A esta altura de la vida, el trayecto de Robert Plant por fuera de Led Zeppelin –sin contar sus comienzos, incluso- va triplicando ya al de su estadía en la banda que lo entregó al mundo. Doce años y ocho discos fueron los que dio con aquella banda. Treinta y cinco años y trece discos, en cambio, los que publicó en su trascender solista desde la salida de Pictures at Eleven, en 1982.
En tamaño recorrido temporal hubo de todo, claro. No solo la reunión cumbre con Jimmy Page con precioso resultado promediando los noventa (No Quarter + Walking into Clarksdale), sino también dos incursiones en banda (el retorno nominal de Band of Joy que incluyó disco epónimo o el de Zeppelin, con Jason Bonham en batería, por caso) y la concepción de una saga de discos en solitario que -aunque intermitente en su regularidad- alcanzó resultados de toda laya y tenor.
Rhythmandbluseros, como el gran trabajo The principle of Moments. Modernosos, porque así es como suena el mediocre Shaken `n`Stirred. Eclécticos, de la mejor tradición zepp, casos Dreamland, disco que Robert concibió con Strange Sensation como banda de apoyo o Carry Fire, junto a la más cercana incursión de The Sensational Space Shifters. También los hubo bucólicos, folkies, un tanto orientales, místicos, como otra arista de la herencia zepp manda. Raising Sand, junto a la cantante Alison Krauss, cuenta indudablemente entre ellos.
La pregunta sobrevuela, entonces ¿En qué lugar de este amplio contexto histórico-estético ubicar Saving Grace, disco que el cantante y compositor nacido hace 77 años en West Bromwich acaba de publicar? No es fácil el rastreo. Principalmente, porque se trata de un disco de temas ajenos con tonos propios. Pero también, porque trae la impronta de largo aliento pospandémico, con todos sus quiebres y derivas. Aún así, hay manera de vincularlo a otras eras. Porta él un legado de blues cruzado con folk -inescindible del pasado de Plant, claro- tanto como esas búsquedas sonoras por fuera de las fronteras de Europa, y algo de rock and roll, aunque en dosis equilibradas más desatadas. El caso de “Everybody’s Song” -primer corte- es sintomático a este respecto. Marca territorio él a partir de sus reminiscencias zeppelinianas hechas de psicodelia, raga, oriente y rock and roll.
Las nueve canciones que siguen, además de sus propias improntas, llevan como marca esencial no escapar al desafío de estar a la altura de quienes las crearon o interpretaron en el pasado. Es así que Memphis Minnie renace vía “Chevrolet” pieza que, cuando ella la cantaba en los albores de la década del 30`, llevaba por nombre “Can I do Ir For You”, hasta que Lonnie Young la rebautizó años después. Sobresale en el tema –que también versionó el escocés Donovan Leitch- un finísimo trabajo de cuerdas camperas que encuentra en el banjo de Matt Worley y el violonchelo de Barney Morse-Brown sus claves.
La pata folkie irlandesa que Plant acarrea desde dorados tiempos aparece a través de “As I Roved Out”, donde emergen –aggiornados a la edad- aquellos voceos místicos con que Plant solía divinizar piezas de Zeppelin, mientras que Moby Grape –banda de los sesenta que impactó serio en el temprano gusto de Plant- adquiere nueva vida mediante la bucólica “It’s A Beautiful Day Today”.
“Soul Of A Man” es a su turno el tema que el cantante ofrenda a Blind Willie Johnson, pionero del slade guitar fallecido en 1945. Es este un blues góspel, mántrico, de crudeza mística, cuyo rasgo central es que no lo canta Plant sino el banjista Worley, mientras que “I Never Will Marry” se hunde en la mejor tradición coral baladesca –era uno de los caballitos de batalla de The Carter Family, en el período de entreguerras-, y “Higher Rock” -de Martha Scanlan- ofrece un rockabilly bajo la voz principal de Suzi Dian –de bello registro- y el retorno a la armónica de Plant, como en los viejos buenos tiempos, en la electroacústica “Too Far From You”, de Sarah Siskind.
Bellísima en su aura calma, levemente coral, deviene “Ticket Taker” (The Low Anthem) y bellísimo, también, el góspel que cierra el disco y que dice todo desde su nombre: “Gospel Plough”. En él, el dúo vocal que Plant conforma con Dian llega a su cenit armónico, arropado –apenas- por el sonido del violonchelo. El aura etérea del comienzo ensamblada con la aparición de las voces del dúo y el banjo es de una belleza abismal. Infinita.
Suma: Saving Grace, grabado durante la pandemia en un entorno rural, es realmente un discazo no solo por lo contado sino porque justamente lo contado deriva en una muy sabia característica de este músico maduro y consciente de su madurez: la tendencia a amalgamar pasado y presente, dejándose impregnar, generoso y sabio, por sus nuevas compañías. Por eso define él su nuevo disco como “un cancionero de lo perdido y lo encontrado”. Y por eso, asimismo, lo resume en clave colectiva, relajada. “Nos reímos mucho mientras grabábamos. Me gusta reír. No encuentro razón para tomarme nada demasiado en serio. Los miembros del grupo son personas encantadoras y están sacando a relucir todo aquello que antes no podían. Se han convertido en estilistas únicos y juntos parecen haber llegado a un lugar muy interesante”.