La desaparición de Amelia Earhart y su navegante Fred Noonan sigue siendo un enigma global. A pesar del tiempo transcurrido, nadie halló evidencia concluyente sobre su destino ni sobre el paradero del Lockheed Modelo 10-E Electra. La leyenda de Earhart permanece intacta gracias a nuevas expediciones, teorías rivales y hallazgos ambiguos que sostienen la fascinación internacional.
El interés por el misterio crece por el impacto cultural de Earhart. Se convirtió en una de las mujeres más reconocidas de su tiempo, pionera de la aviación, autora de best-sellers y símbolo de superación. Su desaparición en 1937, durante una travesía en la que intentó circunnavegar el mundo, la transformó en leyenda.
Incluso personas ajenas a la historia aeronáutica relacionan el nombre de Earhart con aventura y desafío, y el caso mantiene la atención pública y mediática. La falta de pruebas definitivas alimenta un mito moderno. Las teorías sobre su desaparición se dividen en tres grandes líneas respaldadas por diferentes investigadores.

La versión oficial sostiene que Earhart y Noonan agotaron el combustible y se estrellaron en el Océano Pacífico cerca de la isla Howland, su destino previsto. Dorothy Cochrane, excuradora del Museo Nacional del Aire y el Espacio del Smithsonian, señaló en CNN que “la explicación más probable es la más simple: Earhart se quedó sin combustible y se estrelló en el océano Pacífico”. Sin embargo, nadie localizó restos del avión ni de sus ocupantes, según la Administración Nacional de Archivos y Registros de EE. UU.
La segunda teoría, defendida por el Grupo Internacional para la Recuperación de Aeronaves Históricas (TIGHAR) y el Instituto del Legado Arqueológico (ALI), propone que Earhart y Noonan aterrizaron en el arrecife de Nikumaroro, en la actual Kiribati, y sobrevivieron varios días como náufragos. Ric Gillespie, fundador de TIGHAR, encabezó al menos cinco expediciones a la isla desde 2010. Encontraron artefactos como un estuche de maquillaje, un frasco de cosméticos y una caja de madera compatible con un sextante.
Además, huesos hallados en 1940 y analizados con tecnología forense moderna podrían pertenecer a una mujer con características similares a Earhart, aunque los resultados no fueron concluyentes. Gillespie declaró: “TIGHAR es una fundación educativa sin fines de lucro reconocida. Como cualquier organización sin fines de lucro, recaudamos dinero para cubrir el costo de nuestro trabajo. Todas las organizaciones sin fines de lucro de EE. UU. tienen prohibido ‘ganar’ dinero. Todo el dinero recaudado se destina a la organización”.
Existen otras teorías, como la posibilidad de que Earhart sufriera un accidente en las Islas Marshall, fuera capturada por los japoneses o volviera a Estados Unidos bajo otra identidad. Aunque populares en algunos sectores, carecen de sustento científico y la mayoría de expertos las descartó.
Las últimas búsquedas incorporaron tecnología avanzada y enfoques innovadores. Deep Sea Vision usó imágenes de sonar en 2024 para explorar el fondo del mar cerca de Howland, lo que generó expectativas por un posible hallazgo.
Finalmente, la supuesta nave resultó ser una formación rocosa. Por su parte, Nauticos, bajo la dirección de Dave Jourdan, realizó varias exploraciones desde 2001 y prepara una nueva expedición con vehículos submarinos autónomos y sonar mejorado. En ese sentido, el especialista explicó que gracias a estas mejoras podrán cubrir más terreno y aumentar la probabilidad de éxito.

El Instituto del Legado Arqueológico (ALI), dirigido por Rick Pettigrew, y la Universidad de Purdue planifican una expedición al llamado Objeto Taraia, una anomalía detectada en imágenes satelitales en la laguna de Nikumaroro.
Pettigrew manifestó: “Todo lo que vemos indica que es muy posible, quizás incluso probable, que esto sea lo que queda de la aeronave de Amelia Earhart”. Aunque la expedición se pospuso hasta 2026 por cuestiones logísticas, el equipo mantiene la esperanza de hallar restos del avión: “Creo que tenemos una muy buena oportunidad de hacer un anuncio emocionante”, dijo a CNN.
El papel de los medios y la cultura popular resultó fundamental para mantener vivo el caso Earhart. Los medios internacionales tienden a privilegiar relatos sensacionalistas, lo que facilita la proliferación de informes poco rigurosos y la difusión de hallazgos no comprobados.

Este ciclo de anuncios impactantes, refutaciones discretas y renovado interés mediático conserva el misterio en la agenda pública. La figura de Earhart se reafirma como símbolo de aventura, impulsada por la constante cobertura de nuevas expediciones y teorías disputadas, de acuerdo con la Administración Nacional de Archivos y Registros de EE. UU.
El caso enfrenta ahora nuevos desafíos. La desclasificación de archivos oficiales durante la administración de Donald Trump inspiró una ola de especulaciones sobre posibles encubrimientos. Al mismo tiempo, recursos como el sonar de alta resolución, imágenes satelitales y vehículos autónomos permiten explorar zonas antes inaccesibles, aunque los resultados aún son inciertos. Gillespie expresó su escepticismo: “El avión se ha ido”, sugiriendo que el océano pudo destruir los restos tras el aterrizaje forzoso.
La historia de Amelia Earhart sigue generando preguntas y alimenta la imaginación colectiva. Más allá de la ausencia de respuestas finales, la sociedad elige recordar y reinterpretar su legado, manteniendo viva una leyenda que desafía el paso del tiempo.







