Cada día estamos rodeados de música, aunque no siempre la busquemos. Suena en cafeterías, gimnasios, tiendas, transporte público… y, por supuesto, en nuestros auriculares. Para muchos, ponerse los cascos es tan automático como abrir el portátil. Pero detrás de ese gesto cotidiano hay una pregunta clave: ¿qué efecto tiene la música de fondo en nuestra atención y emociones?
Un equipo de investigadores de la Universidad de Montreal quiso mirar más de cerca este fenómeno. No se limitaron a estudiar un laboratorio aislado, sino que preguntaron directamente a más de 400 jóvenes adultos por sus hábitos musicales en la vida real. La idea era sencilla: saber cuándo escuchan música, qué tipo prefieren y cómo creen que influye en su concentración, memoria y estado de ánimo.
Los resultados muestran algo claro: la música no es un adorno, sino un recurso que usamos estratégicamente. La elección del estilo, del ritmo o incluso de si lleva letra o no, depende de la tarea que tenemos entre manos.

cerebro

El cerebro usa la música como herramienta para ajustar el nivel de energía. Representación artística. Fuente: Sora / Edgary Rodríguez R.

Con música todo sabe distinto

El estudio distingue entre actividades que exigen mucha cabeza —como estudiar, leer o resolver problemas— y otras más automáticas, como limpiar, cocinar o hacer deporte. En cada contexto, la música cumple un papel distinto.

Cuando se trata de tareas intelectuales, la mayoría prefiere música tranquila, sin cambios bruscos y, mejor aún, sin voces que compitan con el texto que intentamos leer.

De hecho, los participantes señalaron que les resulta más fácil concentrarse si la canción es instrumental, relajante y familiar. Esa combinación parece dar un telón de fondo estable para que la mente se centre en lo importante.

En cambio, cuando la actividad es física o rutinaria, la elección se transforma: entran en juego los ritmos rápidos, energéticos y con letra. Aquí, la música deja de ser discreta y se convierte en combustible. Es el motor que acompaña un entrenamiento, que hace más llevadera la limpieza o que inyecta ánimo en una tarea repetitiva.

El poder de la elección personal

No toda la música funciona igual para todos. Uno de los hallazgos más consistentes del estudio es que la música genera más beneficios cuando la persona elige lo que escucha. La familiaridad con las canciones —conocer la melodía, anticipar los cambios, sentirse cómodo con el estilo— hace que el cerebro se relaje y pueda aprovechar mejor el estímulo.

Escuchar una lista impuesta por otros, en cambio, puede tener el efecto opuesto. En lugar de concentrar, irrita. Este detalle, que parece trivial, resalta una idea importante: el control sobre lo que escuchamos es tan relevante como el tipo de música en sí. La música elegida voluntariamente se percibe como una aliada, no como una intrusa.

La música de fondo mientras trabajas podría ser la clave para mejorar foco y motivación, según la ciencia 2
El control personal sobre la playlist potencia sus efectos positivos. Fuente: Pixabay.

Concentración y ánimo en la misma partitura

El equipo de investigadores también exploró los efectos percibidos de la música en dos grandes áreas: el rendimiento cognitivo y el bienestar emocional. Los participantes coincidieron en que escuchar música ayuda a concentrarse mejor y mantener la motivación, además de mejorar el estado de ánimo.

Estos beneficios subjetivos aparecen en todo tipo de actividades, aunque varían en intensidad. Mientras que la música suave apoya la memoria y la atención en tareas exigentes, los ritmos intensos refuerzan la energía y el ánimo en contextos físicos o rutinarios.

En ambos casos, la conclusión es similar: la música actúa como un regulador interno.

Más allá de la ciencia, esto explica por qué tantas personas consideran imposible trabajar en silencio absoluto o entrenar sin una playlist. La música se convierte en una especie de herramienta invisible, ajustada a cada situación.

Música y atención en jóvenes con TDAH

El estudio también exploró cómo la música de fondo es utilizada por personas con síntomas de TDAH, un trastorno caracterizado por dificultades para mantener la atención, regular la impulsividad y gestionar la hiperactividad. Los resultados revelan que este grupo recurre a la música con mayor frecuencia que sus pares neurotípicos, especialmente durante actividades que requieren esfuerzo mental, como estudiar, y también en momentos físicos o rutinarios, como entrenar o hacer tareas del hogar.

Una de las claves está en la preferencia por música estimulante. Mientras que la mayoría de jóvenes prefiere melodías tranquilas al enfrentarse a tareas cognitivas, los participantes con síntomas de TDAH tienden a elegir ritmos más rápidos e intensos.

Según los investigadores, esta elección no es casual: puede estar relacionada con la necesidad de regular el nivel de activación cerebral. En otras palabras, la música serviría como un apoyo externo para alcanzar un estado óptimo de concentración.

Lo más interesante es que, pese a las diferencias en hábitos y estilos elegidos, los efectos percibidos fueron muy similares entre ambos grupos. Tanto quienes tenían síntomas de TDAH como quienes no los tenían afirmaron que la música les ayudaba a mejorar la concentración y el ánimo. Esto sugiere que, aunque cada persona adapta el tipo de música a sus necesidades, el papel de la música como recurso para la atención y el bienestar es ampliamente compartido.

La música de fondo mientras trabajas podría ser la clave para mejorar foco y motivación, según la ciencia 3
Cada actividad tiene su propia banda sonora óptima para el cerebro. Fuente: Pixabay.

El mecanismo detrás del efecto

¿Por qué la música logra influir tanto en nuestra mente? Los investigadores sugieren una explicación ligada al sistema de recompensa del cerebro. Escuchar música activa circuitos relacionados con la dopamina, el mismo neurotransmisor que refuerza la motivación y el placer.

Cuando la música es estimulante, puede elevar el nivel de alerta y energía, lo que ayuda a enfrentarse a tareas exigentes o prolongadas. En cambio, una melodía suave puede reducir la ansiedad y facilitar un estado de calma propicio para la lectura o el estudio. En ambos casos, la clave está en cómo la música modula el nivel de activación cerebral para ajustarlo a lo que necesitamos en cada momento.

El estudio no pretende dar una receta universal: no hay una playlist mágica que sirva para todo el mundo. Pero sí muestra que la música de fondo es una herramienta flexible y accesible que cada persona adapta a su manera.

La enseñanza es clara: escuchar música mientras hacemos cosas no es una distracción inevitable, sino una estrategia de autorregulación. Elegir qué, cuándo y cómo escuchar puede marcar la diferencia entre una tarea pesada y una experiencia más llevadera.

Quizá por eso, al final del día, muchos sentimos que necesitamos una canción para concentrarnos, otra para correr y otra para relajarnos. La ciencia confirma que no es casualidad: es nuestro cerebro afinando su propia banda sonora.