¿Acaso Washington le soltará ya la mano al gobierno de Milei? ¿O el Tesoro de los Estados Unidos le tirará una última y fenomenal cuerda, para comprobar si en octubre es capaz de estabilizarse electoralmente y después ver?
Dilucidar esa incógnita, que en estas horas parece haberse despejado, es el desafío único y supremo que tienen hoy los actores del poder real. Lo demás es cháchara alrededor de cuestiones en las que todos semejan fingir demencia.
Fue el propio Caputo Toto, en su reaparición frente al Gordo Dan y esta vez sin coros de “flota flota”, quien admitió que piensan reventar todos los dólares que hagan falta para sostener el techo de la banda. Ese dicho se llevó la marca, comprensiblemente, y relativizó otro que es la clave.
Según el Messi de las finanzas, siempre pensaron que podría haber un peor de los escenarios y, preparados para eso, están evaluando otro tipo de ayuda que “no vamos a anunciar hasta que concrete”. Milei avanzó luego en esa perspectiva, y el encuentro con Trump este martes terminó de encender la confianza gubernamental.
El amigazo Peter Lamelas, confirmado como nuevo embajador estadounidense, ya había adelantado que Argentina ocupa un rol central para los intereses de su país. Sobre todo, frente a la pérfida injerencia china.
Scott Bessent, secretario del Tesoro, supo venir aquí por 24 horas como quien quiere darse el lujo de probar nuestro bife de chorizo y volverse. Fue un hecho completamente inédito en la historia de las relaciones bilaterales. Y fue nada menos que en medio de las sacudidas mundiales que provocaron las pistoleadas de Trump con el tema aranceles.
Kristalina Georgieva también le había comunicado a Toto que lo aguantarían hasta octubre, y el jueves lo ratificaron algunos voceros del Fondo Monetario en modo extra oficial.
Otros miembros del organismo no piensan igual y se van, pero no silbando bajito. Como adelantó la colega Luciana Glezer, en LPO, abandona la poderosa Ceyla Pazarbasogliu, directora del Departamento de Estrategia, Política y Revisión (SPR) del FMI. Renuncia. En abril, había estipulado por escrito que la deuda argentina es “prácticamente impagable”. Y a tono con eso, el Fondo le habría exigido al Gobierno que el Presupuesto tenga, sí o sí, aprobación del Congreso.
El dato puede servir para ingresar al terreno de las ficciones kafkianas en que Argentina y su gobierno se sumergen no ya día a día, sino secuencia a secuencia.
El Presupuesto, precisamente, anunciado por Jamoncito en esa cadena nacional del lunes a la que los bufones oficiales presentaron como el surgimiento de un líder moderado, es la ley de leyes y la suma de todos los disparates posibles. Presenta para diciembre de 2026 una cotización del dólar que ya quedó unos cien pesos por detrás de la actual. Ni siquiera eso es lo más desopilante: todos los aumentos prometidos en partidas sociales quedan licuados por la inflación real, mientras las mascotas mediáticas insisten con un Presidente que tomó nota de la advertencia en las urnas.
El gabinete de crisis, no importa si admitido como tal o bajo el rótulo de la mueblería montada por el Gobierno gracias a sus mesas ampliadas, se mostró en toda su dimensión con las visitas a Olivos. Ni Capusotto, ni Saborido ni Monty Python alcanzarían cima semejante. Y Buster Keaton habría resignado su apodo de “El Gran Rostro de Piedra”, ganado a fuerza de sus expresiones imperturbables.
Sin solución de continuidad y con El Mago Sin Dientes esperando ser recibido a la puerta de la Quinta, en lo que resultó la cadena nacional pero permanente, durante varias horas, fueron ingresando los miembros del salvataje nacional.
La candidata correntina Virginia Gallardo; el púber Mariano “La Geisha” Pérez; el humorista Alejandro Rozitchner; el también candidato Tronco Figliuolo, de la troupe de Alejandro Fantino; Iñaki “La Pepona” Gutiérrez, a cargo de la cuenta de TikTok del Presidente; el presunto gaucho Alfredo Olmedo, armador de La Libertad Avanza en Salta. Y el inclasificable Diego Recalde que, de la noche a la mañana y sin origen conocido, inunda los medios oficiales bajo un aura de “cineasta” filosofal sólo emparentable con imágenes de Neurus, Hijitus y Larguirucho.
He ahí el gabinete de crisis que, es cierto, podría estimarse como menos bizarro que Caputo Toto convocando a que aproveches y compres dólares, campeón.
Hay además la falacia de estremecerse por los niveles del riesgo-país, que indica la sobretasa de interés a pagar por el acceso al crédito internacional. Simbólicamente, que no pare de subir es un elemento preponderante porque revela el índice de desconfianza del establishment financiero en la capacidad de pago del país. Pero técnicamente, dan lo mismo 800, 1500, 3000 puntos y así de corrido, porque en todos los casos significa que a Argentina no le presta nadie.
Y allí, de vuelta, el inmenso significado de un eventual apoyo del Tesoro estadounidense, porque sería el único recurso que le queda a nuestro equipazo económico para que las llamas no terminen de incendiar todo en forma inminente.
Desde ya, también cabría el artilugio de liberar por completo el tipo de cambio pero, vaya detalle, eso supone un traslado a precios que, aun cuando no fuera proporcional a la devaluación, le daría el tiro de gracia a las chances electorales de los libertaristas. No parece. O, en rigor, no son los indicios existentes cuando acaban de meterle cepo a directivos de bancos y familiares. Mirá vos a los anarco-liberales.
La Hermanísima, a todo esto, ratificó que el mando le pertenece enteramente. El hermano, al margen del lunes pasado, sólo apareció como pollito aterido en un zoom con los ultras españoles, donde -dato- ya no cosechó entusiasmo estentóreo. Después, en una cumbre de cuarta categoría, en Asunción, donde habló de lo bien que nos iría si fuésemos como Paraguay. Y finalmente, en Gorilandia pero frente a escalinatas casi vacías, retomó el tono bélico, agregó que el pánico político hace subir el riesgo-país y pidió seguir para adelante.
Para adosar confianza, el economista más íntimo de Milei, Juan Carlos de Pablo, respondió en diálogo con Radio El Destape a la pregunta de si alcanzan las divisas para contener al dólar hasta las elecciones. “Lo sabe Dios”, contestó el escucha de óperas con Milei, arguyendo que no es un especialista en la materia. Pero, encima, acerca de los bonos que vencen en enero próximo y siendo que Toto aseguró estar trabajando para garantizar el pago de los vencimientos, De Pablo dijo que le parece “una insensatez, pero ponele que se tomó un whisky a la mañana”.
Y no se vayan que viene lo mejor: le recomendó al Gobierno que trate de poner plata fresca, bonos frescos o convencer a los principales tenedores de cambiar unos títulos. Y si no, “declarar el default”.
Con el economista más allegado al Presidente diciendo estas cosas, se potencia aquello de que el Tesoro estadounidense es la opción exclusiva o preferencial que le resta al Gobierno en el cortísimo plazo. El mediano es después de octubre y, así fuere que el oficialismo obtuviera un resultado decoroso, debe resetearse porque los dólares auténticos no están ni hoy ni mañana (salvo los del 2033 que pronosticó Toto, cuando subirán los pedos de buzo de energía y minería).
Estaría fuera de duda que este modelo económico representa una apuesta estratégica de Washington en la región. Lo son también nuestros recursos naturales. ¿Por qué le soltarían la mano? ¿Por qué permitirían que se hunda sin intentar, al menos, que se retome alguna sensación de estabilidad financiera y apostar a que el oficialismo consiga en octubre los 87 diputados que son el tercio necesario para asegurar sus decretos de liquidación?
Sin embargo, ¿cuánto de todopoderoso sigue siendo el viejo y decadente Imperio? Porque resulta que las negras también juegan, y no consisten solamente en lo que pueda ser el armado de una oposición efectiva. Está además el crecimiento progresivo de los entramados de corrupción gubernamental. Esta semana se amplificó llegando hasta el propio Milei, a través de la declaración indagatoria de Fernando Cerimedo. Nadie puede aseverar que no surja desde allí un cisne negro.
En síntesis, son varias las monedas al aire.
En algunos casos, para dónde van a caer se juega acá, en el país. En las masacres intestinas de un Gobierno desvencijado. En un Congreso que se sacudió la modorra. En una calle que las minorías intensas volvieron a ganar. En los decepcionados con Milei que se retiran de las urnas. En una cotidianeidad que ya casi hace extrañar tiempos inflacionarios, pero con una economía no apagada.
Y en otro caso, hasta donde da la vista, lo que le vaya a suceder a Jamoncito no se juega en Argentina.