El 1° de mayo último, los detectives de la Comisaría 14B de la Policía de la Ciudad persiguieron y detuvieron a un ladrón en la esquina de Luis María Campos y Gorostiaga, zona de Las Cañitas. Según la acusación en su contra, le había robado un celular a una mujer de 20 años, en un ataque cometido en Lacroze y Villanueva, a cuatro cuadras de distancia, junto a otros tres cómplices que huyeron en medio de la secuencia. Al contrario de otros arrebatadores de su clase, que suelen correr a pie tras sus ataques, el hombre escapó en auto, en un Renault negro, patente K.
El auto, de acuerdo a la patente que llevaba, registra apenas una multa de 2024 en territorio porteño, 100 mil pesos por levantar una barrera de peaje. Pero el cruce de datos con la base de la Policía de la Ciudad reveló que esa multa estaba lejos de ser el único problema aquella noche para el hombre esposado en la esquina.
El número de patente, para empezar, no correspondía con el número de chasis. Esa chapa era falsa, suplantada; el auto, descubrieron de inmediato, tenía un pedido de secuestro por robo, emitido por la Comisaría 2° de Burzaco un mes antes.
Luego, los policías le abrieron el baúl al hombre en la esquina, que se veía ojeroso, pálido, claramente trasnochado. Le encontraron un típico kit de robo, las herramientas del escruchante: barretas, destornilladores, un surtido de gorras, todo dentro de una mochila infantil de Harry Potter. Allí, llevaba lo que parecía ser su más reciente lectura, el primer tomo de las obras completas de Sigmund Freud.
El hombre dio un nombre a los policías antes de que se lo lleven. Aseguró llamarse Gustavo G., DNI número 34 millones. El nombre y el documento existen; le corresponden a un hombre registrado en Monte Grande, nacido en enero de 1986, sin un alta en el monotributo o un empleo en blanco en su vida, algo común en ladrones de carrera.
Así, fue enviado a una celda porteña, con una causa en su contra a cargo de la jueza Alejandra Provitola y se le abrió una causa por robo a mano armada con el nombre que entregó. Sin embargo, la Policía de la Ciudad tenía sus dudas.
Se pidió un cotejo de antecedentes de Gustavo G. al Registro Nacional de Reincidencia con sus huellas digitales. Allí, los investigadores se encontraron con una curiosidad. El Registro respondió que no era la primera vez que la Justicia requería las huellas de este sospechoso; ya se había hecho en cuatro ocasiones anteriores. Se descubrió, también, un match, ya conocido en el pasado: ese juego de huellas le correspondía a otro hombre.
El hombre en cuestión se llama Santiago Nicolás Funes, de 29 años, con una vieja dirección en Ingeniero Budge. Y Funes, por su parte, tiene una larga historia de violencia.
Estuvo preso en un penal federal, para empezar, luego de que lo condenaran en junio de 2017 en el Tribunal Oral N°17 a una pena única de cinco años y nueve meses de cárcel por varias causas que arrastraba en CABA y en Lomas de Zamora desde 2017 por diversos robos a mano armada y escruches, entrar a casas de noche para desvalijarlas.
Así, lo enviaron al penal de Marcos Paz. Su pena se daría por cumplida a la medianoche del 23 de abril de 2022.
Un desacatado
Funes, sin embargo, fue enviado a la Colonia Penal de Viedma, Río Negro, un traslado decidido por el Servicio Penitenciario Federal. Que envíen a un preso a casi mil kilómetros de su familia, al menos para el detenido, no suele ser una buena señal.
En septiembre de 2020, la defensa de Funes intentó lograr su prisión domiciliaria. El pedido fue rechazado por la Cámara de Casación. El Consejo Correccional del SPF “se expidió por unanimidad de manera negativa para la concesión del beneficio, en virtud de que el interno no reúne la totalidad de las condiciones reglamentarias vigentes y registra un pronóstico de reinserción social desfavorable”, asegura el fallo firmado en aquel entonces.
El Servicio Criminológico del SPF también refirió que Funes poseía “escasa adherencia en su Programa de Tratamiento… demostrando falta de interés y participación en los espacios ofrecidos por las áreas de tratamiento”. No solo eso: tampoco terminó la secundaria dentro de la cárcel, algo que podría haberle sido útil para su buena letra ante el juzgado de ejecución penal que supervisaba su condena.
Funes, también, fue marcado como un líder negativo, un término que se reserva a grandes intensos del delito como Martín “Banana” Espiasse, posibles instigadores de motines, jefes o lugartenientes de bandas intramuros, entre otras cosas.
Sin embargo, a pesar de este pronóstico, Funes salió. Obtuvo la libertad asistida en 2021 y la libertad condicional al año siguiente, de acuerdo a un documento del SPF en manos de la fuerza porteña.
De todas formas, Funes volvió. En 2023, el hombre de los dos nombres registró tres causas por robos y hurtos en territorio porteño, según datos de la Cámara Criminal. Al menos dos de ellas ya fueron elevadas a juicio.