Mariano Mellino entró al mundo de la música electrónica soñando con tocar para sus amigos en el barcito de la esquina de su casa en un barrio de La Matanza, donde nació y creció hace 40 años. Su sueño escaló y hoy explora el mundo compartiendo lo que mejor sabe hacer, pero sigue con hambre.
De la charla que tuvimos en la previa de su segundo Forja (Córdoba) como artista principal, quizá lo que mejor define a Mariano, salió de su boca: “Siempre voy en busca de algo más y me desafío a mí mismo a ver hasta dónde puedo llegar con la música”.

Mariano Mellino hizo vibrar a la “marea marciana” en Forja (Foto: Esteban Salino).
Del bar de la esquina pasó a tocar en los escenarios más exclusivos del mundo; y de escuchar y bailar electrónica en Villa Madero con un puñado de amigos, pasó a compartir su historia (a través de la música) con millones de personas en un montón de países. “Soy un pibe tranqui, muy apasionado por la música, que cuando estoy en el escenario me gusta transmitir lo que soy y regalarle a mi público un poquito de lo que soy yo pero transformado en música”.
Pero, ¿quién es Mariano Mellino? quizá, parafraseando a Dárgelos, es un buscador de esos que no se conforman.
La pasión y el compromiso del trabajo -estar preparado cuando la oportunidad llega- fueron el combustible para ir alcanzando sus metas, que se renuevan constantemente, porque Mariano sabe que con la música va por todo.
Se crió en una casa donde “se escuchaba de todo” (folclore, música latina, internacional, entre otras cosas), y recordó el gusto de su papá por Frank Sinatra, al que escuchaban de chiquitos con sus hermanos y que al escucharlo hoy, le sigue recordando a él.

Mariano junto a su público en Forja (Foto: Esteban Salino).
La electrónica llegó en su adolescencia: “Llegó justo cuando tenía que llegar, donde yo estaba definiendo lo que significaba la música para mí y qué me gustaba. En realidad hasta hoy me gusta escuchar un poco de todo también. Pero llegó a mi vida en el momento justo porque vino para enseñarme una pasión”.
Y siguió: “A veces digo ‘qué lindo que es haber encontrado lo que quiero hacer de tan joven’, porque hay gente que le lleva toda la vida y por ahí no lo descubre. A mí me pasó con la música que vino en un momento crucial donde también había fallecido mi papá y, bueno, se alinearon un par de cosas que hicieron que me agarre de la música electrónica, y a partir de ahí todo lo que vino después”.
El refugio que fue la música en ese entonces se transformó en su forma de vida, e inspirado por Sting (ex The Police) y por Hernán Cattaneo, decidió convertirse en un artista, lo logró y hasta el día de hoy la música sigue siendo su refugio.
“Poder hacer feliz a la gente o por ahí ayudarlos a salir de un mal momento es una bendición que tenemos los artistas pero la música lo logra. A veces flasheo y digo: ¡wow!, ¿cómo puedo lograr algún sistema donde pueda estar poniendo música y a la vez estar en el público”, fantasea entre risas y sacando a flote su raver interior. Y continuó: “Mi misión con la música y mi vida es hacer feliz a la gente. Tengo mi principal herramienta, que es poner música, y voy por ahí”.
Con raíces napolitanas y una familia que trabaja en el mundo del pescado hace más de 100 años, Mariano trabajó en el rubro desde muy chico hasta los 30 para poder solventar lo que hacía en la música y reconoce que saber que nadie le regaló nada “tiene un sabor lindo”. “Me pasó mil veces que sentía que las cosas que querían estaban re lejos, pero por cabeza dura, por perseverante y por nunca bajar los brazos, de a poquito empezó a surgir todo”, confesó.
A pesar de los desafíos que trae la vida, Mariano nunca renunció a lo que buscaba y el tiempo llevó su música a los escenarios más importantes del mundo. Pero “el Marciano”, como le dice su gente, sigue buscando nuevos desafíos porque no sabe con seguridad hasta dónde lo va a llevar la música, pero sí sabe que se va a dejar llevar.
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