Países y regiones han logrado transformar sus capacidades científicas en ventajas competitivas a favor de la prosperidad y desarrollo.
Para México, el desafío no es la falta de talento o de infraestructura, pues es una de las economías más innovadoras de América Latina y un referente global en exportaciones de alta tecnología; el reto está en la fragmentación de su ecosistema de innovación.
Las universidades deben buscar aprovechar su investigación para enfrentar desafíos globales y sociales urgentes, fomentando una investigación que expanda el conocimiento y produzca innovaciones capaces de transformar la industria, por su parte las empresas, con su necesidad de innovación para competir, y el gobierno, con su papel de habilitador, deben operar como un sistema interconectado y con un propósito común; contribuir al desarrollo productivo y social.
El primer eslabón para que el conocimiento universitario se traduzca en impacto económico es la protección de la propiedad intelectual. Los activos de PI, son el puente que conecta la invención con su potencial comercial. La Ley Bayh-Dole de 1980 en Estados Unidos es un ejemplo claro de cómo una política pública en materia de propiedad intelectual puede reconfigurar un ecosistema de innovación, al incentivar a las universidades a retener la propiedad de las invenciones y a comercializarlas a través de empresas (spin-offs) o licencias.

Las empresas en entornos competitivos deben desarrollar e infundir constantemente nuevas tecnologías en sus líneas de productos para mantenerse a la vanguardia, con la claridad de que la innovación ya no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para el desarrollo, la prosperidad y la resolución de los problemas más apremiantes de la sociedad.
Para que la sinergia entre la universidad y la industria sea efectiva, las empresas deben adoptar una estrategia de innovación proactiva, que vaya más allá de la mera adquisición de tecnologías existentes y migre hacia un proceso de “infusión tecnológica” que permitaintegrar innovaciones “radicales” en sistemas o productos ya existentes.
Tres son los desafíos clave que hacen necesario el valorar la adopción de una nueva estrategia de innovación proactiva:
- El estancamiento de la productividad: A pesar de los avances tecnológicos, el crecimiento de la productividad se ha ralentizado, lo que limita el crecimiento salarial y la prosperidad general.
- La desigualdad económica: La brecha entre los ingresos más altos y los más bajos se ha ampliado, lo que amenaza la cohesión social y la movilidad económica.
- La erosión de la competitividad: México debe fomentar la adopción de tecnologías avanzadas en el sector manufacturero para aumentar la productividad y la competitividad.

Una nueva tecnología no es un elemento aislado, sino que transforma la arquitectura completa del sistema, el valor de su integración depende de cómo se impacta la plataforma del producto a lo largo del tiempo, así como de los efectos de combinación entre tecnologías. La sinergia entre múltiples innovaciones puede crear un valor exponencial o, por el contrario, generar incompatibilidades.
El valor debe equilibrar las necesidades de las partes interesadas internas y externas simultáneamente. Esto implica un diálogo constante entre los requerimientos técnicos del diseño y producción con la funcionalidad y el rendimiento demandados por los usuarios finales.
La adopción de tecnologías requiere una metodología sistemática para cuantificar y evaluar el impacto de la infusión tecnológica en las primeras etapas del ciclo de planificación del producto. Esta metodología, que podría incluir el análisis de la estructura y evolución de la tecnología, es esencial para optimizar los procesos industriales.
La integración tecnológica es el proceso a través del cual la innovación se convierte en optimización industrial. No se trata solo de la compra de un nuevo software o maquinaria, sino de la incorporación de nuevas lógicas, métodos y conocimientos en los procesos productivos.

Los estudiantes y los investigadores, como fuentes de conocimiento, deben estar en contacto permanente con las demandas de la industria para que su trabajo no se quede en el ámbito teórico. La colaboración multidisciplinaria y el uso activo de la PI son esenciales para llevar las innovaciones desde la idea hasta el usuario final de manera efectiva, compartiendo costos y acelerando la llegada al mercado. En este sentido, la optimización industrial a través de la tecnología es el resultado de un proceso de aprendizaje continuo y de una sinergia profunda entre la universidad, la empresa. Se trata de una tarea que demanda audacia, flexibilidad y una visión estratégica que trascienda los silos institucionales.
El país debe desafiar la noción tradicional del comercio como un simple intercambio de bienes, y en su lugar, abordarlo como una actividad integrada en las cadenas de valor mundiales, la innovación no solo genera nuevas industrias y productos, sino que transforma la forma en que se materializan los bienes y servicios, desde la desintegración vertical de la producción, hasta el ensamblaje final.
Este nuevo paradigma tiene profundas implicaciones para la innovación, pues ya no es un proceso que se limita a un solo país, sino que se ha convertido en una actividad globalizada. Las empresas multinacionales, al fragmentar su producción, también fragmentan y externalizan su I+D, colaborando con universidades y centros de investigación de diferentes países. Esto crea oportunidades para que economías como la mexicana se integren en las redes de innovación globales y adquieran conocimiento y experiencia.