Escrita y dirigida por Javier MargulisUn Picasso es una biografía escénica centrada en la energía creativa del pintor malagueño nacido en 1881 y muerto en 1973. Interpretado por Fito Yanelli, el unipersonal deja testimonio de la necesidad innegociable que sentía el artista por producir una pintura no a partir de la realidad sino de la emoción. Una pasión por pintar, la de Picasso, que se llevó puestos dos matrimonios entre muchas otras relaciones amorosas. “Él las abandonó a todas menos a Francois Guillot, la madre de sus dos hijos”, cuenta Margulis en la entrevista con Página/12. Relata también que el libro que ella escribió (Mi vida con Picasso) reveló aspectos ocultos del divo que lo enojaron tanto que “se comportó con ella de un modo muy dañino y jodido”, según considera el director que presenta el espectáculo en su propia sala, Mil80Teatro (Muñecas 1080).

Antes de dedicarse al teatro, Margulis estudió la carrera de Bellas Artes. Era la época en que el crítico Jorge Romero Brest, entre otros, denostaba la pintura de caballete: “Yo también pensaba de esa manera”, recuerda hoy, “pero a mí me encantó siempre la audacia con que Picasso mostraba su obra, porque tenía un gran respeto y consideración por el espectador”, dice, en referencia a que el pintor confiaba en que el público finalmente aceptaría su obra. Claro que, como puntualiza el director, “su cuadro Las señoritas de Avignon tuvo que estar guardado 10 años hasta ser considerado una bisagra en la historia del arte”. Con diseño de iluminación de Marco Pastorino y vestuario de María de los Remedios Ruiz, el personaje de Picasso aparece rodeado de fotografías y reproducciones de cuadros en el tamaño original: es allí, en su estudio donde se le produce el “vértigo de la memoria” que lo motiva a repasar su vida.

Margulis cuenta que conoce a Fito Yanelli desde hace mucho tiempo. Recuerda que él personificó a Barsut en su puesta de Los siete locos de 1997 en el Teatro Cervantes. Y también cuenta que el hecho de haber descubierto por las redes que el actor se fue volcando a la pintura fue algo que le hizo pensar que podría aprovechar su gran parecido a Picasso y proponerle interpretar este unipersonal. Así, comenzaron a investigar la vida del artista con la idea de humanizarlo y sacarlo del pedestal de genio del arte. Aunque el director señala que al cumplirse 50 años de la muerte de Picasso sobrevino una ola de cancelaciones por considerarlo un personaje violento con sus mujeres. “No quisimos soslayar ese tema, así que en la obra hay momentos en que el espectador entiende que se habla de eso”, detalla Margulis.

-¿Cuáles fueron tus fuentes de información sobre Picasso?

-Leí todo lo que pude: conferencias, entrevistas, el libro de Francois Guillot, reportajes a la sobrina, a su hija, ví videos, fotografías. El asunto era cómo empezar. Finalmente, lo hicimos desde que el momento en que nació y recibió sus 9 nombres de pila (Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Mártir Patricio) y tomando en cuenta su relación con su padre, un pintor especializado en representar palomas.

-¿Y cómo llegaste a la estructura?

-Lo miramos a Picasso desde muy diferentes ángulos, un poco como sus cuadros cubistas. Así, esta obra se fue vertebrando a partir de sus mujeres. Porque ellas influyeron mucho sobre su pintura. Quisimos que su memoria sobre esas relaciones se fuera pareciendo al cubismo. Lo vimos como un genio, pero también lo vimos egoísta, soberbio, desamorado. Tampoco encontramos que defendiera altos valores. Ni que fuese revolucionario en todo. Sí creemos que tuvo mucha suerte.

-¿En qué sentido?

-Picasso era un artista genial pero pobre. Y se casó con una mujer de la aristocracia que, aunque no era sobrina del zar como ella decía, tenía mucho dinero. Y Picasso ganó muchísimo pintando a los amigos de ella. Hasta se volvió neoclásico para retratarlos como ellos querían verse a sí mismos. También se vio favorecido por una desgracia…

-¿El bombardeo alemán sobre Guernica?

-Si no sucedía eso, si Picasso no pintaba el Guernica, su obra no entraba al mercado norteamericano y no se hacía inmensamente rico. Esto pasó después del éxito colosal que sobrevino al trasladarse ese cuadro a Nueva York. Picasso hacía lo que quería y su fama también le dio un gran valor a su obra.

-¿Qué significaba el arte para él?

Él decía: “el arte es una mentira que revela la verdad”. Y ésa fue una frase que nos dio libertad. Porque ¿qué importa si algo es o no cierto? Fuimos rigurosos, sí, pero hay cosas que buscamos que fuesen creíbles, más allá de si sucedieron así o no.

-¿Creés que el espectador necesita conocer al personaje previamente?

-Igual que Picasso, nosotros también tenemos confianza en el espectador. Cualquiera puede ver este espectáculo, no tiene que conocer su obra. Nos importa que se recupere la memoria de lo que pasó mientras él vivía. Y es interesante que Picasso muera haciéndose preguntas.