‘The brutalist’, cine épico sobre el tormento y la obsesión de un arquitecto judío en el exilio

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El director Brady Corbet hace cine épico en ‘The brutalist’, en la que plasma la lucha de un arquitecto judío húngaro que tras el Holocausto sufre el exilio en Estados Unidos, un sueño americano que se trunca por el contexto, el tormento y la obsesión de un individuo que busca trascender al horror.

La película, que se ha estrenado en España en el marco de la Sección Oficial a concurso de la 69 Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), ha sido aclamada en el Festival de Venecia, donde logró el Premio del Jurado de la Crítica Internacional y su director obtuvo el León de Plata a Mejor dirección.

Aunque está por ver si la Semana vallisoletana le otorgará otro reconocimiento, sí que lo ha hecho el público que ha visualizado la primera proyección de esta cinta de tres horas y 35 minutos de duración, tres partes y rodaje en 70mm en formato VistaVision.

Todo ello se ha elegido para presentar un filme colosal, que ensalza el poder de la imagen y que ya se anuncia como obra maestra a juicio de la crítica, a la que ha conseguido ganarse Corbet, quien no consiguió unanimidad en sus dos dos primeras obras, ‘La infancia de un líder’ (2015) y ‘Vox Lux: El precio de la fama’ (2018).

En ‘The brutalist’, título elegido por el estilo arquitectónico homónimo — caracterizado por materiales como el hormigón, elementos fuertes, formas rígidas y colores monocromáticos–, el también actor y guionista presenta al arquitecto judío húngaro Laszlo Toth (Adrien Brody).

Este es el protagonista de una ficción ambiciosa que narra tres décadas de su vida tras llegar como exiliado a Estados Unidos después de haber logrado sobrevivir al campo de concentración de Buchenwald.

En una tierra que lo recibe con la Estatua de la Libertad, el artista se ve obligado a vivir como lo que no quiere, un vagabundo, hasta que llega a sus manos un proyecto arquitectónico en Pensilvania encargado por Harrison Van Buren (Guy Pearce), un multimillonario que parece ser su valedor.

En busca de su identidad, de recuperar su status socioeconómico y de reunirse con su mujer, Erzsébet (Felicity Jones), y su sobrina Szofia (Raffey Cassidy), supervivientes del campo de Dachau, Toth busca incansablemente trascender el dolor con su obra, materializada en el momento en una construcción que recordará a la que fue su prisión. La obsesión y la aflicción que busca ocultar a base de adicciones, controlan su persona en esta etapa.

Se trata de un drama histórico, desgarrador, que es capaz de mantener fiel al espectador en todos sus minutos, en los que el filme viaja de Pensilvania a Nueva York o devuelta a Europa y alude a la creación del Estado de Israel, el antisemitismo, la belleza o el problema del opio en Estados Unidos.

ADRIEN BRODY

La cinta supone, asimismo, el regreso del actor Adrien Brody a la piel de un judío superviviente al nazismo, tras ‘El pianista’. El actor convence en los pies y el rostro carcomido de Toth, un individuo roto ante la vida, en la que, en la distancia o no, le acompaña su mujer, encarnada por Felicity Jones, un personaje que arrastra las cicatrices emocionales y físicas de la guerra.

En el reparto también destacan Raffey Cassidy, quien interpreta a la sobrina de ambos, un niña del Holocausto, Joe Alwyn como un niño rico al que Toth tiene que enfrentar para su gran proyecto y, especialmente, Guy Pearce como el poderoso empresario, oportunista y amante de las conversaciones intelectuales.

Con guión de Corbet junto a Mona Fastvold, fotografía de Lol Crawley y música de Daniel Blumberg, la película está inspirada libremente en las experiencias del arquitecto Marcel Breuer, diseñador del Museo Whitney de Nueva York, y de otros representantes del movimiento artístico brutalista.