Buenos Aires ha sido siempre -por suerte- una ciudad de mezcolanzas, de retazos, de fusiones que se disuelven y se encuentran en la siguiente esquina. Los inmigrantes llegaron con sus valijas repletas de recuerdos, pero también de sabores, de lenguas, de gestos que con el tiempo fueron echando raíces en esta tierra. Y en una calle de Palermo, entre boutiques con acento francés y parrillas de pretensión porteña, hay una casa donde Japón respira con la calma de quien sabe que lo importante es, siempre, lo que está por venir.
Se llama Casa Tsuji. Es una cafetería, pero también es un espacio que transmite algo familiar, un refugio de la delicadeza, un rincón donde la porcelana y el té conviven con un sándwich de pan de leche y la minuciosidad del arte floral. En su patio, el tiempo se dilata. Hay silencio, hay sombras de árboles que se despliegan sobre las mesas, hay un intento —casi una rebelión— de suspender el ritmo ansioso de la ciudad.
La porcelana, la historia, el regreso
Para entender Casa Tsuji hay que hablar de Saijiro Tsuji, que llegó a la Argentina en 1921, cuando Buenos Aires era un crisol que aún no sabía qué hacer con tantos que llegaban de lejos. Saijiro trajo con él el conocimiento, el pulso paciente de la cerámica japonesa, y en 1952 fundó Porcelana Tsuji, la primera fábrica de su tipo en el país. Lo hizo cuando nadie hablaba de vajilla de diseño, cuando las mesas todavía estaban llenas de loza gruesa, cuando la palabra “delicado” parecía un lujo innecesario.
Y funcionó. La fábrica creció, el apellido Tsuji se convirtió en sinónimo de calidad, de tradición, de esa estética japonesa donde lo mínimo es todo. Durante décadas, las porcelanas Tsuji vistieron las casas argentinas sin que muchos supieran que detrás de cada pieza había una historia de viajes, de exilio y de persistencia.
Casa Tsuji es, en cierto modo, una vuelta al origen. “Le quisimos dar ese marco, pero son dos públicos distintos”, explica Federico Miyagi, integrante de la familia Tsuji y uno de los impulsores del proyecto. “El público de la porcelana tiene cierta edad… y entonces queremos que el público joven que viene al café se interiorice también por esa historia”.
El proyecto nació después de la pandemia, cuando la gastronomía comenzó a resurgir. “Nuestra empresa es proveedora de proyectos gastronómicos. Después de la pandemia, al sector le fue muy bien, empezó a volar. Ahí apareció la idea de meter una pata en la gastronomía”, cuenta Miyagi. La intención inicial no era abrir una cafetería japonesa, pero el rumbo se fue marcando solo. “En Buenos Aires están floreciendo cafeterías por todos lados, entonces de entrada dijimos que había que darle una impronta diferencial. Y enseguida apareció la idea de que sea una cafetería japonesa, por decantación”.
La elección del espacio fue arriesgada: un PH que no da a la calle. Pero Federico estaba comprometido 100% con su idea: “Yo estaba convencido de que iba a funcionar, no sé porqué, aunque sabía que era muy osado; de hecho, cuando abrimos en abril de 2024, las primeras semanas se escuchaban los grillos: no entraba nadie”, recuerda, entre risas. Pero la propuesta prendió. “Es algo novedoso. El lugar es lindo, el barrio es receptivo a este tipo de propuestas, y la propuesta gastronómica funciona y atrae”.
Casa Tsuji es un espacio donde la historia familiar está presente en cada detalle. “Le puse mucha carga familiar: el nombre del proyecto, incluso algunas opciones del menú tienen referencias a la familia, como el Katsudon que lleva el nombre de mi abuela, Chiyoko”, dice Miyagi. “La referencia a la ‘Casa’, lo pensé como un espacio para que la gente venga a pasar un buen momento, íntimo y familiar”.
La bellísima porcelana que se utiliza en Casa Tsuji proviene de una línea especial de la empresa familiar, reforzando el hilo que une tradición y presente. “La marca Tsuji está muy afianzada en los mayores de 50 y, sobre todo, está referenciada a recuerdos muy lindos: cumpleaños, casamientos, regalos especiales, herencias. Salvando las distancias generacionales, con esto estoy buscando lo mismo: crear buenos momentos, recuerdos lindos, tal vez más efímeros, pero que no dejen de ser bellos”.
Japón en Buenos Aires
El menú es un desfile de sabores nipones. En materia de pastelería, hay una amplia gama de sabores para probar: dorayaki relleno de crema de té verde, ichigo daifuku -masa mochi rellena con una frutilla envuelta en anko-, y un matcha mousse que es una verdadera delicia. En la sección salada: sandos de cerdo con salsa tonkatsu, korokkes de papa con alga hijiki, daifuku de arroz glutinoso y pasta de poroto azuki.
“La pastelería japonesa es muy particular, es un desafío. Es absolutamente diferente a la pastelería argentina, pero la recepción fue muy buena. Hay un público muy abierto a probar cosas nuevas”, explica Miyagi. La propuesta de bebidas también tiene una curaduría especial. La cafetería es tradicional, con un matcha latte destacado, pero la carta de té es más oriental: se la compran a una familia japonesa que produce en Misiones.
Los espacios de Casa Tsuji fueron pensados con detalle. “Tenemos el patio, un salón ‘de paso’ donde está la barra, el primer piso (un salón más clásico) y la terraza. Todo ambientado con un cruce de estilos, pero donde lo japonés manda”, describe Miyagi. “Todos los ambientes son diferentes, pero la idea es que sean muy tranquilos”.
Uno podría pensar que en Buenos Aires ya no hay espacio para la quietud. Que en una ciudad donde el ruido es ley, donde el apuro es moneda corriente, donde todo parece estar siempre al borde de la urgencia, la paciencia japonesa es un anacronismo. Y, sin embargo, ahí está Casa Tsuji, probando que la historia es todo lo que está detrás, pero también lo nos queda por crear o descubrir.
Datos útiles
Armenia 1455
Casa Tsuji abre de martes a domingo, de 12 a 20. Ideal para un almuerzo al paso o una merienda completa.
IG: @casatsuji
Precios medios: link al menú