Your Friends and Neighbors (Estados Unidos/2025) Creador: Jonathan Trooper. Fotografía: Zack Galler. Música: Dominic Lewis. Elenco: Jon Hamm, Amanda Peet, Olivia Munn, Hoon Lee y Mark Tallman. Disponible en: Apple TV+. Nuestra opinión: muy buena.
Muchas estrellas que logran la fama y el prestigio a través de un personaje emblema luego procuran tomar distancia de ese rol, con el objetivo de no ser encasillados. Por ese motivo es que Leonardo DiCaprio buceó en los antigalanes luego de Titanic, o Brad Pitt se metió en El club de la pelea para huir del póster adolescente que le supuso Joe Black. Y en ese mismo camino, el «Jon Hamm post- Mad Men» se encontró ante un dilema similar: ¿Para qué seguir con roles de vibras a la Cary Grant si ahí ya había demostrado su insondable carisma?
Decidido a huir del traje de época, Hamm fue a los policiales, a las comedias (¡¿cómo olvidarlo en Damas en guerra?!) e incluso al cine de acción. Pero luego de pasear con galantería por todos esos géneros, finalmente dio la vuelta y regresó a esos mundos de negocios, frivolidades y clases pudientes, en los que tan bien sabe demostrar las miserias que allí anidan. Aunque esta vez, a través de un personaje que, a diferencia de Don Draper, convive de manera mucho más explícita con sus propios fantasmas.
Andrew “Coop” Cooper (Hamm) es un tiburón del mundo de las finanzas, un hombre que maneja un auto de doscientos mil dólares y cuya familia perfecta vive en una casa más perfecta aún. La vida de postal es la de un ejecutivo que, partiendo desde cero, supo lograr todo lo que se propuso… Hasta que ese status quo colapsó. Una infidelidad de su esposa y una zancadilla por parte de su jefe, dejaron a Coop lejos del núcleo familiar y sin ese soñado trabajo con el que ganaba una fortuna todos los meses. Atrapado ante la necesidad de no prescindir de su estilo de vida y atento a mantener las apariencias, Coop no deja de frecuentar los eventos sociales más exclusivos con menús que no bajan de los cincuenta mil dólares, aunque todo amenace con derrumbarse a medida que los ahorros se agotan.
Entre la espada y la pared, y luego de una epifanía de dudosa moral, el protagonista concluye que muchos de sus conocidos mega millonarios no van a extrañar algunas de sus pertenencias de lujo, como relojes o joyas. De esa manera, Coop decide comenzar a meterse en las casas de sus vecinos para robar costosos artículos y revenderlos en el mercado negro. Mientras tanto, la relación con su exmujer, el vínculo con sus hijos adolescentes y su perseverancia por reingresar al mercado laboral lo llevarán a sufrir toda clase de dilemas que no están lejos de lo que atraviesa a cualquier adulto (sea o no ladrón de guante blanco).
El juego de las similitudes, en este caso, es irresistible. Al igual que Don Draper, Andrew Cooper vive la buena vida, pero a diferencia del publicista, este nuevo personaje es mucho más empático. Coop no es hermético, no es críptico en su universo emocional ni le esconde sus pensamientos a su entorno o a los televidentes. Draper era lo opuesto, era el mago que ocultaba el truco de sus reflexiones, y ahí estaba su encanto: en aprender a traducir sus silencios. El de Cooper es un envase similar, pero con una formular muy distinta, y la evolución de Hamm como actor es saber jugar con los mismos ingredientes, aunque para obtener un resultado distinto.
En sus primeros episodios disponibles, Your Friends and Neighbors expande los agridulces sentimientos de personajes atrapados en el destino que construyeron para sí mismos. Desde un Cooper que disfruta de una vida que también es una prisión, pasando por su exmujer Mel (Amanda Peet), una psicóloga cada vez más necesitada de expresar su libertad a través el vandalismo, hasta llegar a Sam (Olivia Munn), una divorciada que ve a su exmarido frecuentar mujeres de veintipico, el universo de este relato gana en originalidad, irónicamente, desde casilleros que otras historias visitaron una y mil veces.
Pero los personajes de esta serie respiran verdad, son cincuentones que buscan oxígeno y que, si bien no viven un infierno, tampoco son tan plenos como se muestran. En esa búsqueda por expandir los momentos de disfrute (o de descompresión), ellos no se preguntan qué tan ético es ese instante de goce, sino que se entregan a él. Y ese espíritu de “a robar que se acaba el mundo”, es el eje de esta ficción que como sus personajes, ya se cansó de pedir permiso.