Las ex docentes Otilia Di Luca y María Cristina Guglielmetti, integrantes de la Asociación Educadores Jubilados de Bebito Juárez, compartieron con El Fénix una mirada reflexiva sobre la evolución de las prácticas educativas. Desde una posición ética y comprometida, destacaron el rol de la tecnología como herramienta, pero también como desafío en la formación integral de niños y niñas.
Educar en tiempos de pantallas: ¿qué lugar debe ocupar la tecnología en la escuela?
La escuela cambió. Cambió su manera de enseñar, sus recursos, sus modos de vincularse con el conocimiento. Pero también sigue sosteniéndose sobre valores esenciales: el compromiso del docente, el vínculo pedagógico, la transmisión de la palabra, del pensamiento, del respeto.
“En un mundo donde las pantallas forman parte del paisaje cotidiano, la pregunta no es si la tecnología debe estar presente en la vida de los niños, sino cómo y para qué integrarla. Demonizarla o idealizarla por completo nos aleja de una mirada pedagógica más rica y equilibrada”, coincidieron ambas docentes.
Tecnología y educación: entre la oportunidad y la responsabilidad
Para Otilia Di Luca, la llegada de la tecnología significó una transformación profunda:
“La tecnología y la comunicación ampliaron enormemente el acceso a la información. Hoy contamos con libros digitales, simuladores, videos y herramientas interactivas que enriquecen la propuesta educativa y permiten adecuarla a cada estudiante”.
Sin embargo, destaca que su uso debe estar guiado por una intención pedagógica clara:
“La tecnología en el aula ayuda a desarrollar habilidades para el siglo XXI, pero también nos enfrenta a desafíos éticos importantes: cómo reducir la brecha digital, cómo enseñar un uso responsable, cómo evitar la dependencia y fomentar el pensamiento crítico”.
El lenguaje como derecho: una evolución pedagógica
María Cristina Guglielmetti centró su reflexión en el área de Prácticas del Lenguaje y en cómo la enseñanza de leer, escribir y hablar se ha reconfigurado en las últimas décadas:
“Desde la década del 80 hasta hoy, el sistema educativo argentino transitó un cambio profundo. Antes, la enseñanza del lenguaje se centraba en la copia, el dictado, la repetición. Era un proceso mecánico, técnico. Hoy entendemos la alfabetización como un derecho social”.
Señala que el enfoque actual busca formar lectores y escritores críticos, capaces de comprender el mundo que los rodea:
“Los diseños curriculares promovieron una mirada integral. Se considera a los niños y niñas como sujetos activos del conocimiento, capaces de interpretar, producir y reflexionar sobre lo que leen y escriben”.
En el nivel inicial, se promueve desde temprano el contacto con textos completos, literarios y reales. En primaria, la enseñanza se organiza en tres grandes ejes: lectura, escritura y oralidad, con propuestas que recuperan el sentido comunicativo, estético y social del lenguaje.
“Ya no se enseña solo a copiar o descifrar. Se enseña a pensar, a argumentar, a crear. Se prioriza el vínculo con la palabra y el desarrollo del pensamiento”.
Una pedagogía basada en el vínculo, la ética y la curiosidad
Ambas docentes coinciden en que el mayor desafío hoy no es tecnológico, sino humano: cómo formar personas críticas, solidarias, empáticas y libres. La tecnología puede ser una herramienta para eso, pero nunca un fin en sí misma.
“Bien utilizada, puede acercar saberes, ampliar horizontes, despertar la curiosidad. Puede convertirse en una aliada del aprendizaje. Pero debe estar acompañada por una mirada pedagógica, ética y comprometida”.
Y concluyen con una imagen que resume toda su experiencia:
“Como educadores y familias, tenemos la responsabilidad de transformar las pantallas en ventanas: ventanas al conocimiento, a la creatividad, al pensamiento crítico. No se trata de reemplazar el juego, el libro o la conversación, sino de sumar herramientas que potencien lo que ya sabemos que funciona: el vínculo, la palabra, el deseo de aprender”.
Citan finalmente a la escritora Margarita Mainé, quien sintetiza con claridad el rol del adulto en la educación:
“Los adultos somos los que, desde muchos caminos, facilitamos la lectura a los niños”.