“Nadie se salva solo”, esta frase del Papa Francisco resuena con fuerza en las paredes del taller de la Cooperativa Fray Luis Beltrán, un espacio donde se reciclan computadoras y se construyen lazos de solidaridad y militancia en el barrio de La Boca.
La iniciativa nació en 2020, en plena pandemia, como respuesta a la brecha digital que golpeaba a los barrios populares. “La realidad de nuestro barrio es que muchos no tenemos casa, pero al menos va a haber tecnología. Lo que se ve es que, en una familia con cinco miembros, con suerte hay un celu, una computadora”, explicó a La PrensaJosué Lucero, uno de los miembros fundadores.
Ante la necesidad de acceder a la tecnología para estudiar, trabajar y realizar trámites esenciales, un grupo de jóvenes del Movimiento Popular Los Pibes decidió tomar cartas en el asunto.
La iniciativa del que surgió la cooperativa tiene una larga historia de trabajo comunitario. Desde sus inicios como comedor popular en la década de 1990, se enfocó en abordar no solo la urgencia de la asistencia alimentaria, sino también la prevención de urgencias sociales como los consumos problemáticos. “Para prevenirlo hay que construir otro mundo. Creemos que esto es posible de concretar”, afirmó Josué que con sus 24 años proyecta pasión en sus palabras y la fuerte convicción de que su sueño es compartido por todos los que asisten allí. En este sentido, la cooperativa se presenta como un espacio de trabajo que busca devolver la dignidad y transformar a sus miembros.
La pandemia tuvo un impacto devastador en los barrios como La Boca, donde la falta de acceso a la tecnología profundizó la exclusión social. Las medidas de confinamiento hicieron aún más evidente la importancia de las computadoras e internet para trabajar, estudiar y realizar trámites esenciales. “Ahí lo que empezamos a ver es el contexto donde los lugares y las puertas del Estado para problemas de consumo y habitacionales, estaba todo cerrado. Al mismo tiempo, era donde más se necesitaba”, recordó a La Prensa Oliverio Freund, otro de los referentes del taller de reciclado de la cooperativa.
Allí, en un espacio reducido lleno de partes de computadoras listas para ser usadas, un grupo de jóvenes se dedican a recuperar computadoras en desuso, repararlas y darles una nueva vida. “Todo lo que se ve es reciclado de cosas que fuimos consiguiendo”, explicó Josué. Pero el reciclaje va más allá de lo material. En la cooperativa se promueve el intercambio de saberes, la construcción colectiva de conocimiento y el fortalecimiento de los vínculos comunitarios.
“Acá llegan personas de distintos barrios buscando una computadora o reparar la suya. La propuesta es que la obtengan a través de un trueque. Vienen varios días y ayudan acá en el taller y según el tiempo de participación se les da a cambio un equipo o parte que necesiten”, explicó Oliverio dando a entender que en un contexto de dificultad económica todos pueden tener la oportunidad de llevarse lo que necesitan.IMPACTO COMUNITARIO
La iniciativa tiene un profundo impacto en la comunidad de La Boca. No solo brinda acceso a la tecnología a quienes no podrían adquirirla de otra manera, sino que también genera un espacio de encuentro, contención y aprendizaje.
Leonel Cardozo, otro de los integrantes, describió a La Prensa el ambiente como “muy de hermandad” y lo compara con una familia, donde “los problemas de uno no son solo de uno, sino que todos nos contamos cuando alguien está mal y todos nos preocupamos cuando alguien está mal o está bien”. Al mismo tiempo, la cooperativa no es solo un taller, sino también un espacio para la militancia. Cada semana las actividades se ven interrumpidas para tener un momento de dialogo e intercambio de ideas en la cooperativa.
Los miembros están comprometidos con la transformación social y ven su trabajo como parte de una lucha más amplia por una sociedad más justa. “Se ve al que marcha con una perspectiva negativa, creyendo que no aportan nada a los demás. Creo que, por el contrario, nosotros damos espacio a los que están excluidos”, resaltó Josué que se quejó por los recortes ocurrido en el sector social ya que antes percibía un ingreso por trabajar en el taller, lo que permitía dedicarle más tiempo.
La suspicacia y desconfianza de los que recién llegan a la cooperativa se palpa en el relato de algunos entrevistados, pero el sentido comunitario cambia esta perspectiva inicial. “No es como todo el mundo lo pinta. Yo tenía esa perspectiva de afuera, porque también he tenido otros trabajos y salario. Al principio, cuando vine acá, costó un poco adaptarme, pero esto es otra cosa. Se ve mucho la comunidad, el barrio, aunque yo no sea de La Boca, pero se aprende a valorar otras cosas”, señaló a La Prensa Yami Vallejos, de 29 años, que asiste al taller desde 2023.

CRECIMIENTO
Para muchos de los que pasan por la cooperativa, el taller se convierte en un lugar de crecimiento personal. “Vienen compañeros que no hablan, vienen mudos, y muchos pibes que se fueron, pasaron y dijeron “cuando llegué estaba roto, y no hablaba, y ahora me voy y conseguí una novia”, relató riéndose Josué mientras recordaba un caso de un asistente.
En este contexto, el mensaje del Papa Francisco tiene una fuerte influencia en la cooperativa. “Yo no soy religioso y acá pocos los son, pero el Papa Francisco como guía espiritual y político, y sus mensajes de cómo comportarnos nos impactó mucho”, señaló Josué mientras mostraba las mesas tapadas con los trabajos que se estaban realizando en cada sector. En las paredes se visualizaban en hojas A4 mensajes impresos de la revolución zapatista y del Papa Francisco junto a una cara de Diego Maradona.
Oliverio Freund destacó la importancia de construir un ambiente comunitario donde se priorice el cuidado, el sentido de la vida y se ofrezca una alternativa a las problemáticas del barrio, incluyendo las adicciones.
“Vimos que el problema de consumo no era sólo el tema de sacar del sistema la droga o el dinero, sino que era el síntoma de algo más. Esa diferencia, esa desigualdad, esa realidad tan denigrante que afecta la vida a la mayoría de la persona”, reflexionó Oliverio.
Los integrantes de la cooperativa perciben un empeoramiento de la situación social y económica, que impacta directamente en la vida de los vecinos del barrio.
Elías Vázquez también se refiere a las dificultades que enfrentan los jóvenes para proyectar su futuro. “Los chicos hoy en día con el sistema que tenemos, con el tema de educación, salud y de alquiler es difícil que proyecten poder vivir solos. También que sueñen con un trabajo estable y una familia, cosas que van cortando su dignidad porque al sentir que no pueden concretarlas, se desmotivan, terminan sosteniendo que no sirven y que son fracasados”, se lamentó el joven.
De cara al futuro, los integrantes de la cooperativa sueñan con seguir creciendo y multiplicando su experiencia. Todos los entrevistados insistieron que para lograrlo es fundamental fortalecer los lazos con la comunidad, sumar nuevas manos y seguir demostrando que es posible que se de otra forma de producir y de relacionarse.