Argentina se ha convertido en un laboratorio experimental de neoliberalismo tardío. Javier Milei y Luis “Toto” Caputo son los químicos principales del experimento de convertir la deuda pública en negocio privado y el Estado en un fondo buitre institucionalizado.
La novedad bajo Milei-Caputo radica en el grado de naturalización y sofisticación de las maniobras, ejecutadas bajo el mantra de la “libertad económica”, una libertad que, como ironizó Joseph Stiglitz, suele consistir en liberar a los ricos de sus impuestos y a los pobres de sus derechos.
El tándem Scott Bessent-Luis Caputo opera el Tesoro y el BCRA argentino como si fueran cuentas en Delaware; dolarizan, pesifican, endeudan, rescatan bancos amigos, venden activos estatales y simulan eficiencia mientras los indicadores sociales colapsan. Milei, el autoproclamado “león” antisistema, oficia de showman ideológico de un programa que, en realidad, sólo tiene un mandante; Wall Street.
Caputo S.A.
Según Buenos Aires Times, Caputo ocultó su participación en fondos offshore -Noctua Partners y Axis Investments- radicados en Cayman Islands y Delaware, lo que constituye un claro conflicto de intereses mientras ejercía funciones públicas. El caso fue confirmado por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (Paradise Papers), que documenta que el ministro había sido propietario y gestor de fondos vinculados a los mismos bonos de deuda que emitía el Estado argentino
Caputo representó, en la era Macri, la consolidación del modelo de ministro-trader; aquel que dicta la política pública con un ojo en el Bloomberg terminal y el otro en su cartera personal. Durante la gestión de Milei, su poder se ha incrementado exponencialmente; controla el Banco Central, define la política cambiaria, manipula la colocación de bonos y supervisa los swaps con China y EE.UU.
Caputo fue denunciado por fraude y enriquecimiento ilícito, con sociedades fantasma utilizadas para canalizar subsidios millonarios. La Oficina Anticorrupción abrió actuaciones formales, aunque la velocidad del proceso judicial se mueve con la lentitud propia de un país donde el crimen financiero goza de fueros perpetuos.
Paradójicamente, mientras predica la desregulación y el “fin de la casta”, el clan Caputo -Luis y Santiago- se ha transformado en el núcleo duro de la “nueva casta” libertaria. Su poder no deriva de los votos-nadie los eligió-, sino de la captura del aparato financiero-estatal. Su función es garantizar que la devaluación o la “no devaluación”, la apertura indiscriminada, el carry trade o bicicleta financiera con los préstamos externos se traduzcan en ganancias para los fondos internacionales con los que mantiene vínculos personales.
Milei S.A.
Javier Milei representa un fenómeno político-mediático sin precedentes en la historia argentina reciente; un presidente-influencer que convierte la economía en espectáculo y el espectáculo en política económica. Su discurso libertario, saturado de insultos, citas de Moisés y dramatizaciones mesiánicas, funciona como un dispositivo de legitimación simbólica para políticas de saqueo. La retórica antisistema disimula la dependencia total del sistema financiero internacional y, sobre todo, del Tesoro de EE.UU., ahora bajo control del dúo Trump-Bessent
La prensa internacional ha documentado las sucesivas denuncias de corrupción y tráfico de influencias que afectan a funcionarios de su entorno, incluida su hermana Karina Milei y el asesor Santiago Caputo. Filtraciones de audios y contratos públicos sugieren la existencia de redes de sobornos vinculadas a licitaciones tecnológicas y operaciones cambiarias. El Jerusalem Post (2025) y Bloomberg (2025) señalan que la administración Milei enfrenta una “montaña de escándalos de corrupción”, lo que erosiona su base de legitimidad y agrava la crisis económica.
Paradójicamente, la retórica libertaria sirve como anestesia moral para un proceso de concentración de poder y riqueza sin precedentes. Milei afirma combatir al “Estado parásito” mientras privatiza la justicia, subordina el Banco Central a los acreedores y convierte la política exterior en una sucursal de Washington. El swap de 20.000 millones de dólares gestionado por Scott Bessent, con aval de Trump y beneficio directo para el fondo Discovery Capital (New York Times, 2025; Popular Information, 2025), representa la síntesis perfecta; el Estado argentino, empobrecido, sirve como garantía de negocios privados norteamericanos.
Financiarización
El modelo Milei-Caputo combina tres ingredientes:
*Deuda y especulación: emisión acelerada de bonos, sistema de bandas cambiarias, y endeudamiento externo. Tasa altas en pesos. Libre entrada y salida de capitales. Se consuma el trilema imposible (Modelo Mundell-Fleming)
*Privatización y saqueo: venta de activos estatales bajo la excusa del “déficit cero”, con posterior adquisición por fondos extranjeros.
*Impunidad estructural: captura de organismos de control, manipulación judicial y colonización mediática.
Esta tríada reproduce la lógica de la financiarización global descrita por Lapavitsas; la economía real se subordina al capital financiero, y el Estado se transforma en garante de la rentabilidad privada. Como ironizó el economista griego Yanis Varoufakis, “el capitalismo financiero ha logrado algo impensable; que la corrupción parezca eficiencia y que el robo se contabilice como crecimiento del PBI”.
La influencia estadounidense en la política económica argentina alcanza niveles que harían sonrojar a cualquier diplomático del siglo XX. Con Bessent en el Tesoro y Trump en la Casa Blanca, la Argentina se ha convertido en una extensión subordinada de la estrategia financiera de Washington. El rescate de 20.000 millones de dólares, disfrazado de ayuda, beneficia directamente a fondos de inversión norteamericanos que apostaron por el “experimento libertario”. Milei, quien en campaña acusaba al FMI de “criminal”, ahora recibe con entusiasmo su dinero, y Caputo firma las cláusulas de condicionalidad como si fueran contratos de leasing personal. De este modo, Argentina pasa de ser una nación endeudada a una nación hipotecada.
La banda de Trump
Donald Trump encarna el tránsito del empresario-político al político-empresario, donde cada decisión pública se convierte en un negocio personal. Según The American Prospect, su administración produjo “el patrón más extenso de tráfico de influencias y conflicto de intereses en la historia presidencial de Estados Unidos”, incluyendo desvío de fondos públicos hacia empresas propias, licitaciones dirigidas y manipulación de subsidios. Los informes del Brennan Center for Justice y de Transparency International USA confirman que durante su mandato el Ejecutivo se utilizó como plataforma de enriquecimiento y protección judicial.
Scott Bessent, antiguo jefe de inversiones de Soros Fund Management y nexo de Discovery Capital, simboliza la versión tecnocrática de esa corrupción estructural. Bajo la administración Trump 2025, Bessent asumió el control de la Secretaría del Tesoro, posición desde la cual coordinó la extensión de la “línea de ayuda” a la Argentina de Javier Milei, un operativo de rescate encubierto a fondos especulativos estadounidenses, entre ellos Discovery Capital y Elliott Management, altamente expuestos en bonos argentinos.
El trumpismo instauró un nuevo paradigma de gobernanza. El “America First” económico se tradujo en una política de selección de ganadores entre aliados personales del presidente, en detrimento de la competencia y la transparencia. Las desregulaciones ambientales, fiscales y financieras fueron diseñadas en los bufetes de abogados de los mismos actores que se beneficiaron de ellas; petroleras, fondos de inversión y bancos.
Scott Bessent, uno de los principales donantes de la campaña Trump 2024, se convirtió en su garante financiero. El acceso privilegiado a datos, la manipulación de deuda soberana y la intervención sobre países periféricos constituyeron una extensión exterior de la corrupción doméstica. La Argentina, bajo Milei-Caputo, fue el conejillo de Indias perfecto; un país con reservas mínimas, instituciones debilitadas y élites ansiosas por agradar a Washington.
La ingeniería del rescate
Discovery Capital y fondos asociados mantuvieron posiciones especulativas en bonos argentinos antes del anuncio del “paquete Trump-Milei”. La secuencia temporal -caída de los títulos, negociación secreta, anuncio del préstamo y repunte inmediato de los precios- sugiere una coordinación informada que encaja en la definición de insider trading (SEC Regulation 10b-5). Sin embargo, ningún organismo estadounidense inició investigación formal.
El New York Times describió la operación como “un rescate con motivaciones políticas que favorece a inversores privados alineados con el círculo de Trump”. Bloomberg Markets (2025) y Reuters Finance confirmaron que Bessent se reunió en Washington con Caputo y asesores argentinos en la víspera del anuncio. El mecanismo se repite; los contribuyentes estadounidenses financian el salvataje de fondos privados, mientras se promueve a nivel internacional la narrativa del rescate solidario.
El caso recuerda lo que Zucman denominó “la industria de la evasión”; un sistema global de transferencia de riqueza hacia jurisdicciones opacas, protegido por la diplomacia y la legalidad formal. Bessent actúa como puente entre el capital offshore y el Estado federal.
Bessent y Trump no son simples financistas o políticos; son operadores ideológicos que normalizan la impunidad. Los medios aliados -Fox News, Newsmax, y sus réplicas argentinas, actúan como aparatos de legitimación simbólica. Así, la corrupción deja de ser escándalo y se convierte en modelo aspiracional; “ser parte del sistema” significa tener poder para violar las reglas sin consecuencias.
La conexión argentina no es accidental. Desde Kissinger hasta Mnuchin-productor de cine, ex administrador de fondos estadounidense y ex secretario del Tesoro de los Estados Unidos-, la política exterior estadounidense ha entendido América Latina como espacio de ensayo de políticas económicas extremas. Bajo Trump-Bessent, ese patrón se reitera; financiarización agresiva, captura institucional y subordinación cultural. Lo nuevo es la estética; ahora se hace en nombre del “libertarianismo”, una doctrina que convierte la codicia en virtud pública.
El dispositivo
El modelo Trump-Bessent articula tres niveles de impunidad:
*Jurídica, mediante la cooptación de tribunales y fiscalías (véase el caso Trump v. United States, 2024).
*Financiera, a través de la desregulación del Tesoro y la permisividad de la SEC.
*Cultural, mediante la glorificación mediática del empresario-salvador.
Cada uno alimenta al otro. La corrupción deja de ser delito y pasa a ser mérito empresarial. En ese contexto, las fronteras entre política, finanzas y crimen organizado se disuelven. Lo que Bourdieu llamaba “la violencia simbólica del capital” se materializa en políticas públicas; se expropia a las mayorías mientras se moraliza el robo.
El trumpismo y el bessentismo constituyen una tecnología de dominación transnacional. Sus operadores no necesitan tanques ni invasiones; les basta con tasas de interés, swaps de divisas y discursos sobre eficiencia. El caso argentino muestra cómo la corrupción estadounidense se globaliza mediante mecanismos financieros “legales”. La línea de rescate de 2025 no fue una ayuda, sino la colonización del Estado argentino.







