La omnipresencia de los dispositivos electrónicos no supone una amenaza solamente para los adolescentes, sino también para la primera infancia e inclusive la adultez. El ser humano en general tiende a delegar “funciones cognitivas y capacidades psíquicas” en la tecnología, a tal punto que cabe preguntarse “en qué nos estamos transformando”. Hasta las prácticas deportivas están en crisis ante la hegemonía de los juegos electrónicos, ciertas redes sociales y el scroll, entre otras tendencias que se suponen divertidas.

Además de actriz y deportista, Marcela Mohr es psicóloga y trabaja sobre todo en el área de la psicología del deporte con adolescentes. Pero ante las consultas de El Cordillerano, se explayó sobre una situación que se generaliza. “Si bien es una etapa ultra vulnerable, porque hay un ser mutante desvalido de su identidad de infancia que aún no construye la adulta, no debiera ser la única que nos preocupe, porque el fenómeno de los dispositivos electrónicos ataca desde la primera infancia y también a los adultos”, enmarcó.

La que intentamos abordar “está siendo una problemática que atraviesa nuestro modo vincular: la pantalla y el dispositivo electrónico median en todo tipo de vínculo, inclusive en el constitutivo o primario que construye la crianza”, advirtió la especialista. “La mirada del adulto también es adulterada por el uso de la pantalla, así que el problema es, entre otros, el de la adolescencia”, enfatizó. “Incluso como adultos somos parte del problema”.

“La pregunta puede ser filosófica, pero qué nuevas subjetividades se están armando a partir de la incidencia tan profunda de los dispositivos electrónicos y de la hiper conexión que estimulan”, inquirió Marcela. “Las nuevas dinámicas de la comunicación a través de lo virtual, de la Inteligencia Artificial y de la tecnología han venido a inmiscuirse de una forma que quizá no tenga retorno e incida en nuestra identidad como seres humanos”, avisó.

Para que se entienda más claramente, “diría que el ser humano está delegando muchísimas de sus funciones cognitivas y sus capacidades psíquicas a la tecnología”, subrayó la psicóloga. “Desde el vamos, ya no nos acordamos el número de teléfono de nadie porque está en la agenda, ya no retenemos la fecha de cumpleaños de la gente que queremos porque lo recuerda Facebook y así sucesivamente con nuestra capacidad de razonar, de calcular y de hacer síntesis”, ejemplificó. “Estamos entregando todo”.

La psicóloga, en el aquí y ahora de la montaña.

El que piensa pierde, bromeaban Les Luthier hace muchos años. “Lo que tiene que ver con la IA está reduciendo de manera drástica nuestra capacidad de esforzarnos por pensar e incluso, de generar conexiones entre pensamientos, que era lo que antes se privilegiaba en lo que llamamos inteligencia práctica”, evocó la profesional. “Hasta eso estamos encomendando a la IA. Entonces, queda abierta la pegunta: ¿qué nuevos sujetos se están constituyendo? ¿En qué nos estamos transformando?”

El deterioro de la palabra

Marcela aportó contexto: “desde el psicoanálisis sujeto es entender que somos construidos como seres humanos a partir del lenguaje. Hay alguien que nos preexistió y nos involucró, nos interiorizó en el mundo del lenguaje y el mundo humano a través de la palabra”, evocó. “Si está cambiando el modo en que la palabra transita y cómo nos comunicamos, no hay dudas de que también está cambiando la identidad de la constitución psíquica”. Hay que prestar mucha atención.

Existen conductas que parecen naturalizadas que resultan como mínimo, preocupantes. “Cuando pensamos en un otro que nos habla, que nos piensa, que nos constituye a partir de una mirada”, hoy vemos que “hasta esa mirada está corrompida cuando los niños ven que sus familias utilizan el recurso de la selfi, la foto o el estar presente a través de lo digital”, cuestionó. Como contrapartida “el lenguaje escrito, el de puño y letra, está cada vez más perdido”.

Es público y notorio que “el WhatsApp o la comunicación de pocos caracteres de Twitter han dominado y cambiado las preferencias, porque hoy todo tiene que ser corto, conciso, claro. Una imagen que diga mucho, pero sin palabras”, criticó. “Hay una desvalorización del recurso de la palabra. Antes, la carta o la postal implicaban que el uso del puño y letra escrita involucrara un tesoro de registro emocional”.

En efecto, “el tamaño de la letra, el trazo de la tinta y la presión sobre el papel describían todo un acontecimiento emocional de la persona a través de su texto y escrito. Hoy todo se reduce a los mismos caracteres de letras que se simplifican y palabras que se acortan”. Además, “a la carta había que esperarla, con el teléfono fijo había que esperar que la persona llegara a su casa. Todo involucraba un tiempo, un proceso y una espera que hoy no están puestas en juego en estas nuevas dinámicas”, resaltó Marcela.

“Todas las propuestas tienen que ver con el ya, con el ahora. No se entiende qué es un tiempo de espera y esto hace crisis en el deporte”, evaluó finalmente. “Es que específicamente el deporte sigue pidiendo tiempo, que las cosas nos cuesten en un tiempo real: el del aquí y ahora… Que nos lleven un proceso, que nos enseñen a transitar la frustración, porque no hay ningún aprendizaje que involucre tiempo y espacio real que no pida transitar y prosperar la frustración”, diferenció.

Confusión esencial

En las antípodas de esa cultura, “todo lo que tiene que ver con la comunicación, la inmediatez de los artefactos electrónicos, los juegos y el scrolleo de información aleatoria de poca trascendencia, pero masiva, va generando que me encuentre con la dopamina”, alertó la psicóloga. “Está muy de moda pensarlo así: un placer a corto plazo, inmediato y de recompensa placebo que no involucra grandes esfuerzos por parte del sujeto y no pone en acción real sus esfuerzos con un fin”.

El hipotético logro “es absolutamente aleatorio, enajenante y funciona para generar un efecto placebo que está muy lejos del bienestar y ese es uno de los problemas: confundir placer con bienestar”, sentenció la especialista. En forma contrapuesta, “la propuesta deportiva nos invita a pensar que renunciando al placer inmediato y a todo tipo de recompensa a corto plazo, voy a encontrar mediante el esfuerzo y la puesta en juego del cuerpo aquí y ahora en el largo plazo, una satisfacción por la tarea cumplida. No tiene que ver con el resultado, sino con verme a mí mismo y con segregar otro tipo de sustancia, como la serotonina o endorfinas, que sí tienen que ver con el bienestar”. Pareciera que superar la confusión se torna imperioso.