Martha Holgado fue célebre por un tiempo

“Yo soy la hija no reconocida de Perón”, decía una y otra vez la señora frente a las cámaras de televisión, los micrófonos de las radios y a cuanto periodista se le pusiera en el camino. O, mejor dicho, cuando ella se ponía en los caminos de ellos. Corrían los primeros años de la década de los ’90 y Martha Holgado estaba a punto de cumplir seis décadas. Su partida de nacimiento decía que había nacido en Buenos Aires el 16 de julio de 1934, fruto del matrimonio de Eugenio Holgado y María Cecilia Demarchis. Sin embargo, aseguraba que su madre había quedado embarazada de ella durante un breve pero apasionado romance mantenido con el entonces capitán Juan Domingo Perón, mientras estaba separada temporalmente de Holgado. Había ocurrido en los tiempos en que Perón estaba casado con su primera esposa, Aurelia Gabriela Tizón. Al reconciliarse, el matrimonio Holgado anotó a la niña como propia, aunque Eugenio Holgado sabía que no era su hija.

-Pero, señora, se sabe que Perón era estéril –la interrumpían cuando hacía esa afirmación.

-No, “Juancito” (que así lo llamaba) quedó estéril en un accidente de moto en 1939…, yo fui concebida en el ’33 –contestaba entonces sin inmutarse.

Ella decía que el nombre con el que el General la había reconocido era el de Lucía Virginia Perón

Martha Holgado decía también que Perón la había reconocido casi veinte años después, pero que una conspiración había hecho desaparecer el documento. “Mi padre me reconoció como su hija con el nombre de Lucía Virginia en un acta notarial en la que constaba el nombre de mi madre y que desapareció misteriosamente de los registros oficiales”, explicaba, siempre con las mismas palabras, en cuanta oportunidad se le presentaba.

Solían preguntarle también por qué había esperado tanto para decir que Perón era su padre, y entonces contaba que había vivido durante muchos años en los Estados Unidos, más precisamente en Los Ángeles, y que había vuelto al país para luchar legalmente para ser reconocida y que se supiera de una vez por todas la verdad, que no quería llevarse el secreto a la tumba. Por eso –insistía- había iniciado acciones legales a las que se oponía, también judicialmente, la viuda del tercer matrimonio de Perón, María Estela “Isabelita” Martínez de Perón. Como trasfondo, estaba en juego la herencia del general fallecido en ejercicio de la presidencia el 1 de julio de 1974.

La presentación judicial era el único dato comprobable de toda la historia y el comienzo de una batalla legal que duraría quince años y que incluyó maniobras de todo tipo de las que participaron médicos, políticos y también oportunistas que quisieron sacar tajada de la cuestión. Porque no era solo una cuestión de dinero, también lo era de fama.

La vida según Holgado

Cuando contaba la supuesta historia de su vida, Martha Holgado no escatimaba detalles. Según el relato de Holgado, recién supo “la verdad sobre verdadero padre a los 19 años”, solía redundar. Situaba el episodio en 1953, un año después de la muerte Eva Perón, la segunda esposa de “Juancito”, cuando un hombre cercano al entonces presidente la citó telefónicamente diciéndole que tenía que contarle algo.

Martha Holgado se apegaba a su libreto y repetía cada detalle ante las requisitorias periodísticas

“Era el señor Yañez, un custodio y amigo personal de él. Me citó en un lugar neutral y me contó las cosas como eran. Yo no había cumplido veinte años. Fue un shock enorme”, decía Holgado al detallar su historia.

Relataba que apenas salida del shock le había dicho a Yañez que quería ver a Perón y que el hombre la pasó a buscar por su casa al día siguiente para llevarla a la Casa Rosada. “Juancito” la esperaba. “Hablé con él más de cinco horas. Me contó las cosas con una ternura, con un afecto, con una dosis de amor tan grande… Me explicó cómo había querido a mi madre, las cosas que habían sucedido y por qué hasta ese momento él no se había decidido a contarme la verdad”, decía sobre aquel supuesto encuentro. Y agregaba: “Al salir de la Casa Rosada fui directo a mi casa y le pregunté a mi mamá si era cierto. Ella me confirmó todo”.

Después de eso, guardó un silencio de cuatro décadas, hasta que decidió que era la hora de contar su “verdad” para que la conocieran todos los argentinos –por qué no– el mundo entero también.

Un cronista y un médico

Holgado comenzó a contar su historia a los medios en 1993, cuando faltaba menos de un año para que se cumplieran dos décadas de la muerte del General. Le hacían notas en diarios y radios y fue invitada central en un almuerzo de Mirtha Legrand. Para la revista Flash, creada por Héctor Ricardo García y por entonces dirigida por Roberto “Tito” Jacobson “La hija de Perón” era un tema digno de ir en la tapa. Quien escribe esta nota era por entonces el jefe de redacción de la publicación.

Por el tipo de medio –de los llamados “de interés general” pero con fuerte anclaje en el mundo del espectáculo y en los escándalos– para Flash no se trataba de investigar la historia, sino de entrevistar a la mujer y a cuanta persona pudiera decir algo sobre el tema. Jacobson le encomendó a un joven cronista, Gabriel Bencivengo, que lo cubriera.

“La contactamos a través del abogado y demoraron en darnos la entrevista. Querían hacerla en un lugar en particular, una Unidad Básica de Quilmes, en una casa antigua. Fue una situación bizarra: habían cortado el tránsito en la calle y habían puesto un acoplado para hacer un acto político. Holgado demoró muchísimo en llegar y apenas si dijo unas palabras en el acto. Creo que buscaban potenciar esa unidad básica. Recién después pude hacerle la entrevista, donde me contó lo que contaba en todos lados”, recordó Bencivengo años después.

La comparación del ADN con el de Juan Perón resolvió el conflicto

Recordó también que fue a la entrevista con escepticismo –quizá la cuota inevitable de escepticismo que requiere el ejercicio del periodismo- y que lo hablado con Holgado reforzó la idea de que todo se trataba de un montaje. “En ese momento pensé que se trataba de una oportunista, que estaba tratando de ver si podían sacar alguna tajada con esta historia. Nunca me tomé en serio lo de Holgado porque cuando hablabas con ella, si apretabas un poco a fondo y pedías que te diera alguna precisión, alguna prueba, algo concreto que se pudiera chequear, las respuestas empezaban a diluirse, ella volvía a decir generalidades, esquivando el asunto”, explicó.

Por supuesto, al entrevistarla, Bencivengo insistió con el tema de la infertilidad de Perón y Holgado le dio la misma respuesta de siempre: la del accidente en moto posterior a su nacimiento.

No una hija, sino dos

Quizás porque el argumento que señalaba que el General no podía tener hijos se había convertido en una roca que amenazaba la credibilidad de la historia, por esos días, apareció, casi de la nada, un antiguo médico personal de Juan Domingo Perón –o por lo menos eso aseguraba él – llamado Hipólito Barreiro. El hombre, que años después publicaría una biografía del expresidente titulada “Juancito Sosa, el indio que cambió la historia”, empezó también a pasearse por los medios de comunicación. “La historia de que Perón era estéril no es cierta. Estoy seguro de la que señora Martha Holgado es su hija”, aseguraba.

No solo eso, iba también más allá: descartaba la esterilidad del General, posterior al nacimiento de Holgado a raíz del accidente con la moto, y sostenía que Perón había tenido otra hija en 1941, aunque no podía dar cuenta de su identidad. La historia de esta segunda hija era digna de una novela de aventuras. “Hay otra hija, que engendró durante un viaje a Europa y testimonios de personas muy cercanas al General certifican que Jorge Antonio fue enviado por él a Europa a buscar a esa hija y no la encontró, pero pudo saber que efectivamente la criatura había nacido en un convento de monjas”, decía el doctor Barreiro.

Para darle continuidad a la serie de notas de la revista Flash sobre el tema, Gabriel Bencivengo lo entrevistó. “Fui a ver a Barreiro a lo que quedaba de una clínica, porque era un edificio no muy en uso. El tipo tenía un consultorio en mal estado lleno de imágenes de Perón, con símbolos peronistas, era una cosa muy bizarra… Ahí me contó que lo de la esterilidad era falso, lo de las dos hijas y la historia de la búsqueda de una en España, donde aparecían Jorge Antonio y el convento, que ni siquiera sabía qué convento era. Era puro relato, no te daba un solo dato concreto. De novela, mala”, le contó después al autor de esta nota.

Los estafadores de la foto

Es probable que, además de darle sustento “científico” a los reclamos de Martha Holgado, el doctor Hipólito Barreiro buscara tener su cuarto de hora de fama al colgarse de la historia. Pero no tardaron en aparecer, también de la nada, otros protagonistas que intentaron hacer un lucrativo negocio con ella.

Un llamado telefónico a la redacción de Flash abrió esta nueva vertiente del tema. Del otro lado de la línea, un hombre que no se identificó aseguraba tener fotos de una joven Martha Holgado en compañía de Perón y las ofrecía. “Jacobson me encargó ir a verlo. En realidad, no era uno sino dos tipos que nunca supe cómo se llamaban, porque nunca quisieron decirme sus nombres. Primero me citaron en el lobby de un hotel de la avenida Diagonal Norte, pero no aparecieron. Después de algunas vueltas, la reunión se hizo en un bar de Independencia, a un par de cuadras de la 9 de Julio. La primera impresión que me dieron los tipos fue malísima, porque los veía truchos, a cada rato se levantaban por turnos, iban al baño y volvían, duros. Estaban pasados de merca. Pedían guita por la foto”, contó después el entonces joven cronista Bencivengo.

En cuanto a la foto, podía ser la de cualquier chica joven en una reunión donde también había estado Perón. Bencivengo la describió así: “Era una foto en papel, blanco y negro, de un almuerzo en una mesa bastante grande donde había gente muy bien vestida. Se lo veía a Perón y había una chica jovencita. Ellos sostenían que era Martha Holgado de adolescente. Era imposible saber si era ella o no. No me acuerdo la suma que pedían por la foto, pero lo llamé a Jacobson y dijo que no, que ni en pedo la comprábamos. Los tipos quedaron en volver a llamar, pero desaparecieron del mapa”.

El ADN delator

Como todas las historias, con el correr del tiempo la de la supuesta hija de Perón fue diluyéndose y perdió espacio en los medios hasta quedar en el olvido. En cambio, la batalla legal de Martha Holgado con María Estela Martínez, viuda de Perón, siguió adelante. Durante años, “Isabelita” se opuso a que se exhumaran los restos del General para realizar análisis de ADN que confirmaban o descartaran su vínculo con Holgado. Nadie estaba seguro de cuál sería el resultado y había una herencia de por medio.

Isabelita, enfrentó judicialmente a Martha Holgado, quien adujo durante años ser hija de Juan Perón

Finalmente, en 2006 la jueza Marta Ilundain –a cargo de la causa- dictaminó que se realizara la prueba, que al final fueron tres: la ordenada por la Justicia, en el Primer Centro Argentino de Inmunogenética (Pricai), dependiente de la Fundación Favaloro; la pericia de parte exigida por la querella entablada por la viuda de Perón, en el Laboratorio de Biología Molecular del Centro de Procesos de Córdoba (Ceprocor); y la encargada por los abogados de Holgado, a cargo del perito Gustavo Penacino, que la realizó en su laboratorio y también envió muestras a un laboratorio de Madrid.

Los resultados de los dos primeros estudios se conocieron simultáneamente el 16 de noviembre de 2006 y los dos dieron negativo. Los abogados de Holgado intentaron rechazarlos, alegando que las muestras estaban contaminadas por los productos químicos que se habían utilizado en el cuerpo de Perón después de su muerte. El pedido de invalidar las pruebas no prosperó y la demanda tuvo para Holgado un triste final: el fallo de la justicia no la reconoció como hija del General.

Martha Holgado murió menos de un año después, el 7 de junio de 2007. Hasta el último de sus días, siguió sosteniendo que su padre biológico era Juan Domingo Perón. “Con o sin ADN yo nací como la hija de Juancito y voy a morir como hija de Juancito”, insistía, aunque ya nadie tenía interés en escucharla.