NUEVA YORK.- En este espacio se comentó que cuando Kamala Harris anunció su candidatura, la cantante británica Charli XCX, inmediatamente tuiteó su apoyo declarando “Kamala is brat”. No hay una traducción exacta para la palabra, pero se suele usar para un “mocoso” (según el diccionario) superficial y prepotente. Pero “Brat” era también el nombre del álbum de Charlie XCX, el hit del momento. La campaña de Harris lo adoptó, así como la tipografía de adolescente rebelde de las gráficas del álbum y –ni que hablar– su color verde flúo que absolutamente dominó la moda del verano.
No fue suficiente, sin embargo, para llevarla a un triunfo en las urnas. Como tampoco lo fue el apoyo de Bruce Springsteen, Katy Perry, Beyoncé, Lady Gaga, Madonna, Ariana Grande, Billie Eilish, Eminem y Taylor Swift. Ni tampoco el de George Clooney, Oprah, Leo Di Caprio, Robert de Niro, Julia Roberts, Cher, Reese Witherspoon y Harrison Ford, entre tantos otros.
Ahora muchos dedos –y de todo el espectro ideológico– están apuntando contra los famosos para explicar lo que pasó. Según el periódico de Washington The Hill “el apoyo de las celebridades tuvo un efecto boomerang”. Para The Spectator, de hecho, esta elección significó “la muerte del respaldo de las celebridades” y The New York Post lo declaró “receta para el desastre”. Según The Guardian, algo más cuidadoso, “parece claro que no solo el tuit de Charli XCX no tuvo un impacto significativo, sino que tampoco lo tuvo el respaldo de ninguna celebridad”.
“Cuando un tema central en las elecciones fue la economía y las entradas para Taylor Swift o Beyoncé son inasequibles para la mayoría, hasta puede llevar a resentir a los políticos con los que se asocian”, sostuvo Laurence F. Maslon, profesor de la Universidad de Nueva York. El apoyo de Swift era particularmente importante, dado que su mensaje y su audiencia son considerados más amplios que los de los demás.
Pero según una encuesta de YouGov, poco después del respaldo de Swift solo el 8% de los votantes dijo que tendrían “algo” o “mucho más” probabilidades de votar por Harris y un sorprendente 20% dijo que el respaldo en realidad los hacía menos propensos a votar por Harris.
En general, lo que se repite es que la masa de famosos multimillonarios y privilegiados que apoyó a Harris sirvió como muestra elocuente de la desconexión entre la elite Demócrata y la gente común. Pero Maslon le dio una vuelta de tuerca particularmente interesante. En un intercambio con esta cronista, sostuvo que los artistas fueron, en buena parte, “autocomplacientes” y que “lo que la historia demuestra es que, en general, quien se beneficia es la celebridad y no el candidato”.
“Por ejemplo Robert de Niro, que declaró que odia a Trump hasta lo más profundo, lo que hizo fue ir al a la “previa” de un partido de fútbol americano para, con eso, cambiar la intención de voto de quienes apoyaban a Trump. Es imposible no ser incrédulo cuando parece tanto más un ejercicio de publicidad para de Niro que para Harris”, sostuvo.
La conclusión de Maslon es que si las celebridades quieren influenciar la política, la forma de que sea efectiva su fama es hacerse políticos ellos mismos. Prueba de esto son los casos –si bien todos Republicanos– de Reagan, Schwarzenegger y, ahora de vuelta, Trump. Son muy pocas las excepciones, como Frank Sinatra con Kennedy y Oprah con Obama, en el que la adhesión les sirvió a las celebridades “para entrar en la mesa chica del poder”, o influir en resultados electorales (en el caso de Oprah se estima que fue decisiva en la interna contra Hillary Clinton).
Charly XCX, por lo pronto, está cambiando de color. Abandonó el verde flúo y viajó a EE. UU. en un monocromo de pantalones, corpiño e impermeable en el distinguidísimo bordó, que según The New York Times, es “el” color ahora. Si el cambio tenía algún tipo de simbolismo, ya despunta la temporada (otoño-invierno, tanto como política) para empezar a analizar.