Marisa Novoa es terapeuta ocupacional, prestadora de obras sociales y prepagas desde hace más de 20 años. Tiene dos hijos con discapacidad, Alessandro, de 35 años, y Solana de 28, que este año sufrió un ACV y aún continúa con internación domiciliaria y sin cobertura, con una obra social que no acata una cautelar que la obliga a cumplir con los tratamientos. Votó a Javier Milei “impulsada por un enojo muy grande“, reconoce. Hoy el gobierno de aquel a quien imaginó con empatía por percibirlo “vulnerable” la ubicó en la calle, en las marchas, luchando por los derechos vulnerados de las personas con discapacidad: sus pacientes, y sus propios hijos.

Marisa habla con claridad y firmeza, hay determinación y empuje en sus relatos, a pesar de las tragedias que la atraviesan: Su hija estuvo al borde de la muerte y hoy necesita cuidados constantes. Su marido perdió el trabajo. Tienen que pagar por cada prestación porque  Ospoce, su obra social, incumple la ley. Y además le competen las generales de esta Argentina: trabaja 12 horas por día, de lunes a sábado, y apenas llega al día 15 con el sueldo, mientras acumula deudas en sus tarjetas “estalladas”.

Marisa junto a sus hijos. Foto: Valeria Ruiz.

En el relato de Marisa del gobierno anterior, aparece un Estado que se decía presente pero que en su realidad más inmediata, con todas sus necesidades especiales, veía ausente. “Al contrario, todo el tiempo palos en la rueda. Yo era monotributista, mi marido en esa época manejaba un taxi, vivimos en Pompeya, no somos millonarios. Yo facturo para cobrar varios meses después, cuando las obras sociales quieren. Hubo un mes que me pasé de facturación (repito, no era plata en mano) y ¡zas! me pasaron a Responsable Inscripto. Eso me mató, nos cambió la vida a toda la familia. Porque dejó a mis hijos con discapacidad sin cobertura de salud. Reclamé, mandé cartas a la AFIP. A nadie le importó, no tuvieron contemplaciones“, lamenta.

“En la pandemia el gobierno de Alberto Fernández ayudó a los monotributistas categoría B, pero los profesionales quedamos en la lona, el trabajo se nos cortó y nadie nos dio una mano. A mí nunca me dieron la AUH por mis hijos, teniendo discapacidad. Tampoco una pensión para ellos porque yo trabajaba”, sigue ejemplificando. “Todo eso me llevó a un enojo muy grande“, reconoce.

En la lucha por la ley de Emergencia en Discapacidad.

-¿Y qué te atrajo de Milei en su momento?

-Pienso que me llamó mucho el enojo, lamentablemente, me quedé muy enojada. Me gustaba era cuando él iba al programa de Fantino y decía: este Toto Caputo ve el iceberg, lo choca y hace cubitos. Era en la época de Macri, y era lo que pensaba yo. Y aparte me pareció que era una persona que quizás iba a compatibilizar, no te digo con las personas con discapacidad, pero sí con las personas que estaban un poco más vulnerables, porque a él mismo lo vi vulnerable. Me pareció un tipo que había sufrido mucho en la vida. Y dije, este hombre va a tener empatía con nosotros.

-¿Y hoy cómo lo ve?

-Como a un tipo que sólo debe tener empatía con sus perros. Nos dio con todo, por todos lados. Mi marido había logrado abrir un local de venta de productos eléctricos después de la pandemia, lo tuvo que cerrar porque no se vendía nada. Hoy está sin trabajo, está de enfermero de mi hija. Nos afiliaron por amparo a la obra social, gracias a un abogado de una ONG que no nos cobró nada, pero resulta que es una cobertura básica, que no cubre casi nada.

Mi hija estuvo internada en el Penna, 20 días intubada, digamos que volvió a nacer. Y hoy la tengo con un amparo desde el 17 de septiembre, con un pedido de internación domiciliaria, y la obra social desoye la cautelar del juez. No tengo nada, está mi marido de enfermero, y yo estoy trabajando, soy sostén de familia. Ella necesita kinesiólogo respiratorio, kinesiólogo motor, fonoaudióloga porque no puede deglutir bien, terapista ocupacional para que la movilice, la posture, trabaje todo lo cognitivo, enfermera las 24 horas… Y no me dan nada, nada. Hoy necesita también heparina, porque tuvo vasculitis. El hospital a veces me la da, pero a veces no. Ocho dosis, salen un millón de pesos. Para llevarla a los controles de la anticoagulación, la ambulancia nos cobra 160 mil pesos cada traslado. La obra social se desentiende de todo. Total, ¿quién las controla? Están completamente liberadas para hacer lo que quieran.

-¿Qué sentís cuando el gobierno plancha la ley de emergencia en discapacidad, después de todo lo que lucharon para que el Congreso la apruebe?

-Me genera ira, ya ni siquiera angustia. Porque no es solamente discapacidad, son el Garrahan, las universidades, los puestos de trabajo, somos todos. Cuando mi hija estuvo internada en el Penna yo lo vi con mis propios ojos: todos los días echaban a 5 o 6 enfermeros. Estamos hablando de licenciados en Enfermería de terapia intensiva que están cobrando 700 mil pesos.

-¿Cómo definirías tu realidad?

-Yo tengo que considerarme afortunada por tener trabajo. Pero trabajo de lunes a sábado, de 7 de la mañana a 7 de la tarde, y no llego ni al día 15. Ni hablar con todos los gastos que tuve por la nena, ahí salí a pedir plata. Y obviamente estoy endeudada con las tarjetas, ya no las puedo usar. Trabajo todo el día y debo plata a todo el mundo. Es muy, muy angustiante.

-¿Cómo vas a definir tu voto?

-Voy a tener muy en cuenta toda la experiencia de la lucha por la discapacidad, y a las personas que nos acomparon en estos años. Me gustó mucho cómo nos acompañó Esteban Paulón, Myriam Bregman estuvo en las marchas con nosotros, Vanina Biasi y Solano también. Daniel Arroyo también se portó muy bien, es una persona que vos por Instagram le mandás tu historia y te contesta. Voy a votar, digamos, con gratitud. Y me voy a acordar mucho de cuando Patricia Bullrich nos mandó a pegar, ¡hasta a un chico en silla de ruedas! De los policías esos todos armados, enormes, que nos mandó a todas las marchas y que se me han tirado encima. Voy a tener en cuenta que este gobierno nos dejó cada vez más desamparados. Y que para ellos nosotros no somos gente. Que cuando hablan de “la gente” no somos nostros, los trabajadores. No gobiernan para nosotros. Lamentablemente, porque como te digo, yo aposté. Aposté y me quemé.