Ronald David Scott falleció hoy, 17 de abril del 2025, en la ciudad de Buenos Aires. Tenía 107 años. Legendario piloto de Spitfires en la Segunda Guerra Mundial era el último de ellos en el continente americano y de la recordada épica Aeroposta Argentina.
Fue uno de los mil argentinos que se presentó para combatir con los aliados desde el aire y en calidad de piloto. La sobriedad que lo acompañó y su humildad a lo largo de su vida y que abarcó más de un siglo se funde en este homenaje a la vida y al hombre que vivió por sus ideales y creencias.
Nació en Villa Devoto, ciudad de Buenos Aires, Argentina, el 20 de octubre de 1917. Bautizado en el Templo Anglicano St. Johns durante 1918 y con tan solo cinco años debutó como actor en una obra de teatro llevada a cabo en el Templo Metodista de calle Corrientes en plena urbe porteña. Ronald tomó el rol Moisés durante su viaje en la canasta a través del Río Nilo. Por esa época lo comenzaron a llamar Ronnie, nombre que afectuosamente se mantiene en el presente.
Concurrió a los colegios Belgrano Day School (1927-1931) y Oates de Hurlingham (1932-1934). Deportista nato, transitó su juventud como jugador de rugby y cricket en equipos de Buenos Aires y poco a poco se fue abriendo camino como trabajador en la vida diaria en la ciudad de Buenos Aires.
Su primer contacto con la aviación se dio en 1931 al visitar el portaaviones británico HMS Eagle amarrado en el puerto de Buenos Aires.
Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, su padre había fallecido y su madre se encontraba internada transitando un delicado estado de salud. Sus intenciones eran partir a Europa para formarse como piloto voluntario, pero decidió esperar.
Su formación militar y trayectoria en la Segunda Guerra Mundial, en sus palabras:
“Quería irme a la guerra lo antes posible a combatir a Hitler, pero algo me detenía, mi madre. Agobiada por una fragilidad salud debido la edad que acentuaba su deterioro. Me ofrecí como voluntario en 1942, mis ideales contra el fascismo eran y son profundos. Hitler y su rejunte para mi eran unos hachedepé y me preparé para viajar a Europa. Integré un contingente de 32 voluntarios argentinos.
Arribamos a Liverpool sanos y salvos el 19 de abril de 1943. Luego partí hacia Londres solo. El entrenamiento inicial en el Royal Navy llegó a su fin y me seleccionaron como candidato a piloto en el curso número 53 de aviadores navales.
Egresé con el grado de Sub Lieutenant el 16 de junio de 1944. El grado estaba por encima del Guardiamarina y era equivalente al de Teniente de Corbeta.
El 17 de noviembre de 1944 me uní al Escuadrón Aeronaval 761 y convertí mi sueño en realidad: me gradué como piloto de Spitfire. Fueron cincuenta y cinco minutos inolvidables… Despegué con capota abierta, aceleré teniendo en cuenta los costados, pues hasta no ganar velocidad la nariz del Spitfire ocupaba el frente de la cabina y no se veía nada adelante. Al acelerar, el morro bajaba y uno veía para adelante perfecto. Mover el bastón hacia atrás con delicadeza y alejarse del suelo, el ruido del motor… La adrenalina se apoderó de mi cuerpo. Volar un Spitfire era tocar el cielo con las manos, era el avión más emocionante que hubiese podido volar hasta ese momento. Ensayé un viraje cerrado y me sorprendió. ¡Dios mío! Esto era otra cosa, el cuerpo se aplastaba contra el asiento y el comando te llevaba adonde quisieras. Impresionaba. Era bestial, inigualable».
Ronnie regresó a la República Argentina (“mi país”, insitía) el 25 de diciembre de 1946. Luego de trabajar en una empresa textil, ingresó en la compañía aérea nacional Aeroposta Argentina como piloto comercial junto a otros compañeros de la guerra. Voló en la línea a la Patagonia los épicos DC-3. Al fundarse Aerolíneas Argentinas en 1950, voló como comandante de Douglas DC-4, comandante de Comet 4 y culminó su carrera volando el Boeing 737.
Se jubiló con más de 23.000 horas de vuelo como piloto comercial y fundó APLA (Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas). Al mismo tiempo, se casó con Marion y formó su familia: tuvo dos hijos, Roger y David, luego nietos y bisnietos.
A lo largo de su vida dedicada a la aviación de combate, comercial y del deporte (en especial Bowls y su gran pasión, el rugby), Ronnie marcó una senda invisible para cientos de personas
Al regresar de la guerra, por un decreto de ese momento, Scott pasó a las filas de la Aviación Naval Argentina en calidad de oficial, como Teniente de Corbeta Aviador Naval de su reserva.
Afecto por la aviación general, siempre se reconoció como profundo admirador de los pilotos de Malvinas, tanto de la Fuerza Aérea Argentina, de la Aviación Naval y del Ejército Argentino.
Era asiduo concurrente a las reuniones de la Asociación de Pilotos de Caza de la Fuerza Aérea Argentina.
Ronnie murió en el BABS (British American Benevolent Society), el hogar de ancianos de la comunidad británica y norteamericana. Solía decir que un Spitfire con su motor en marcha lo esperaba en una vieja pista para realizar un nuevo vuelo, el último. Seguramente, no lo dudó, aceleró con la capota abierta y volvió a sentir ese estruendo extraordinario que siempre lo conmovió. Se elevó entre las nubes, envolviendo al sol con su calidez, maravillado con la vista de la tierra con sus afectos despidiéndolo.
Llegarán cientos de fotos a las redes sociales para despedirlo. Cada una con una pequeña historia, una anécdota o simplemente capturando un momento de su vida diaria. Odi fue quien lo mantuvo en la senda de llevarlo sano y salvo hasta esta edad. Su joven personalidad y espíritu podrían haberlo hecho seguir pero su cuerpo quiso otra cosa. Su partida acrecienta su recuerdo como vecino, amigo. Extrañaremos su sonrisa, su buena onda fundamental para su centenaria y prolífica vida. Tuvo la muerte de los justos, irse en un sueño al otro lado del rio de la vida. Cruzado en la barca de Caronte.