Miles de personas fueron vistas ayer tanto en el Puente Internacional que une Aguas Blancas (último municipio del departamento Orán antes del cruce de frontera con la ciudad de Bermejo, en Bolivia) como en el Puerto de Chalanas sobre el río Bermejo, límite entre ambos países.
“La gente contestó que está viniendo porque se siente más segura”, sostuvo el interventor de Aguas Blancas, Adrián Zigarán, al afirmar que esto tendría que ver con la presencia de la Prefectura Naval. “Antes el río no era custodiado ni por Gendarmería ni la Policía provincial. Ahora está Prefectura. Entonces muchos que entraban por el costado del río (por pasos ilegales) y eran asaltados, ahora están más tranquilos”.
“Tuvo que haber un muerto para que se tranquilicen las cosas”, dijo por su parte una persona que trabaja en la frontera, cuya identidad se resguarda ante la violencia que enmarca la situación social que se vive en este lugar. Al respecto, afirmó que los pasadores (sea de coca, de mercadería o hasta de cubiertas para autos) debían atravesar al menos cuatro controles. El penúltimo era del Puesto 28 de la Gendarmería y uno final, que ubicó en el Río Zenta, el más cercano a la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán (cabecera del departamento Orán), donde se apostaba la Policía Federal. “Y ahí nos solían quitar la mercadería”, contó este trabajador.
Aunque tiene la misma mirada sobre la tranquilidad, la lectura de esa calma es un tanto distinta al dato que el interventor de Aguas Blancas dice haber recibido de empleados de ese municipio.
En el medio, se colaron versiones dando cuenta de un malestar de parte del funcionario nacional a cargo de la Dirección General de Aduanas, José Velis, por la forma en que se vienen llevando a cabo algunas actuaciones administrativas.
Según indicaron fuentes cercanas al organismo, el funcionario observó que existe un manejo incorrecto en la valuación que hace Aduanas de la mercadería valuada en dólares que está permitida ingresar al país desde Bolivia. Ocurre que en el vecino país esa mercadería (muchas simples imitaciones de marcas) tiene un precio más bajo que el de las marcas originales pero Aduanas se las valúa según el coste de la original.
Las fuentes interpretan que esto también estaría desalentando a pasar por controles aduaneros. Para sortear estos controles los visitantes que van a comprar en el país vecino optan por pasar la mercadería por caminos ilegales y recurren para ello a los trabajadores de frontera, los bagayeros.
Por otro lado, en cuanto a las colas de vehículos y personas para pasar por los puestos de control en los pasos habilitados, se indicó que, además del aumento de la afluencia de compradores por la proximidad de las fiestas de fin de año, también hubo demoras provocadas por el hecho de que si bien la Dirección de Migraciones en Argentina contaba con cinco funcionarios, en Bolivia había uno solo.
Muerte recurrente
Los conocedores del trabajo en la fronteraa indican que un pasador puede sacar 30 mil pesos por pasada de bulto por caminos ilegales. “Máximo se podrán hacer tres pasadas por día en el mejor de los casos. Pero hay veces que no se pasa nada”, contaron. En promedio, se habla de una ganancia diaria de entre 30 y 40 mil pesos.
Fernando Martín Gómez, el bagayero asesinado la madrugada del miércoles 18 de diciembre pasado cuando la Gendarmería reprimió a un grupo de 80 personas, también pasaba ropa, además de hojas de coca. “A veces se pasa ropa, a veces se pasa coca, pero no droga”, sostuvieron.
“Y uno reacciona. A mi un gendarme me llegó a poner un revólver en la cabeza porque no dejé que me saque (la carga) la Gendarmería. Y yo le decía que me mate. Después vino otro jefe, le quitó el arma y lo retó, le dijo: ¿Estás loco? después vamos a tener kilombo’”.
La de la semana pasada no es la primera vez que fallece un bagayero en circunstancias confusas. En mayo de 2013, Gerardo Gabriel Tercero, de 20 años, fue asesinado y por el hecho se investigó a la Gendarmería.
Según se conoció en aquel momento, Tercero fue asesinado también cuando estaba cerca del Puesto 28 de la Gendarmería Nacional en un operativo. Entonces se había instalado la versión de que el joven se “había ahogado con el bolo de hojas de coca que mascaba para soportar el trabajo”. Frente a ello hubo enojo de los trabajadores de frontera y, de nuevo, fueron a protestar en la ruta y esa versión se diluyó.
En la autopsia se determinó que había sido víctima de un disparo que ingresó por el glúteo. El joven se desangró y falleció.