El silencio de los empresarios del rubro es incomprensible desde lo numérico, pero la crisis que el sector del consumo masivo enfrenta es histórica y se expresa por sí misma con acontecimientos pocas veces vistos en un modelo económico ultra liberal. El último episodio en la materia, un asunto cuasi medieval que expone la debilidad de controles del Ejecutivo Nacional: según confirmaron importantes empresarios nacionales y extranjeros, hay una invasión de alimentos que entran de contrabando al país, aprovechando los altísimos costos de la comida y la bebida en los comercios nacionales.
El tema, que debería ser un fenómeno marginal en condiciones normales de ventas, es en el medio de la malaria del gasto hogareño un asunto central. Tanto que los popes de la Coordinadora de Productores de Alimentos (COPAL) le llevaron el problema al secretario de Comercio de la Nación, Pablo Lavigne. Le contaron que por Bolivia, Uruguay, Brasil y Paraguay y sin registro de ningún tipo, están pasando cantidades importantes de cerveza, y otras bebidas con alcohol, yerba, harina, café, leche, mermeladas y hasta pastas italianas que se colocan en comercios barriales (chinos y almacenes) a un precio mejor que el de la competencia local.
Es que la política de Milei de salarios planchados y alta inflación en dólares, puso a los precios locales de los alimentos entre los más caros del mundo. Esos productos antes mencionados, en la frontera, se pagan hasta tres veces más baratos y se venden aquí en los barrios. Por eso, las empresas aseguran que los producgtos ilegales depredan el mercado y se quejan de que el Gobierno los obliga a competir no sólo en un escenario recesivo para el consumo, sino también contra productos que no pagan ni un cuarto de los impuestos que tributan las firmas nacionales.
El Gobierno, desconcertado
“Nos dimos cuenta cuando íbamos a llevar mercadería a los barrios y había productos que no habíamos fabricado nosotros ni la competencia”, dijo a este diario un empresario afectado por el contrabando. Es que el monopolio de la producción de esos bienes hace fácil ver cuándo, por caso, una cerveza no la fabrica un productor local. La situación, además, muestra que la desesperación del rubro por vender se fija hasta en los detalles más pequeños, que en las épocas de ventas normales eran nada más que anécdotas.
Arcor, Molino Cañuelas y varias cerveceras y compañías de bebidas sin alcohol, entre otras empresas, fueron las que más énfasis hicieron en el tema. El problema fue que Lavigne quedó desconcertado ante el pedido de la Copal. “Bueno, no sé qué decirles, llénenme un formulario poniendo qué es lo que es de ustedes y qué es lo que hay de contrabando”, expresó el funcionario.
La de las empresas fue una acción desesperada con una respuesta que ya esperaban. Lavigne es experto en decirles, lo hace en cada encuentro, que el Gobierno no va a estimular el consumo ni controlar la competencia. En paralelo, el secretario de Comercio agregó que pedirá reuniones con cada una de las cámaras sectoriales con el objetivo de abordar el problema.
El problema radica en que cada tema importa, hoy día: las ventas de las empresas de bebidas están cayendo arriba del 18 por ciento y las de Alimentos entre un 6 y un 8 por ciento. Es decir, no están en condiciones de resignar nada.
El trasfondo, la explicación
El nerviosismo de las empresas por lo que parece ser un tema menor, tiene que ver con un escenario general de una crisis del consumo muy marcada. Luego de su reporte habitual de supermercados, la consultora Scentia les envió a sus clientes un trabajo que tiene una medición general del consumo masivo en Argentina.
Se ve allí que lo que más duro cae es la venta de productos de la canasta básica, en detrimento de bienes durables, que crecen empujados por los sectores sociales que más poder adquisitivo tienen y esquemas de ventas en cuotas.
El informe de Scentia precisa que tomando el promedio de supermercados de cadena, comercios barriales, quioscos, farmacias y venta on line, la caída de ventas fue del 4,3 por ciento interanual en febrero. En tanto que si se toma a los comercios mayoristas, el derrumbe es de 7,4 por ciento interanual.
En el detalle por sectores, se comprende mejor por qué los proveedores de alimentos y bebidas están preocupados hasta por la menor señal de contrabando: la caída de ventas en super es de 6,5 por ciento; mientras que en los barrios llega al 12,6 por ciento. En farmacias hubo un crecimiento del 3 por ciento, en el e commerce la mejora fue de 16,5 por ciento interanual, y en quioscos mejoraron 3 por ciento las ventas. Todos compatran con bases muy malas, pero los locales que venden canasta básica siguen sin reportar mejoras.