Beal City es un pequeño pueblo del estado norteamericano de Michigan, donde viven apenas 332 habitantes. La vida allí transcurría sin sobresaltos, hasta que Lauryn Licari y su novio, Owen McKenny, dos adolescentes que asistían al colegio local, comenzaron a recibir mensajes de un número desconocido llenos de insultos. Al principio eran frases intimidantes, pero pronto la situación escaló y se transformó en uno de los casos más perturbadores de ciberacoso de los últimos años en Estados Unidos.

El primer texto anónimo lo recibió Lauryn en octubre de 2020, en la previa a la fiesta de Halloween. “Hola, Lauryn, Owen va a cortar con vos. Ya no le gustás. Desde hace tiempo se siente así. Es obvio que me quiere a mí. Conmigo sonríe, se ríe y me toca el pelo”, decía. Con los días, los comentarios pasaron a ser amenazas con connotaciones sexuales. “No sé si Owen te dijo, pero vamos a ir juntos a la fiesta de Halloween y después vamos a cogxr. Vos sos una chica dulce, pero yo puedo darle lo que él quiere. Perdón, pero es la verdad”, escribió. La frecuencia de los mensajes también se volvió insoportable: recibían hasta cincuenta textos por día, con intimidaciones hacia ella y propuestas sexuales explícitas dirigidas a él.

“Fue tan grave que ya ni siquiera quería ir a la escuela. Tener un teléfono se convirtió en lo peor que me pasó”, contó Owen. Lauryn, que se llevó la peor parte, sostuvo: “Llegué a cuestionar la forma en la que pensaba sobre mí misma”.

El infierno duró casi dos años y tuvo que intervenir el FBI para resolver el caso, luego de que las autoridades locales reconocieran sus limitaciones. La historia se reconstruye en Número desconocido, el documental que llegó a Netflix el 29 de agosto pasado y, desde entonces, se mantiene en el top 10 de los más vistos, con más de 11 millones de visualizaciones en el mundo.

Lauryn Licari y su novio, Owen McKenny, eran una de las parejas más populares del colegio (Foto/Netflix)

Todos sospechosos

Lauryn y Owen se conocieron en séptimo grado. A ella le pareció lindo y a él le llamó la atención por ser dulce, aunque algo tímida. Los dos eran atractivos y deportistas, así que no pasó mucho hasta que se volvieron una de las parejas más populares de la escuela, para muchos “la pareja perfecta”. Con el tiempo, la relación se fue afianzando y empezaron a compartir planes con sus familias. Incluso sus madres terminaron haciéndose amigas.

Después de la fiesta de Halloween, los mensajes anónimos desaparecieron por un año. Hasta que, de un día para el otro, volvieron y con más crudeza: ¿Cómo está la pareja ‘feliz’? ¿Se preparan para el final? Owen me ama y siempre seré la chica que ama. Él va a estar conmigo mientras vos, sola y fea, te quedás sola”. Para entonces, el acosador había creado un grupo de WhatsApp con Lauryn y Owen para asegurarse de que ambos leyeran lo mismo.

Frente al hostigamiento, Lauryn intentaba comunicarse, pero nadie atendía. La respuesta llegaba siempre por mensaje de texto: “Dejá de llamarme. No te voy a contestar”. El hecho de que la nombrara por su apodo, “Lo”, la convenció de que se trataba de alguien cercano. Así, el miedo se trasladó a lo cotidiano. “Sentía que sabía todo lo que hacía en clase. Un día me escribió: ‘Sos una basura. No deberías usar calzas. Nadie quiere ver tu culx plano y anoréxico’. Eso me impactó. Me cuestionaba qué ponerme para ir a la escuela, cómo me veía o cómo estaba mi pelo”, relató Lauryn en el documental.

El clima de sospecha se instaló en la escuela. “Si recibía un mensaje en el horario de clases, buscaba a alguien que estuviera mirando su teléfono”, recordó Owen que, en un momento, propuso una separación temporal con la esperanza de que los mensajes cesaran. Para Lauryn fue muy duro: “Fue mi primer amor. Llevábamos más de dos años juntos y dejamos de hablarnos”.

Aunque los dos recibían mensajes, Lauryn era la principal destinataria de las agresiones. “No deberías usar calzas. Nadie quiere ver tu culx plano y anoréxico”, le decía el hostigador (Foto/Netflix)

Un giro inesperado

Cuando los adolescentes les contaron a sus padres lo que venían padeciendo, las familias de Lauryn y Owen se presentaron en el colegio para pedir que las autoridades intervinieran. “El día que me mostraron los mensajes quedé atónito por lo agresivos que eran”, recordó Dan Boyer, director de la secundaria de Beal City.

Durante meses, la institución trabajó junto con la policía local: revisaron los videos de las cámaras de seguridad y se reunieron con los alumnos, pero nada detuvo la avalancha de hostigamiento. Aunque los dos recibían mensajes, Lauryn era la principal destinataria de las agresiones: “Hoy te vestiste como una putx. Intentás llamar la atención todo el tiempo. ¿Por qué no te vas a la mierda?”; “No tenés amigos. Chupás penes para que te hablen”; “Matate en este momento”.

A partir de las entrevistas con los estudiantes, los efectivos hicieron una lista de posibles sospechosos: entre ellos figuraba Khloe Wilson, una amiga de Owen en cuyo celular hallaron varias cuentas falsas y coincidencias en el lenguaje de los mensajes. También se investigó a Sophie Weber y a la prima de Owen, Adrianna. Todas negaron haber enviado los textos y ofrecieron sus teléfonos para ser revisados. Pero como no hubo pruebas firmes, ninguna fue acusada.

La situación escaló hasta que el sheriff decidió pedir ayuda a la unidad de Delitos Cibernéticos del FBI. El rastreo técnico mostró que los mensajes provenían de una aplicación llamada Pinger, que permite enviar mensajes de texto por wifi y oculta el número real. Siguiendo direcciones IP y con una orden de registro, los agentes llegaron a un nombre que dejó a todo el pueblo en shock: Kendra Licari, la madre de Lauryn. Durante meses, la mujer utilizó herramientas de ocultamiento digital para acosar a su propia hija y a su entorno más cercano.

Lauryn junto a sus padres, Shawn y Kendra, en una actividad deportiva de la escuela (Foto/Netflix)

“Cuando hacía eso no era yo”

Durante la investigación, se reunieron más de 700 páginas de evidencia con los mensajes enviados por Kendra Licari. Aunque en ese momento el contenido no fue difundido públicamente, la fiscalía lo calificó como “perturbador” y “detestable”. “Nadie en su sano juicio pensaría que una madre podría hacerle esto a su hija”, sostuvo el fiscal, David Barberi.

Bill Chilman, responsable del distrito escolar, sostuvo que Licari buscaba que su hija dependiera de ella. “Alguien acuñó el término y lo llamaron una variante del síndrome de Münchhausen. Se trata de provocar sufrimiento para que el otro te necesite en su vida”, explicó.

En abril de 2023, Kendra fue declarada culpable de dos cargos de acoso a menores y condenada a 19 meses de prisión. El 8 de agosto de 2024 obtuvo la libertad condicional y permanecerá bajo supervisión hasta febrero de 2026.

Antes de que se descubriera la verdad, la mujer era conocida en Beal City por su trabajo en el área de tecnología de la Ferris State University, su rol activo como madre y su participación en actividades deportivas con Lauryn. Vecinos y familiares la describían como sociable y extrovertida, hasta que en 2021 una crisis laboral pareció marcar un quiebre: dejó su empleo y fingió trabajar desde casa. Pero en realidad usaba ese tiempo para hostigar a su hija.

“Creo que fue un escape: era como que me desconectaba de la vida real, aunque seguía siendo la vida real. Cuando hacía eso no era yo, me aislaba de mi vida cotidiana y no podía parar. Nunca tuve miedo de que mi hija se hiciera daño”, sostuvo Kendra.

Hoy madre e hija tienen prohibido el contacto. Aun así, en el documental Licari expresó su esperanza de recomponer el vínculo: “Hace un año y medio que no la veo. Las dos sabemos que nos apoyamos, pase lo que pase. Estoy segura de que podemos tener una relación sana”. Lauryn, por su parte, admite sentimientos encontrados: “Quiero confiar en ella, pero no creo que pueda. Ahora que salió quiero que reciba ayuda que necesita para que cuando nos veamos no vuelva a ser todo como antes”.

Después de cumplir una condena y obtener la libertad condicional, Kendra y Lauryn tienen prohibido cualquier contacto (Foto/Netflix)

La palabra de un especialista

“La historia que cuenta Número desconocido es un típico caso de ciberacoso con la particularidad de que la hostigadora es la madre de la víctima. En ese sentido, hay un doble componente perverso: el del acto en sí y el del uso de la tecnología, el anonimato y la manipulación. Esa traición del vínculo primario genera un estrés postraumático, desconfianza crónica y problemas vinculares“, indica Hernán Navarro, director ejecutivo de la ONG Grooming Argentina.

“A diferencia del grooming (que es un delito penal con penas de prisión de 6 meses a 4 años), el hostigamiento digital no se considera delito autónomo en el Código Penal. Solo en la Ciudad de Buenos Aires aparece como una falta en el artículo 53 del Código Contravencional de la Ciudad. A nivel nacional, queda disperso en figuras como amenazas o coacciones. Eso habla de una vacancia legal preocupante”, indica Navarro.

En ese sentido, para el especialista, la clave está en la prevención y la respuesta institucional: “Las escuelas suelen carecer de protocolos para diferenciar un conflicto escolar de un delito digital. La violencia online no ocupa un lugar físico: puede empezar en el aula y explotar en la habitación, o al revés. Si no nos ponemos de acuerdo y entendemos que si me dicen ‘feo’ en el aula y me dicen ‘feo’ por Instagram hay un correlato, seguimos abordando las violencias por separado y con herramientas de la era analógica”.

Navarro también ofrece recomendaciones concretas para quienes atraviesan situaciones de hostigamiento digital: “Lo primero es poder hablarlo con un adulto de confianza y no quedarse en silencio. Evitar la confrontación directa, porque solo escala la violencia. Guardar cada evidencia —capturas, mensajes, links— sin borrar nada, y no bloquear al agresor para que la trazabilidad se conserve. Avisar a las plataformas, hacer la denuncia y, sobre todo, contar con acompañamiento psicológico. Todo lo que pasa en internet deja huellas emocionales reales, aunque no haya marcas físicas”.

*Grooming Argentina nació institucionalmente en el año 2014 y se convirtió en la primera organización global creada para combatir el delito de “grooming o child grooming”. Más información, acá.