En Fricción, Los 7 Delfines, en colaboraciones con Soda Stereo, Gustavo Cerati, Skay Beilinson o Charly García, como para nombrar a algunos. La voz, la guitarra o las letras de Ricardo Osvaldo “Richard” Coleman siempre se destacan, como toda buena figura fundamental del rock argentino. Su paso por Soda, su amistad con Cerati, su carrera solista y su nuevo disco, El (in)correcto uso de la metáfora, son algunos de los temas que surgieron en esta charla con Leo Rodríguez, en una nueva entrega del ciclo Conversaciones.

– ¿Qué te trajo hasta acá, hasta este momento?

– Supongo que lo que me trae, primero, es el disco, del cual estoy súper contento y orgulloso; ha tenido una repercusión súper interesante, y me está sacando un poquitito de la cueva. Lo otro es la resistencia, la permanencia. Esta larga carrera que vengo llevando que, cada vez que tengo una entrevista, me empiezo a dar cuenta de todo el camino recorrido. Pero creo que eso es también lo que lo hace un poquito interesante para alguien nuevo a mi obra, lo que hace interesante mi nuevo disco también, justamente, porque está reflejada toda la trayectoria.

– ¿Sos de hacer balances?

– En todo caso, desde un punto de vista creativo, estético, de qué terreno necesita una revisada en cuanto a ciertas tendencias o nudos que quiero atar. Pero no de hacer un balance existencial de la carrera. Eso no, para nada. Yo miro para adelante. El pasado solamente me sirve como referencia de en dónde estoy parado, que no es poco; pero no me duermo en los laureles, como se dice habitualmente.

– ¿Cómo se hace para ser “retro” sin caer en la nostalgia?

– Justamente, esa es la definición del nuevo disco: El (in)correcto uso de la metáfora. Lo retro lo considero como una cualidad estética, más que nada. La influencia del retro, para mí, tiene que ver con eso, con los detalles de colores, de audio, de sonido. La nostalgia, a mí me cuesta mucho por varias razones. Primero, porque no me gusta el uso marketinero de la nostalgia; siento que a la gente de nuestra generación le puede señalar que “no hay nada nuevo para vos, dejá, no te preocupes. Comprá lo que ya está hecho, que ya no hay nuevas palabras, no hay nuevos contenidos”.

Y la nostalgia, de alguna manera, creo que también te saca un poco del presente y te lleva teóricamente a un lugar en donde estuvo todo bien, donde todo funcionaba perfectamente, donde encontraste el amor, encontraste la energía… Y, en realidad, eras joven. No era una vida mejor, no era que antes era mejor… Así, para huir del presente. Creo que el pasado es fundamental para la construcción, a todo nivel. Y defiendo que, visitar el pasado encontrando un idioma y un lenguaje con el cual te podés identificar, le da cabida a un nuevo contenido.

Forzar a una persona de más de 50 años a entender la música de la nueva generación, a un melómano, me parece que no tiene sentido. Yo apuesto a que haya una música nueva para la gente de nuestra generación, que tiene el aroma, los elementos estéticos de la construcción de todos estos años, y que puede hablar del presente. Esa es una idea general a la cual yo apunto. Trato de llegar de alguna manera, también trato de no ser pretencioso.

– Hay un momento en que la música va abriendo puertas. No sé si hoy se da ese fenómeno, pero hay embajadores. Vos sos un poco un embajador, ¿no?

– No es la primera vez que lo escucho y me da un poco de pudor, pero creo que hubo una gran intención implícita al cortar el simple Héroes, mi versión –y la de Fricción– de esa canción. Fue como difundir un poquito la obra del maestro [Bowie]. De hecho, yo hago versiones de otros artistas periódicamente para despertar esa curiosidad en el artista. De vez en cuando, voy sacando singles con homenajes a artistas que a mí me influyeron o que a mí me marcaron algo, pero son versiones libres, son reinterpretaciones de la canción, como debe ser, no son covers. Las canciones están vivas, es cuestión de insuflarles una reinterpretación, encontrar qué es lo que te mueve, hacerla propia y compartirla desde ese lugar.

– ¿Cómo ves este resurgimiento del vinilo? ¿Es volver un poco a las raíces?

– Sí, lo veo así, y otras cosas más que me han hecho ver algunos estudiosos del asunto cultural. Suceden dos cosas, primero, que el vinilo es un objeto bello, es un lindo objeto para tener, ver y disfrutar si te bancás también el ritual de escuchar un disco, que eso es fundamental. Entonces, hay dos fenómenos. Un poco es el consumo del coleccionista. El coleccionista existe, siempre los hubo y el tema de la colección de vinilos siempre funcionó, y al reiniciarse en los últimos 10 años, creo que se reactivó también el vicio del coleccionista.

Y pasa algo más, que es muy interesante: el tema del consumo cultural digital y el consumo analógico. Tanto con los libros como con los discos sucede que se activa una impresión en el cerebro que no funciona con lo digital, porque el consumo digital es muy inmediato y efímero. No llega a provocar una permanencia en la memoria tan fuerte, como sí lo puede hacer el papel impreso o, se está estudiando, lo que sucede también con los discos. El soporte en sí mismo provoca una atención y una comprensión especial, una impresión en la memoria que es diferente. Y eso te lleva a una mayor permanencia.

– ¿Cuál fue el primer disco que te compraste con dinero propio?

– Uno doble de los Beatles:And I Love Her. Compré tres dobles de los Beatles con mi primera platita.

– Si tuvieras que elegir el mejor show al que asististe…

– ¿Te puedo decir tres? Porque vi bastantes shows. Vi A Reality Tour de Bowie, que fue la última gira de David Bowie; lo pude ver y fue fantástico. Otro show muy impactante fue uno de Nine Inch Nails, debe haber sido en 2006, que fue muy impactante a nivel visual, la entrega de [Trent] Reznor y el audio. El audio era tremendo. Los diferentes niveles de distorsión, clara y precisa, fue impactante, no emocionante, impactante. Y el de Roxy Music que vi en 2022 fue muy emocionante, y antes vi a The Cure, la gira anterior.

– ¿Cuándo conociste a Gustavo Cerati?

– Yo conocí a Gus ya de grande, a los 19 años (risas); ya había terminado el colegio. Lo vi tocar una vez en 1981, con su banda de jazz-rock fusión con folklore, que era Vozarrón, porque un amigo mío era el líder de esa banda. Me invitó a verlo y tenían un violero que tocaba muy bien y que tenía muy linda voz, que era Gustavo. Y ahí me marcó un poco, percibí el carisma y la presencia de él, que estaba sentado al costado de su equipo con una [guitarra] SG. Un par de años después me llama Charly Alberti porque estaban buscando un cuarto integrante para una banda que estaban armando en ese ese momento, que se llamaban Soda Stereo. Fui porque consiguieron mi número por Daniel Melero y por Eduardo Rogatti. Ellos ya habían pasado por el espacio de los chicos como el potencial cuarto músico.

– ¿Te diste cuenta de que ellos no te necesitaban y ahí arrancaste con Fricción?

– Más o menos así. Yo estuve ensayando varios meses con ellos y realmente no había una integración de la banda. Inclusive llevé varios temas míos, agrandamos el repertorio, me pidieron temas, pero yo sentía que era un añadido al trío. Se notaba que yo era un invitado; que ellos tenían una cohesión que, obviamente, el tiempo lo confirmó. A partir de que me fui de Soda, con Gustavo nos hicimos muy amigos porque ya no estaba ese compromiso, sino que había un interés genuino en la música y la amistad,

– Te tiro una frase, a ver qué te viene: “Y tu reencarnación tropezando en la avenida” [De Día común – Doble vida]

– A Gustavo siempre le daba un poco de vértigo el tema de las letras. Toda su carrera le sucedió eso, sentía que sus letras no estaban a la altura de la música que él trabajaba. Entonces, su inseguridad siempre le hizo pedir colaboraciones. Uno de los colaboradores, de vez en cuando, fui yo. Para Doble vida me mostró los temas y me dijo: “Mirá, tengo una cantidad de canciones que todavía no sé para dónde ir”. Conversamos algunas de las canciones y le di un cuaderno mío de anotaciones, de poesías, de frases, ideas, imágenes que yo consideré que no las iba a utilizar. Le dije: “Tomá, usá este cuaderno, acá hay un montón de data que puede servir. Usá lo que quieras, lo que no, quedará”. Y me dio un par de canciones para que yo laburara la letra: En el borde y Terapia de amor intensiva.

Doble vida era el título de una canción de Fricción, que después esa canción se deshizo; a veces, las canciones se deshacen. Gustavo me dijo si podía usar el título y le dije que sí. Toda la idea del principio de Lo que sangra (La cúpula), la primera estrofa, estaba en mi cuaderno. Y cuando me mostró todo el disco, todo lo que había hecho, que es buenísimo, me dice: “Y este sos vos”, en Doble vida, literalmente… “Y tu reencarnación tropezando en la avenida”.

– Después vino Fricción, Los 7 Delfines… ¿Cuándo arrancaste como solista?

– El proyecto solista empieza en 2009. Termino con Los 7 Delfines y decido encarar este camino. Una cosa me llevó a la otra. Yo necesitaba renovar un poquito mi relación creativa, mi relación con la música, con las canciones. Me encontraba un poco limitado, no por los músicos, no por la calidad de la banda, pero sí por el contexto cuarteto: dos guitarras, bajo y batería. Había algo, un carácter de LSD que ya se había consolidado y no me permitía experimentar otras estéticas. Y yo necesitaba salir de ahí, necesitaba que las canciones me pidieran cómo querían sonar, si no, siempre terminaba componiendo para este formato; que en un momento empezó a ser muy estricto, por más que yo intentara abrirlo y llevarlo hacia otros lugares. Después se fue afirmando todo mi tema solista y lo otro se desvaneció, y realmente no hubo manera de que yo me amigara con el contexto de una banda tan rígida.

– Los músicos suelen decir que su último disco es el mejor de su carrera. ¿Sentís que es así con El (in)correcto uso de la metáfora?

– Esta vez esperé a que lo dijeran los otros (risas). Pero sí, estoy muy contento, muy orgulloso con el disco. Siento que es el mejor porque supera mi expectativa, se parece mucho a lo que anhelaba hacer con el disco. Y, en ese punto, es donde considero que es el mejor porque no solo superó la expectativa, es fiel al proyecto original, a la necesidad que tuve, a la urgencia. Es un disco que fue como urgente y se compuso en pocos meses.

– ¿Cuál es tu mayor virtud?

– El tesón, que le dicen. La perseverancia.

– ¿Qué rasgo de tu personalidad te enorgullece?

– No sé.

– ¿Qué parte de tu infancia volverías a vivir?

– Puedo abrevar en el asunto de la nostalgia. Me gusta la vida como la viví, aunque hubo zonas muy áridas y ásperas, pero hubo y hay partes que son una belleza y amor. Entonces, está bien vivida la vida.

– ¿Qué canción te emociona más?

– Hay una parte de Moonage Daydream de David Bowie que, en toda la coda, siempre me lleva hasta las lágrimas.

– ¿Qué paisaje de Argentina llevás siempre adentro?

– Hay cosas tan lindas. Me gustan mucho las montañas, las sierras, y me siento muy bien en ese momento en que cruzamos el Río Colorado con el auto y aparece la Patagonia.

– ¿Qué libro, película u obra te marcó para siempre?

– Libro, puedo decir que es El almuerzo desnudo de William Burroughs. Es casi un libro de consulta. Desde hace unos años tengo la edición en inglés y encuentro otras cosas. Está bueno porque hay una reinterpretación de esa verbalidad. Creo que ese es el libro que más me ha marcado porque también lo tomé como un objeto de identidad. De apego.

La película es Blade Runner, aunque a esta altura queda un poco retro, literalmente. Esa película me hizo muy bien en esa transición de la adolescencia a la primera juventud. Para mí, es un eje.

– ¿Qué te da bronca con facilidad?

– Me indigna la mentira. La violencia verbal me da mucha bronca, me indigna, y me revienta tener que contener la respuesta al mismo nivel. O sea, bajarme de nivel para no subir la apuesta. Entonces, ahí se me arma un conflicto muy, muy jodido. No me gusta que se me despierte la violencia. Es horrible.

– ¿Qué te hace reír con ganas y sin culpa?

– La comedia física. Los tres chiflados, Buster Keaton, Chaplin.

– ¿Con quién te gustaría tener una última charla y por qué?

– Con mi esposa porque siempre queda algo en el tintero. A ver si llegamos a decir todo.

– ¿Qué te gustaría que digan de vos dentro de cien años?

– “El tipo que compuso la canción Incandescente”.