Un informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) titulado “Estrés Económico: cambios y continuidades en la evolución histórica y período reciente”, advierte que el 50% de los argentinos sufre de “estrés económico”. ¿A qué se refiere y qué sectores de la sociedad son más propensos a sufrirlo?
El estudio de la UCA define “estrés económico” a la manifestación de insuficiencia de ingresos por parte de los miembros del hogar; es decir, la percepción de que los ingresos totales del hogar no alcanzan para cubrir los consumos básicos habituales y sostener los patrones de consumo. Otra característica de este fenómeno es la imposibilidad de generar ahorros.
El informe busca poner en evidencia que la relación entre el estrés económico y los indicadores tradicionales de pobreza por ingresos no tienen una relación automática ni mecánica. La autopercepción de insuficiencia de ingresos responde también a factores que no siempre son captados por las mediciones oficiales al definir las canastas de bienes y servicios. Es por eso que el estudio busca introducir la mirada de los propios sujetos, para de esta manera identificar situaciones de vulnerabilidad que de otro modo permanecen ocultas.
Por ejemplo, destaca que entre 2011 y 2013, cuando la indigencia y la pobreza por ingresos era del 17 % y del 19%, el estrés económico se mantuvo entre el 35% y el 41%, en un claro ejemplo del desfasaje entre las estadísticas oficiales y la percepción de las personas. Esto no significa que los datos oficiales no puedan marcar una tendencia, pero sí que dejan afuera un universo muy amplio de cuestiones y realidades.
Por otro lado, en el 2015 se evidencia un descenso en el estrés económico, mientras esto no se observa en el indicador de pobreza por ingresos. Entre 2017 y 2019 aumentan ambos indicadores, aunque el crecimiento del guarismo que mide ingresos es más pronunciado.
En cambio, durante período 2019-2020 la pobreza por ingresos se incrementa del 31% al 35, mientras que el estrés económico disminuye. Desde 2022 aumentan tanto la pobreza por ingresos como el estrés económico, aunque esta segunda tiene un aumento más significativo. En síntesis, el estrés económico supera en todo el período a la pobreza por ingresos, con diferencias de 10 a 20 puntos porcentuales.
Pero el estrés económico no se refleja de igual manera en todos los hogares. Mientras el 37% de los hogares aseguran sufrir de estrés económico entre 2010-2016, porcentaje que sube al 45% entre 2017-2024, esos números ascienden exponencialmente entre los pobres (71%-76%) e indigentes (86%-90%). Es decir, hay un mayor estrés económico a medida que aumenta la privación monetaria.
El 30% de los pobres no manifiestan sentir estrés económico, lo cual sugiere que la percepción de pobreza no está limitada al umbral monetario. También un 10%-14% de los indigentes declaran no percibir estrés económico, lo cual podría explicarse por estrategias adaptativas, umbrales subjetivos diferentes a los oficiales o subregistro de ingresos. Otro tipo de hogar más vulnerable es aquel que cuenta con niños: allí el estrés aumenta con mayor intensidad.
Además, el informe pone en manifiesto que entre 2022 y 2024 el indicador de estrés económico mejora, en mayor proporción, entre los hogares de mayor vulnerabilidad estructural; mientras que son los hogares con menor cantidad de carencias no monetarias entre los cuales se evidencian mayores porcentajes de caída en condiciones de estrés económico. O sea que porcentualmente es mayor el aumento del estrés económico en hogares con menos carencias monetarias (más ingresos) que en los de menos carencias (menos ingresos).
Baja la inflación, sube el estrés económico
El trabajo en cuestión critica el uso de umbrales únicamente monetarios para medir la pobreza, como se hace en Argentina. Básicamente, el INDEC pone un piso de ingresos y quien lo supere no es considerado pobre. Según los datos más recientes, ese umbral es de $359.425 para una persona y de $1.110.624 para un hogar de cuatro integrantes.
Más allá de la desactualizada medición del IPC que produce un desfasaje en casi todas las demás estadísticas que la utilizan como referencia, la pobreza disminuyó de acuerdo al último informe del INDEC, cuando las familias se endeudan a niveles históricos, y la caída del consumo masivo, incluso en alimentos de primera necesidad, es récord desde diciembre de 2023, además del fuerte aumento del desempleo, sobre todo del registrado.
El estudio de la UCA apunta a una mirada multidimensional que abarque otras cuestiones mucho más complejas como bienes y servicios gratuitos provenientes del Estado, el papel que juegan las redes familiares y comunitarias, las implicancias que pueden tener las diferenciales configuraciones familiares, entre otras.
Las carencias no monetarias tienen en cuenta derechos como alimentación y salud, servicios básicos, vivienda digna, ambiente saludable, educación, empleo y seguridad social. “El indicador de estrés económico complejiza el análisis de las privaciones económicas al dar cuenta del modo en que los hogares experimentan sus restricciones, incluso si se ubican por encima de la línea de pobreza monetaria”, destaca el estudio.
Si bien el informe no se presenta como alternativa a las medidas de umbrales monetarios, la UCA destaca que “el uso adecuado de este tipo de indicadores implica el acceso a información clave que no es captada por los datos objetivos tradicionales”.