Autor: Lars Von Trier. Versión teatral original: Jack McNamara, versión local: Ricardo Hornos y Pablo Kompel. Dirección: Javier Daulte. Intérpretes: Diego Peretti, Federico D`Elía, Ariadna Asturzzi, Juan Isola, Cristian Jensen y Andrea Lovera. Escenografía: Julieta Kompel. Iluminación: Matías Sendón. Vestuario: Ana Markarian. Sala: Pablo Neruda del Complejo La Plaza (Corrientes 1660). Funciones: miércoles y jueves, 20.15; viernes, a las 20; sábados, 19.45 y 21.45; y domingos, 19.15. Duración: 75 minutos. Nuestra opinión: muy buena
Una sátira social, una crítica al capitalismo y la deshumanización, que oscila entre la comedia absurda y de situaciones, es lo que propone esta pieza del danés Lars von Trier, adaptada de su film The boss of it all (2006). A Trier se lo recuerda por ser el creador del Manifiesto fílmico Dogma 95, junto con Thomas Vinterberg y otros creadores, y director de Los idiotas, Bailando en la oscuridad, Dogville, Ninfomanía 1 y 2.
El director Javier Daulte estrenó hace pocas semanas otra pieza de un danés, Druk, de Thomas Vinterberg. Ambas coinciden en valiosos recursos dramáticos. Solo que en El jefe del jefe, el juego de mentira-verdad hace estallar una aguda y desopilante crisis entre los empleados de una empresa de tecnología, que se sienten acorralados y a merced de un imprevisto desenlace: el quedar desempleados y expuestos a los caprichos de un supuesto jefe que aparece de improviso. Lo curioso es que este sujeto es un “farsante”, un actor contratado para que se haga pasar por el verdadero jefe: un avaro -como diría Molière-, que solo piensa en sus propios beneficios. Lo que permite una serie de juegos dramáticos, tan imprevistos, como hilarantes, e inmersos en una constante de reacciones exaltadas y exabruptos que provocan risa en el espectador.
Entre la farsa y el absurdo, esta es una típica comedia de oficina al estilo, quizás, de The Office. Solo que acá, el que dice ser el jefe es y no es. O mejor dicho, el sujeto jefe de una empresa de tecnología no quiere que sus empleados se enteren que él es el verdadero jefe. Así se hace pasar por un empleado más, que se comunica con el ‘jefe’ que reside en otro país y le transmite órdenes que él baja a sus empleados. Pero un imprevisto hace que todo se modifique y entre en crisis. Un empresario chino quiere comprar la empresa y exige tratar con el jefe en persona. Por lo que el verdadero no tiene mejor idea que contratar a un actor para que se haga pasar por él. A partir de ese instante surgen una serie de equívocos que harán estallar por los aires la cotidianidad de esa oficina y sus empleados.
Dos de los ex Simuladores, Diego Peretti y Federico D’Elía -un tándem que se complementa a la perfección, se convierten en los directores de esta orquesta que estalla en divertidos recursos dramáticos, para ilustrar la vorágine de ese nuevo día a día, en el que se intenta vender la empresa. Y lógico, a partir de ese instante surgen las más insólitas situaciones. Desde las reacciones más grotescas del empleado veterano,hasta la empleada que sospecha de que “el jefe no es el jefe”, o las hilarantes y muy sabrosas situaciones clownescas que pone en práctica Diego Peretti para jugar a ser el hipócrita mayor, el supuesto jefe, y resolver con `típico verso argento’ aquello que no sabe. Mientras el verdadero jefe ve peligrar su patrimonio a partir de la creación de una mentira, contrata a un farsante para que se haga pasar por él, quien al final se convierte en un verdadero monstruo, que termina provocando un final inesperado.
Con una puesta en escena más refinada que el film, esta inteligente y farsesca comedia de Lars von Trier tiene una clara intención: provocar una ácida crítica a un modelo de sociedad de grandes capitales para pocos y pobreza para muchos.
Javier Daulte, detallista director, creó un mecanismo escénico de acertadas escenas breves, pero en continuo estado de ebullición, al que su equipo de admirables intérpretes lo sigue a la perfección, cuyo líder mayor es un Diego Peretti, en “estado de gracia” a nivel interpretativo.
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