Más allá de la caída de Damasco ¿Qué está pasando en Siria?

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“Frenar la agresión”. Es el lema de la ofensiva, lanzada el 27 de noviembre por varios grupos rebeldes en el noroeste de Siria, que en pocos días logró resultados inauditos. Este avance, que ha provocado un colapso en las líneas del régimen de Bashar al Asad, marca un nuevo punto de inflexión en la guerra siria, reconfigurando el mapa de Medio Oriente.

Las imágenes de la ofensiva rebelde son ya históricas: soldados del régimen huyendo en desbandada, combatientes rebeldes ondeando la bandera verde, blanca y negra en zonas hasta hace poco controladas por la dictadura. También reencuentros emotivos entre familias separadas durante más de una década de revolución y guerra, y escenas de liberación de decenas de hombres y mujeres encarcelados durante años en prisiones como la de Tarek Bin Ziad.

¿Qué supone esta ofensiva y cómo ha sido posible? El panorama sirio es tan complejo que resulta fácil perderse entre los intereses locales y las agendas de las grandes potencias, que han convertido al país en un campo de batalla geopolítico. Existen muchas dudas, cuestiones contradictorias, unidades de acción insospechadas en otros momentos. Una madeja que desafía visiones simplistas y requiere más matices de los que se pueden aportar en un solo artículo. Con la información disponible, intentemos identificar algunas claves.

El simbolismo de Alepo

Que la ofensiva haya tenido a Alepo como objetivo central en su primera parte es particularmente simbólico, porque la ciudad, que llegó a ser el epicentro de la resistencia contra el régimen de Bashar al Asad, encarna tanto las esperanzas como las tragedias del proceso revolucionario sirio.

Entre 2012 y 2016, cuando el este de Alepo se mantuvo fuera del control del régimen, surgió un proceso de autogestión revolucionaria que inspiró a otras zonas liberadas. Se crearon en ese período consejos locales para gestionar servicios básicos como agua, salud o educación, pero también con vistas a sentar las bases de un futuro de Siria con representación popular, y con un papel significativo de las mujeres. Sin embargo, este proceso de experimentación revolucionaria fue frustrado por la intensificación de los bombardeos del régimen sirio y sus aliados ruso e iraní. La agresión incluyó ataques indiscriminados con barriles explosivos y artillería pesada, y el uso del hambre como arma de guerra.

El documental Para Sama, de Waad Al-Kateab, captura muy bien esos “cinco años de amor, muerte y esperanza”. También el libro Un país en llamas: Los sirios en la revolución y la guerra, de Leila al Shami y Robin Yassin Kassab, que muestra testimonios de primera mano de combatientes de la oposición, activistas locales y defensores de derechos humanos.

Ocho años después, el contexto es muy distinto, pero el simbolismo de ver la bandera revolucionaria siria ondear junto con la palestina en la ciudadela de Alepo, arrasada por fuerzas del régimen sirio, Irán y Rusia, es innegable.

Desde el barrio cristiano de Suleimaniya, en Alepo, llegan estos días escenas de aparente normalidad navideña. También otras como la protagonizada por Ahmad Al-Dalati, del grupo Ahrar al Sham, que visitaba una mezquita de Alepo después de doce años, y cuyo contenido es revelador de la pretensión local y antisectaria de grupos anteriormente enfrentados.

¿Quiénes lideran la ofensiva?

La ofensiva actual está liderada por Hayat Tahrir al-Sham (HTS), una coalición considerada sucesora del Frente al-Nusra, el antiguo brazo de Al-Qaeda en Siria. Desde 2017, HTS ha intentado desvincularse de sus raíces extremistas, ejerciendo su influencia en el norte del país a través del llamado Gobierno de Salvación de Siria, una administración local encargada de gestionar servicios civiles como economía, sanidad y educación. Paralelamente, el Ejército Nacional Sirio, una coalición apoyada por Turquía que reúne facciones islamistas, nacionalistas y antiguos remanentes del Ejército Sirio Libre, se ha movilizado hacia Tel Rifaat, localidad controlada por fuerzas kurdas con el respaldo de Estados Unidos.

Ya en mayo de 2023, el líder de HTS, Mohammad al Golani, habló sobre la “alta moral revolucionaria” y lo cerca que estaba la reconquista de Alepo. Sus palabras reflejan una estrategia de largo alcance que parece haber estado esperando el momento adecuado para concretarse. En los comunicados emitidos estos días, HTS enfatiza la búsqueda de unidad y apela a conceptos de justicia, libertad y dignidad, evocando las aspiraciones revolucionarias de 2011. También destacan llamamientos a “garantizar la seguridad y estabilidad de las áreas liberadas, evitando acciones de venganza”, y a practicar “la compasión, el perdón y el trato humano hacia prisioneros y heridos”.

Según Fared Al Mahlool, periodista sirio con amplia experiencia en las áreas controladas por HTS a quien hemos entrevistado para Público, el grupo ha evolucionado hacia un modelo más pragmático en su administración territorial. “Aunque HTS es de corte islámico, no es extremista en el sentido en que lo es ISIS. No imponen estrictas leyes religiosas sobre la población, como obligar a las mujeres a vestir de una forma específica”, explica. Aun así, añade que “han cometido abusos contra la población, como todas las facciones, aunque en los últimos años estos han disminuido”.

Para muchos revolucionarios sirios, la ofensiva tiene un sabor agridulce, debido a la trayectoria de HTS, marcada desde sus inicios por la represión de activistas y las restricciones a la libertad de expresión. Leila al-Shami, coautora de País en llamas y una voz destacada de la revolución siria, describe esta relación ambivalente: “HTS es más moderado que en sus inicios, pero no son nuestros aliados. Los apoyo en esta lucha, pero no en el gobierno del país. No tienen legitimidad popular. Lo que venga después de Asad será complicado, pero al menos sin este régimen podremos empezar a construir una alternativa, como lo hicimos en 2011”.

Según Ayham al-Sati, cofundador de Baynana, primer medio en español fundado por periodistas sirios, “la oposición actual no es la de 2011, y su legitimidad popular no es la misma”. Sin embargo, recalca la importancia de no desestimar el papel de las comunidades locales: “Muchas de las personas que ahora luchan por recuperar el territorio son hijos de zonas como Saraqeb o Kafranbel. Estamos viendo a figuras que reconocemos de 2011, que entonces combatieron a un régimen que bombardeaba a su población, y ahora vuelven a hacerlo”, subraya.

“Es frustrante oír cómo lo que está ocurriendo se plantea en términos simplistas, en clave de ‘terroristas contra el régimen’“, añade al-Sati. “Hay grupos terroristas en Siria, pero los sirios seguimos siendo sirios y merecemos, hoy igual que en 2011, ser dueños de nuestro destino. Libres de todas las formas de tiranía, como lo merecen todos los pueblos”.

Desde Sweida, ciudad del sur de Siria con una mayoría de población de confesión drusa, saludaban el pasado 1 de diciembre los avances de la ofensiva en el norte. “Desde Alepo llegan buenas noticias” y “Recibimos con alegría el retorno de muchos sirios a sus ciudades en Alepo e Idlib” son dos de los mensajes que llegan desde esta población, que se había mantenido relativamente al margen del proceso iniciado en 2011 y desde hace más de un año se manifiesta contra el régimen de Asad. Concretamente, el representante local Hikmat al-Hiyri destacó la necesidad de poner fin al conflicto, de garantizar el retorno de los desplazados, y llevar a cabo una transición política justa. También llamó a la unidad de Siria, respetando principios de derechos humanos, y pidió esfuerzos internacionales para lograr la reconciliación nacional.

Mientras algunos ven en la ofensiva, con todas sus contradicciones, un motivo de esperanza, el sentimiento no es compartido por todos. En Rojava, la región autónoma de mayoría kurda en el noreste de Siria, administrada por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) bajo un modelo de confederalismo democrático, con un importante papel de las mujeres en el proceso y ecologismo, predomina el desánimo. “Esta última ofensiva da margen a Turquía para atacar Rojava con brutalidad, como lleva años haciéndolo”, destaca un miembro de las FDS cuya identidad hemos omitido a petición suya.

“Turquía nunca deja de aprovechar para redoblar sus agresiones contra nosotros, utilizando a facciones opositoras para desestabilizarnos”. Un temor que crece ante el regreso de Trump al poder. “En 2019, Trump permitió que Turquía lanzara una ofensiva militar en la zona, causando desplazamientos masivos. ¿Por qué iba a ser diferente ahora?”, se pregunta.

Convulsión regional y cambios en el equilibrio de fuerzas

Si algo ha dejado patente esta ofensiva es la nula capacidad del régimen sirio de sostenerse sin ayuda de sus aliados internacionales, particularmente Rusia e Irán. En el actual contexto regional, marcado por el genocidio llevado a cabo por Israel en Gaza y la campaña de bombardeos en el sur del Líbano, el equilibrio de fuerzas ha cambiado significativamente.

Hezbollah, uno de los principales actores militares en Siria y responsable del asesinato de numerosos combatientes y civiles sirios, enfrenta ahora una crisis profunda. Pese a sus esfuerzos por presentar como una victoria lo que en realidad es una pérdida incalculable tras los recientes ataques israelíes, su debilitamiento es evidente. Invertir más recursos en reforzar al régimen sirio no parece una prioridad realista. Dicho de otro modo, “no hay botas sobre el terreno” que defiendan al régimen en la situación actual.

Irán, otro pilar clave del régimen sirio, se enfrenta a una profunda crisis económica. Su élite gobernante sufre un fuerte cuestionamiento interno tras las protestas masivas de los últimos años. A esto se suma la presión constante de Israel, empeñado en arrastrarlo a un conflicto global, y el esfuerzo del régimen iraní por centrarse en desarrollar su armamento nuclear. Con tantos frentes abiertos, el margen de maniobra de Irán en Siria parece más limitado que nunca.

Por su parte, Rusia atraviesa momentos críticos. Con la invasión de Ucrania consumiendo sus recursos, su presencia en Siria se ha reducido drásticamente en comparación con años anteriores. Su capacidad de intervención es limitada y no cuenta con el respaldo de la fuerza terrestre para hacer frente al avance de los rebeldes.

¿Y qué papel desempeña Turquía? Las informaciones son contradictorias: hay quienes apuntan a que Erdogán facilitó la ofensiva y quienes aseguran que se vio sorprendido o superado por ella. Lo cierto es que entre Asad y Erdogán no escaseaban las tensiones. Asad se había negado a reunirse con el presidente turco hasta que retire sus fuerzas del norte de Siria, y Erdogán nunca ha tenido una ocasión más propicia para desestabilizarlo, consolidarse como actor regional y reprimir cualquier avance de la población kurda del país.

El papel de Israel

En este contexto, es esperable que también Israel mueva ficha. Pese a la retórica oficial de enemistad, el régimen de Asad ha sido, en la práctica, un vecino cómodo para Tel Aviv. Antisionista solo en sus discursos, Asad no ha hecho ningún intento de recuperar los Altos del Golán en 50 años, ni ha respondido a las agresiones israelíes. Por el contrario, ante cada agresión o amenaza, la táctica de Asad ha sido ignorar a Israel y arreciar las campañas de bombardeos contra el norte de Siria, causando incontables víctimas civiles entre una población ya devastada.

Sobre los paralelismos entre las tácticas del régimen sirio y sus aliados ruso e iraní por un lado y las de Israel por otro, el periodista Ahmad Rahhal señalaba así la destrucción provocada por los recientes bombardeos sobre la población de Idlib: “Tanto Asad como Israel se vengan de los rebeldes bombardeando a civiles”.

El cambio de régimen en Siria podría alterar este “equilibrio”. Israel ha dejado clara su visión de un nuevo Oriente Medio, según la cual las fronteras establecidas por el acuerdo de Sykes-Picot han fracasado y se arroga el derecho de reconfigurarlas. Caído Asad, teniendo en cuenta que los revolucionarios y rebeldes sirios son por definición antisionistas, no cabe descartar que Netanyahu extienda a Siria su campaña de tierra quemada. De ser así, es improbable que sea Rusia quien se lo impida, dada la buena sintonía entre ambos estados en lo tocante al contexto sirio.

Habrá que ver también cómo se posiciona Estados Unidos, ante el regreso de Donald Trump al escenario político. Durante su presidencia, Trump mantuvo una política errática en Siria, marcada por la retirada de tropas estadounidenses del noreste del país en 2019, lo que permitió una ofensiva turca contra los kurdos y generó desplazamientos masivos. Su enfoque “America first” priorizó intereses estratégicos inmediatos, dejando a aliados locales en una posición vulnerable.

“Rusia parece estar permitiendo que los rebeldes sirios derroquen a Asad”, declaró el 30 de noviembre Richard Grenell, que fue director de Inteligencia Nacional en la anterior administración Trump. “Esto es gordo. Hora de jugar al ajedrez”, añadió.

Todos juegan al ajedrez en Siria. Todos quieren avanzar sus intereses a costa de la población local, secuestrada desde hace más de doce años por injerencias regionales e internacionales.