En la última década, China ha batido récords de tecnología limpia en su territorio. Al mismo tiempo, se ha convertido en un socio importante para los países del Sur Global que buscan impulsar la capacidad de energía renovable y alcanzar un desarrollo con bajas emisiones de carbono. Los fabricantes chinos de tecnologías limpias han sustentado la enorme expansión del país en materia de energía solar y eólica, baterías y vehículos eléctricos, y ahora buscan y encuentran cada vez más nuevos mercados en el extranjero. En 2024, las exportaciones de estas cuatro tecnologías desde China a las regiones del Sur Global ascendieron a más de 72.000 millones de dólares, lo que representa casi la mitad de todas las exportaciones de energía eólica, solar y vehículos eléctricos. Para muchos países, estas importaciones han supuesto un impulso muy necesario para sus esfuerzos en materia de sostenibilidad, al ampliar el acceso a la electricidad e impulsar el auge de la capacidad renovable. Sin embargo, los países del Sur Global expresan regularmente su ambición de ir más allá de una relación meramente comercial en lo que respecta a estos productos, tanto en reuniones bilaterales con sus homólogos chinos como en cumbres internacionales. La esperanza es que China no sea solo una fuente de importaciones de tecnología verde, infraestructura y servicios, sino también un proveedor de la tecnología y los conocimientos que permitan aumentar la fabricación y la innovación dentro de las propias fronteras de los países. A nivel diplomático, China ha sido durante mucho tiempo sensible a estas peticiones, promoviendo becas para estudiar en China, plataformas de cooperación técnica y talleres para la formación profesional en los países socios. Se prometió a las naciones la ampliación de todas estas iniciativas cuando China fue la sede de la reciente reunión de la Organización de Cooperación de Shanghái Plus en Tianjin, por ejemplo. Pero puede que estas promesas no sean suficientes, ya que la transferencia de tecnología y conocimientos es un tema complejo y, a veces, polémico. Transferencia tecnológica La transferencia de tecnología y conocimientos ha sido durante mucho tiempo un objetivo de los países del Sur Global, pero ha cobrado nueva relevancia con el auge de los esfuerzos mundiales por desarrollar la capacidad de energía limpia. Estos deseos se están uniendo a los llamamientos de los países en desarrollo al Norte Global, así como a los socios e inversores chinos, a menudo compradores de sus materias primas, para que apoyen su industrialización y su avance en las cadenas de valor. “No hay duda de que la transición hacia la sostenibilidad de los países del Sur Global necesitará el apoyo de China, tanto en términos de financiación como de cooperación tecnológica”, considera Yixian Sun, investigador principal del proyecto SGAIN, en la Universidad de Bath. En su momento, China se ha beneficiado de este tipo de asociaciones. Un ejemplo destacado de ello es la cooperación de BMW con CATL a principios de la década de 2010. CATL es actualmente el mayor fabricante de baterías del mundo. Anders Hove, investigador sobre China en el Instituto de Estudios Energéticos de Oxford, describe cómo las asociaciones con fabricantes occidentales en la industria automovilística china “evolucionaron desde los simples requisitos de las empresas conjuntas en la década de los noventa hasta políticas más sofisticadas que obligaban a los fabricantes de automóviles extranjeros a garantizar la localización de tecnologías básicas como baterías, motores eléctricos y sistemas de control”. Estos intercambios han sido un punto delicado en las relaciones comerciales de China con Estados Unidos y la Unión Europea, con acusaciones de que se ha exigido a los inversores asiáticos una “transferencia forzosa de tecnología”, algo que la Ley de Inversión Extranjera de China de 2019 trató de prohibir explícitamente. En lugar de un simple movimiento “unidireccional”, Hove hace hincapié en que estas relaciones deben considerarse como una “coevolución” entre socios. Pone como ejemplo el desarrollo de la industria solar china gracias a la colaboración con socios occidentales, que ahora representa más del 80% de la producción mundial. El Sudeste Asiático La industria solar china se ha situado a la vanguardia de la expansión internacional de los fabricantes de tecnología limpia, con un crecimiento significativo de las exportaciones mundiales de paneles y otros componentes durante la última década. En los últimos años, los fabricantes solares chinos también han trasladado parte de su producción, sobre todo al Sudeste Asiático, lo que ha contribuido a que Vietnam, Tailandia, Malasia e Indonesia estén entre los principales productores y exportadores fuera de China. Estos traslados se han interpretado ampliamente como un medio para que los fabricantes eviten los aranceles estadounidenses sobre los equipos solares fabricados en China, un comercio que ahora se ve gravemente amenazado por la administración Trump. Sin embargo, dado que las instalaciones del sudeste asiático se centran principalmente en el montaje final, los expertos cuestionan el alcance de la transferencia de conocimientos y tecnología que se ha producido en estas inversiones. Según Hove, “todos los conocimientos técnicos permanecen en China, todas las piezas proceden de China y toda la cadena de suministro sigue estando allí. Básicamente, no se está produciendo ninguna difusión de conocimientos, a pesar de que existe la fabricación de energía solar”. Jessica Liao, profesora asociada de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, cuya investigación se centra en la política exterior china y el Sudeste Asiático, se hizo eco de estas declaraciones. Describió el desarrollo de capacidades locales a través de inversiones como “limitado”. Sin embargo, también afirmó que las peticiones de este tipo de apoyo han sido una “prioridad creciente” entre los países del Sudeste Asiático. Liao señaló las inversiones chinas en la fabricación de vehículos eléctricos en Tailandia y en la industria del níquel en Indonesia como áreas en las que los países del Sudeste Asiático esperan recibir apoyo para ascender en las cadenas de valor. El níquel es un componente crucial en las baterías de los vehículos eléctricos e Indonesia ya representa casi la mitad de su producción mundial, pero el país también espera consolidarse entre los principales productores de baterías del mundo. CATL ha iniciado recientemente la construcción de una planta con una inversión de 6.000 millones de dólares en Java Occidental. Sin embargo, Liao cuestionó el potencial de que se produzcan transferencias en estos sectores: “La fabricación no es realmente la parte intensiva en conocimientos o tecnología de la construcción de vehículos eléctricos. Por lo tanto, no hemos visto ningún caso claro en el que los países anfitriones se beneficien de los conocimientos más avanzados, de los conocimientos clave de cualquiera de esas industrias de tecnología limpia”. Como mayor mercado y economía de la región, Indonesia puede estar en mejor posición que sus vecinos de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) para beneficiarse de estos procesos, ya que, en palabras de Liao, tiene “más poder de negociación”. Malasia también puede tener algunas ventajas debido a su capacidad de fabricación, su mano de obra calificada y su gran población de la diáspora china con un historial de negocios con China. Sin embargo, añadió: “La mayoría de los países de la ASEAN tienen un mercado de tamaño modesto y muchas barreras normativas e institucionales, por lo que es difícil para un inversor chino saber hasta qué punto puede haber transferencia de conocimientos”. Lecciones desde Brasil Como principal centro industrial de Sudamérica y sede de un mercado de energía limpia bien establecido, Brasil ha sido uno de los principales destinos para la expansión internacional de los fabricantes chinos de tecnología verde, y podría decirse que es uno de los pioneros en las asociaciones de transferencia de conocimientos y tecnología. El gigante automovilístico chino BYD, el mayor fabricante de vehículos eléctricos del mundo, anunció recientemente que sus primeros vehículos fabricados en Brasil habían salido de su línea de producción en el estado de Bahía. Otro fabricante, Great Wall Motors, inauguró en agosto una fábrica de vehículos eléctricos en São Paulo. Goldwind, uno de los mayores fabricantes de turbinas eólicas de China, también ha puesto en marcha una base en Bahía para montar en Brasil, que es el quinto mercado eólico más grande del mundo. João Cumarú, especialista en Brasil y China y asesor internacional del Consorcio Nordeste, un organismo de desarrollo de la región noreste de Brasil, explica que la transferencia de conocimientos y tecnología se ha convertido en “uno de los pilares centrales de la agenda bilateral”. “Durante su última visita a China, el presidente Lula señaló que las inversiones no deben centrarse únicamente en las infraestructuras, sino que también deben incluir la educación, la tecnología y la formación de las personas, para que Brasil pueda fortalecer sus propias cadenas de valor”, añadió Cumarú. Además de las inversiones existentes en la fabricación de vehículos eléctricos y turbinas eólicas, Cumarú afirmó que existe “un gran interés en la experiencia china con minerales críticos, especialmente en el refinado y el procesamiento”, lo que podría ayudar a Brasil a aprovechar sus propias reservas. Ya se han establecido varias iniciativas entre ambos países para fomentar directamente la transferencia de conocimientos y tecnología en los sectores ecológicos. Tanto Cumarú como Sun destacaron como ejemplo el Centro China-Brasil para el Cambio Climático y la Tecnología Energética Innovadora (CCB). Creado en 2009 gracias a una colaboración entre la Universidad Federal de Río de Janeiro y la Universidad Tsinghua de Beijing, el centro promueve los intercambios académicos y el desarrollo conjunto en materia de bioenergía, energía solar y eólica, y transmisión de electricidad. Cumarú también habló de proyectos de cooperación en el sector agrícola y de combustibles sostenibles para la aviación, así como del CBERS, el programa satelital chino-brasileño que lleva décadas en funcionamiento. En opinión de Cumarú, los intercambios efectivos en estas áreas dependen de un fuerte apoyo gubernamental: “Se necesitan políticas estables, normas claras sobre propiedad intelectual e incentivos para las empresas conjuntas. Mecanismos como el Comité de Coordinación de Alto Nivel China-Brasil pueden ayudar a establecer la agenda y garantizar que las cosas realmente avancen”. Las finanzas también “son otra pieza del rompecabezas”, y es necesario el apoyo a estos programas por parte de agencias e instituciones federales, como el banco de desarrollo brasileño BNDES. “Sin recursos, la cooperación corre el riesgo de quedarse solo en el papel”, dice el especialista. Señales políticas En cuanto a las perspectivas de transferencia de conocimientos y tecnología entre China y los países del Sur Global, los expertos advierten sobre las barreras que existen en los países receptores, pero también los incentivos para que las empresas y las autoridades chinas se comprometan. Anders Hove habló de “señales preocupantes” en los controles de exportación de China que pueden limitar el potencial de intercambios en torno a tecnologías como las baterías, que, según él, han sido designadas como “tecnología sensible”. En definitiva, dijo, “más de la mitad depende de que los países del Sur Global desarrollen su propia capacidad de absorción, pero las políticas del gobierno chino sobre los controles de exportación de tecnología son igualmente cruciales”. Por otro lado, medidas como los controles de exportación indican a las empresas de tecnología limpia que su tecnología básica debe “quedarse en casa”, añadió Jessica Liao. Estas empresas “caminan por la cuerda floja” para equilibrar el apoyo del gobierno mientras persiguen su expansión en el extranjero, dijo, “conscientes de que esta expansión debería limitarse realmente a la última parte de la producción”. Yixian Sun destacó una perspectiva diferente: “No creo que los actores chinos no estén dispuestos a transferir o compartir sus tecnologías con sus socios del Sur Global. En muchos casos, no lo han hecho porque no existen mecanismos viables para ello, ya que la transferencia no solo es demasiado costosa en el mercado actual, sino que también resulta difícil debido a las diferencias culturales”. Sun, al igual que todos los entrevistados, habló de las limitaciones de capacidad y la falta de estrategias coherentes en los países socios: “Los retos en muchos países anfitriones residen, en realidad, en la falta de políticas bien diseñadas para promover esto, así como en la falta de recursos humanos para absorber los conocimientos tecnológicos pertinentes”. Hove describió de manera similar los recursos humanos como un factor importante en la transferencia de tecnología y conocimientos: “No se pueden meter las habilidades y los conocimientos en un container. Incluso si existiera algún libro de texto o archivo de Wikipedia que se pudiera transferir, eso no resolvería el desafío fundamental de recursos humanos al que se enfrentan los países en desarrollo”. El potencial de superar estas limitaciones y crear el entorno adecuado para estos intercambios puede reflejarse en las experiencias de Brasil, aunque tanto Sun como Cumarú afirmaron que no es fácil hacer un seguimiento de las iniciativas concretas de transferencia de conocimientos y tecnología, ni medir su impacto, que suele producirse a largo plazo. Haciéndose eco del concepto de “coevolución” de Hove, Sun afirmó que “no debería ser un proceso unidireccional en el que las empresas chinas transfieran sus conocimientos técnicos a sus socios del Sur Global. En cambio, debería ser un proceso de aprendizaje mutuo, en el que los actores chinos colaboren con sus socios del Sur para desarrollar o mejorar tecnologías limpias”. *Magister King’s College London. Cui Qiwen contribuyó con información adicional. Este artículo fue publicado originalmente en Dialogue Earth.