El Super Bowl tuvo un héroe inesperado: por suerte está el deporte

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Jalen Hurts, héroe inesperado de la Liga más millonaria del deporte mundial, pareció más demostrativo la tarde que se sacó sus zapatillas para regalárselas a un niño que el último domingo, cuando se coronó MVP del Super Bowl. En aquella tarde de julio pasado, Hurts se desató las Jordan 11, las firmó con un marcador rojo y se las lanzó al pibe feliz. El domingo, en pleno vestuario campeón de Philadelphia Eagles, música, baile y alcohol, Hurts se sentó en el piso con el trofeo, en un mundo propio.

Años atrás, querían que fuera corredor o receptor. Sus críticos sugerían que carecía de la inteligencia necesaria para jugar de mariscal de campo, un puesto históricamente blanco. Su compañero Cooper DeJean, también figura el domingo, fue en cambio el primer blanco que es titular en un Super Bowl como esquinero, un puesto tradición de “agilidad negra”. Celebró Autumn Lockwood, primera mujer negra en un cuerpo técnico campeón en el fútbol americano. Los Philadelphia Eagles, que aplastaron el domingo al favorito Kansas Chiefs, son diversidad, equidad e inclusión. DEI. Hoy palabras y sigla malditas. Por suerte está el deporte.

Jalen Hurts, el quarterback de los Eagles, y Patrick Mahomes, el mariscal de campo de Kansas, en un encuentro previo al Super Bowl

Jeffrey Lurie, que en 1994 compró a los Eagles (Águilas), por 194 millones de dólares, graduado en psicología y doctorado en política social, fan de Grateful Dead, ganó en 2013 un Oscar por su cortometraje documental “Inocente”, sobre una inmigrante mexicana perdida en las calles de San Diego. Uno de sus primeros proyectos cinematográficos, con Kevin Costner, sobre Vietnam, incluyó el punto de vista del país invadido, un sacrilegio.

En Filadelfia, el trabajo social de los Eagles da salud y educación a los sectores más vulnerables, tiene un “Salón de Héroes” con Martin Luther King, Rosa Parks, Jonas Salk y otros activistas y científicos. Gestos y nombres poco afines al Donald Trump recargado, que amenaza con invadir países, desprecia científicos, atropella opositores, se burla de la justicia y elimina políticas de inclusión. El domingo fue el primer presidente en funciones en la historia de Estados Unidos que fue al Super Bowl.

La extenista Serena Williams bailó durante el show del entretiempo que realizó Kendrick Lamar

Invocando razones de seguridad, Nueva Orleans se quedó repentinamente sin pobres en las calles. Todos encerrados, bajo amenaza de arresto, en un almacén congelado, en medio de una tormenta helada. El presidente magnate se fue antes del final. Cuando ya era clara la caída del favorito Kansas Chiefs, que no podría compartir fiesta con el gran mariscal de campo Patrick Mahomes y su esposa “fanática de MAGA”, con el pateador conservador Harrison Butker y con el equipo de color rojo republicano, incluyendo a Trevis Kelce, el novio jugador de Taylor Swift, que se había declarado “orgulloso” por la presencia de Trump en el Super Bowl.

Jalen Hurts, quarterback de Philadelphia Eagles, equipo que se coronó campeón de la NFL

Trump se fue apenas después de Kendrick Lamar, premios Pulitzer y Grammy, su show musical del entretiempo cargado de cultura, poesía y resistencia negra, cientos de artistas negros, el baile sorpresivo de Serena Williams (crecida como él en el guetto negro de Compton, en Los Angeles) y Samuel L. Jackson, el actor de Pulp Fiction y Star Wars, vestido de Tío Sam, advirtiéndole que debía humillarse por el país, mientras Lamar, rey del hip hop, salía de un Buick y decía que “la revolución está a punto de ser televisada, ustedes eligieron el momento correcto, pero al tipo equivocado”.

No se arrodilló como el jugador rebelde Colin Kaepernick y tampoco cantó “Alright”, himno elegido del movimiento Black Lives Matter (“odiamos a la policía/ quieren matarnos en las calles”). Bailó detrás de los postes, allí donde la National Football League (acaso cuidadosa por la presencia de Trump en el Ceasars Superdome), prefirió sacar la leyenda de “End Racism”, impuesta en 2020, tras el asesinato de George Floyd. De repente, uno de los artistas exhibió una bandera de Sudán y Gaza, la franja devastada, que Trump proyecta trasformar en una “Riviera del Mediterráneo”, limpieza étnica convertida en proyecto inmobiliario, sobre miles de cadáveres anónimos, sin prensa, y además demonizados, todos terroristas, incluidos los recién nacidos.

Donald Trump, presidente de los Estados Unidos

Sí, por suerte está el deporte. El show político y económico preveía la fiesta de Kansas Chiefs. Pero en la cancha (40-22) aplastó Philadelphia Eagles, defensa mortal sobre Mahomes y ataque colectivo liderado por Hurts, héroe en Filadelfia. La ciudad no vota a un presidente republicano desde 1932. El equipo se negó a ir a la Casa Blanca cuando ganó el Super Bowl de 2017, porque Trump pidió el despido y llamó “hijos de puta” a los jugadores que se arrodillaban. Y está Hurts, que será premiado el 25 próximo como “Ciudadano del Año”. En 2023, su Fundación llenó de acondicionadores de aire a las escuelas que suspendían clases por el calor agobiante. Sostén de las mujeres deportistas y de jóvenes autistas, Hurts, de 26 años, usó su primer salario para cambiar la vida de su familia, pero también la de un niño de ocho años enfermo de cáncer, que vivía en un tráiler junto con padres y cuatro hermanos. “Demostrar amor”, dice Hurts, “y ayudar a los demás. De eso se trata”.