Si en 1978 a Lanús le decían tras su descenso a la C que se transformaría en uno de los clubes más ganadores del país, y en el modelo a seguir para otras instituciones, seguramente nadie lo hubiese creído. Ese año descendió a la tercera categoría del fútbol argentino, sumergido en una profunda crisis económica y deportiva y con cientos de juicios en su contra. En 1982 retornó a la B y recién en 1992, de la mano de Miguel Ángel Russo, logró asentarse en Primera División, categoría que nunca más abandonó.
Pese a un bache que lo llevó a disputar una Promoción en 2002; antes, en 1996, Lanús comenzó a evidenciar el camino que trazaría hacia el éxito colectivo. Levantó la Copa Conmebol con figuras como Ariel Ibagaza, Chupa López, Carlos Roa y Huguito Morales. Luego, en 2007, de la mano de Ramón Cabrero y el mensaje “vamos, vamos los pibes”, el club orientó definitivamente su cambio de paradigma: apostó a la formación de futbolistas propios como vía principal de desarrollo deportivo y económico.
La historia de Lanús es el testimonio de un crecimiento desde las bases. Menos de cincuenta años atrás, el club estaba en la C, tenía solo 2.000 socios en 1979 y funcionaba en instalaciones modestas, entre estadios de madera y recursos escasos. Enfrentó a rivales ignotos como Piraña y transitó años de reconstrucción institucional y deportiva.
Desde principios de los noventa, Lanús nunca abandonó la máxima categoría. Acumula 34 años consecutivos en Primera División, lapso durante el que se consolidó y fue protagonista permanente. A lo largo de esa transformación, el club experimentó un salto cualitativo y cuantitativo en todos sus frentes: lo social, lo deportivo y lo patrimonial. La institución pasó de 2.000 socios y una tribuna de madera a poseer un estadio con capacidad para 47.000 espectadores, lista para albergar a sus aproximadamente 40.000 asociados.

Su polideportivo “Lorenzo Francisco D’Angelo”, además de la cancha, popularmente conocida como La Fortaleza, cuenta con 27 hectáreas, donde dispone de 10 campos de fútbol reglamentarios, una pista de atletismo, cancha de hockey, jardín de infantes, secundario y terciario, pileta descubierta, dos playones de estacionamiento, vestuarios, canchas de tenis, un Multiestadio (se practica handball, gimnasia artística y patín), quinchos y camping.
También cuenta con una sede social. En la misma se desarrollan actividades culturales y se practican disciplinas vinculadas a las artes marciales. Ostenta el Microestadio “Antonio Rotili” (donde el equipo de básquet profesional masculino juega sus partidos de local), el gimnasio “Arturo Rellán”, una pileta climatizada y el Museo Granate. En el anexo “Dr. Carlos González”, a una cuadra de la sede, cuenta con una pileta climatizada de última generación, canchas de vóley y gimnasio.
Como si fuese poco, también adquirió un predio en Valentín Alsina, complejo localizado a minutos de la Capital Federal. En el mismo se entrena y disputa partidos el plantel principal de fútbol femenino. También funciona como sitio de pruebas para categorías infantiles de fútbol, tanto masculinas como femeninas.
La curva de crecimiento institucional se vio acompañada por resultados deportivos. Lanús levantó cinco trofeos nacionales e internacionales en poco más de veinte temporadas: Apertura 2007, Campeonato de Primera División 2016, Copa Bicentenario 2016, Supercopa Argentina 2016 y Copa Sudamericana 2013. Además disputó finales de Copa Libertadores, Sudamericana, Recopa Sudamericana y la Suruga Bank. También conquistó la Copa Juan Domingo Perón 1955 y la Copa Conmebol 1996.
Uno de los datos sobresalientes reside en la política de Divisiones Inferiores y captación de talentos. El primer gran salto se notó en el Clausura 2006, torneo en el que, de la mano de Ramón Cabrero, Lanús fue subcampeón cuando su principal objetivo era salvarse del descenso. La base estaba compuesta en su mayoría por juveniles propios: nombres como Rodrigo Archubi, Agustín Pelletieri, Lautaro Acosta y Sebastián Leto. El ciclo de éxito inmediato se profundizó cuando en 2007 aquella base, reforzada por José Sand, conquistó el primer título de Liga en la historia granate. Tras empatar 1 a 1 en la Bombonera, el club se consagró campeón del Apertura 2007.

Aquel logro impulsó una política institucional ininterrumpida: invertir y apostar en el desarrollo de futbolistas propios. Tras el campeonato, con brillantes actuaciones de Diego Valeri, y Sebastián Blanco, aparecieron otros grandes talentos, como Eduardo Salvio, Esteban Andrada y Carlos Izquierdoz. Este método consolidó al Granate como formador de talentos, generando ingresos clave con ventas de juveniles como Lautaro Valenti al Parma (10.5 millones de euros), Julio Soler al Bournemouth (8 millones de euros), José Manuel López al Palmeiras (9.5 millones de euros) y Pedro de la Vega al Seattle Sounders (6,5 millones de euros). Esta estructura permitió sostener balances saludables y financiar proyectos de infraestructura y deporte social.
En el plano internacional, el recorrido de finales evidencia una progresión única para un club surgido de los márgenes. La primera estrella llegó en 1996 con la Copa Conmebol frente a Independiente Santa Fe. En 1997 repitió final, aunque cayó frente a Atlético Mineiro. En 2013 ganó la Sudamericana contra Ponte Preta con un equipo equilibrado de juveniles y experimentados. En 2014 disputó la final de la Recopa Sudamericana (nuevamente ante Atlético Mineiro) y la Suruga Bank (ante Kashiwa Reysol). En 2017 rompió el techo con la final de la Libertadores, tras una campaña épica en la que eliminó a River en semifinales y perdió la final ante Gremio de Brasil. En 2020, en una temporada de reconstrucción, volvió a disputar la final de la Sudamericana ante Defensa y Justicia.
El ciclo reciente impresiona incluso en perspectiva continental: en 12 temporadas, Lanús fue campeón de la Sudamericana (2013), subcampeón de la Libertadores (2017), subcampeón de la Sudamericana (2020), semifinalista de la Sudamericana (2024) y finalista otra vez en 2025, siempre con una estructura y una base de proyecto claras. En el período 2005-2026 participó en 19 torneos internacionales organizados por la Conmebol, convirtiéndose no solo en uno de los equipos más competitivos de la Argentina, sino en referente sudamericano fuera del bloque de mayor poder económico.
Mantener ese nivel, para un club que no pertenece al grupo de los más ricos, implicó sostener varias claves: gestión transparente y unificada, proyectos de largo plazo, decisiones en consenso y liderazgo respetado. La unidad política fue fundamental: las dirigencias evitaron disputas internas y mantuvieron una hoja de ruta común, siempre con las divisiones juveniles como prioridad.
En lo deportivo, la localía en La Fortaleza se constituyó en una fortaleza real, con equipos que mantienen equilibrio táctico y personalidad basada en su propia escuela futbolística. El club no apostó a protagonistas rutilantes de afuera, sino a potenciar talento interno y sumar experiencia solo en puestos clave.
El actual plantel, dirigido por Mauricio Pellegrino, combina referentes históricos como Toto Salvio, Cali Izquierdoz, Laucha Acosta y Marcelino Moreno, con nuevas promesas surgidas de la cantera como Agustín Medina, Alexis Segovia o Dylan Aquino.
De cara a la final de la Copa Sudamericana 2025 frente a Atlético Mineiro en Asunción, Lanús enfrenta el desafío con la misma ambición de los últimos años: consolidar su legado, buscar su tercer título internacional y sostener un ciclo que lo llevó al máximo plano continental contra rivales de mayor presupuesto y tradición.
El Granate comenzó su camino en esta competencia como líder del Grupo G, dejando en el camino al Vasco da Gama de Philippe Coutinho, Melgar de Perú y Acadamia Puerto Cabello de Venezuela. En octavos superó por penales a Central Córdoba, en cuartos eliminó a Fluminense en el mítico Maracaná y en semifinales doblegó a Universidad de Chile.
Ocho finales internacionales, cinco trofeos en dos décadas -siete en toda su historia-, miles de socios, instalaciones modernas y una identidad basada en el trabajo y la pertenencia. El Granate vuelve a jugar una definición continental. No es un fenómeno fugaz ni una excepción. Es la confirmación de que un modelo basado en la cantera, la organización y el sentido de pertenencia puede sostener al club entre los mejores.
Por algo Lanús se convirtió en “el club de barrio más grande del mundo”.








