan los pacientes que entran en la UCI es el ‘delirio’. Un estado de gran confusión a consecuencia de un fallo agudo del sistema nervioso que afecta hasta el 80% de los pacientes que tienen ventilación mecánica. Y esto es algo terrible dentro de estas unidades.

La solución. Una vez tenemos el problema, se planteó para resolverlo por parte de Cindy Munro una hipótesis simple, pero potente: si el cerebro se “desconecta” de la realidad por el aislamiento y la sedación, ¿podemos usar una voz familiar para traerlo de vuelta?

La prueba. Para poder ver si esto era posible o no, se hizo un estudio que incluyó a 178 pacientes de dos grandes hospitales de Florida y que contó con la colaboración de cinco grandes universidades. El objetivo era claro: tratar el sonido casi como si fuera un medicamento.

El resultado. Además de ofrecer un resultado positivo al estado de los pacientes, también se vió que tenía un efecto dosis-dependiente como los medicamentos. Es decir, cuando más mensajes recibían los pacientes, mayor era la reducción del delirio en la UCI.

Por qué esto importa. A día de hoy la industria no cesa en sus intentos de buscar moléculas complejas para proteger el cerebro, regenerar las células y un sinfín más de técnicas. Pero la realidad es que la solución parece estar en nuestra biología evolutiva (o al menos una pequeña ayuda): reaccionar a las voces de nuestra ‘tribu’.