Paralización de una causa por estafa que tiene raíces y nombres tucumanos

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En la capital salteña, el 26 de julio de 2010, un empresario tucumano, Jorge Alejandro Rigourd, constituyó junto a Hugo Roberto Ibarra y María Mercedes Ibarra, la Compañía Privada de Finanzas e Inversiones Salta (Cofinsa). En esa sociedad anónima, con sede en Leguizamón 753, el financista de la vecina provincia tenía el 50% de las acciones, Hugo Ibarra otro 25% y su hija, también contadora, el restante 25% El directorio se conformó con Rigourd en la presidencia, Ibarra padre como vicepresidente y su hija como directora titular. Cuatro meses después fue incorporada como directora suplente Vivián Guardiero, una técnica contable

Según actas asentadas en Personas Jurídicas, el 9 de octubre de 2015, en una asamblea, el presidente de Cofinsa manifestó que “la sociedad no estaba realizando actividad financiera alguna”, por lo que creyó “conveniente adaptar su denominación”. Fue así que a fines de 2015 la sociedad -que cuatro años más tarde dejaría un tendal de afectados con fideicomisos inmobiliarios en Salta, se presentaría en concurso en agosto de 2022 y terminaría declarada en quiebra en septiembre de 2024- pasó a llamarse Compañía de Desarrollo e Inversiones.

Tras el cambio de denominación, Hugo Ibarra transfirió su participación a sus cinco hijos. Desde 2016, año en el que empezaron a multiplicarse los fideicomisos de la firma con edificios de departamentos y loteos que hoy están con obras a medias, paralizadas, sin infraestructuras y con trámites catastrales estancados en Inmuebles, Mercedes Ibarra se mantuvo al frente de la Compañía Privada. El directorio se completó con Federico Gianola Terán como vicepresidente y Fernanda Guardiero como directora suplente.

En septiembre de 2019, Gianola Terán renunció a ese cargo y el de director titular con serios cuestionamientos por manejos espurios atribuidos a Ibarra y su expareja, Diego Gastón Rodríguez.

La confusión patrimonial ya estaba rodeada entonces de sospechas luego traducidas en cuantiosas denuncias por estafa, defraudación por retención indebida y administración fraudulenta en fideicomisos.

El 12 de noviembre de 2014 el titular de la Compañía Privada, Jorge Rigourd fue detenido en Tucumán por “la mayor estafa de la historia”. Así la definió el fiscal de instrucción Guillermo Herrera, tras medidas de prueba que incluyeron varios allanamientos y la apertura de 276 cajas de seguridad. La firma que presidía Rigourd en Tucumán se llamaba Compañía Privada de Finanzas e Inversiones (Cofin) y como su análoga salteña (Cofinsa) tenía diversas denuncias de estafa, más de 400 afectados y una fortuna en dólares diluida.
A diferencia de Ibarra en Salta, Rigourd fue puesto entre rejas, aunque 40 días después terminó excarcelado y años más tarde sobreseído con criterios que movieron pedidos de juicios destitutorios para magistrados desde una sociedad harta de injusticias. Como en Salta, Cofin se presentó en concurso, cargando todas las culpas de su multimillonario incumplimiento sobre el fiscal Herrera que, acorralado bajo presiones que tensionaron hasta la Corte tucumana, renunció para acogerse a la jubilación. Herrera falleció en enero de 2023 en el ostracismo.

Algunos de tantos afectados que iniciaron acciones contra la Compañía Privada de Desarrollos e Inversiones desde septiembre de 2019 por estafa, retención indebida y administración fraudulenta en fideicomisos en los que su titular, María Mercedes Ibarra, también actuaba como fiduciaria, se manifestaron defraudados con departamentos y cocheras que pagaron varios años antes del inicio de la densa causa, pero que quedaron con las obras a medias y paralizadas, pese a los fondos aportados para su terminación. Dos casos puntuales son los del Edificio Vento, en Ameghino 423, y el Edificio Sytile, en el pasaje Arteaga, entre Adolfo Güemes y Alvear (Style).

La operatoria de los fideicomisos inmobiliarios lanzados en 2016 también fue acompañada con la firma de contratos de negocio en participación, por los cuales inversores damnificados aportaron ahorros -mayoritariamente en dólares- que la empresa gestora -representada también en esos mutuos por Ibarra- se obligó a devolverles a los 24 meses, con las correspondientes utilidades pactadas, en dinero o en metros cuadrados.

Aportantes afectados denunciaron que la gestora incumplió las rendiciones de cuentas a que estaba obligada por ley, a pesar de las intimaciones formales con las que insistieron por largo tiempo. Manifestaron que, ante sus reiterados reclamos, la titular de la Compañía Privada se comprometió verbalmente o por vía telefónica a regularizar sus obligaciones legales y contractuales, sin cumplirlas. En otros casos -según las presentaciones penales- ni siquiera respondió a los mensajes ni atendió las llamadas, como tampoco se la pudo localizar nunca en las oficinas comerciales del primer piso de Leguizamón 753.

A mediados de 2022, cuando se allanaron esas oficinas y dos propiedades en Castellanos y San Lorenzo, con secuestros de divisas y constancias documentales probatorias, en la base de datos del Banco Central, de acceso público, la Compañía Privada y sus fideicomisos Vento Ameghino, Style, Edificio Rivadavia I, Loteo La Eulogia, Loteo La Jacinta y Loteo La Carlota aparecían con 1.094 cheques rechazados entre el 26 de marzo de 2020 y el 15 de mayo de 2022.
La firma, desde comienzos de 2019, había entrado en una abrupta y llamativa cesación de pagos, pero sin embargo siguió promoviendo sus desarrollos y captando fondos de adquirentes e inversores desprevenidos, hasta meses antes de presentarse en concurso en agosto de 2022. En ese proceso, que terminó con la quiebra declarada en septiembre de 2024, se certificaron créditos de más de 300 acreedores, por un monto actualizado hasta agosto de 2023, por cerca de $ 8.500 millones. /El Tribuno Salta