El presidente Javier Milei sigue utilizando la provocación para polarizar. Para el presidente, el kirchnerismo es el otro, al que hay que sepultar, porque representa todo lo malo.
Milei, cuando dijo que quiere ser “el que le meta el último clavo al cajón del kirchnerismo, con Cristina adentro”, lo hizo para irritar. Inmediatamente llegaron las reacciones y los sectores que responden a la exvicepresidenta lo acusaron de violento. Incluso Axel Kicillof, señalado como “Judas” por CFK, salió a defenderla.
La polarización puede limitarse a defender al propio partido o a criticar al partido adversario. Pero Milei se identifica con Donald Trump y recurre a otra estrategia, la polarización afectiva: su objetivo es despertar emociones fuertes, provocar el desprecio al otro y generar miedo.
Milei coloca a Cristina Kirchner en el centro de la escena, como adversaria a vencer. Una expresidenta desgastada, que ya no es capaz de imponer su liderazgo y que está dispuesta, de buen grado, a sumarse a ese juego. Una CFK que está reducida a ser referencia de La Cámpora, pero que es muy resistida por muchos sectores del PJ.
Como era de esperar, la expresidenta tomó la posta que Milei le dejó servida. En un extenso posteo en su cuenta de X, salió a responderle y lo hizo sobre varios ejes claros.
El primero: victimizarse, cuando dijo “¿así que me querés matar?”. El segundo: una crítica feroz a la gestión de Milei, a quien acusa incluso de hablar “idioteces”. El tercer eje: recordó la época de los setenta, cuando se eliminaba al adversario, y aprovechó para criticar a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Y el cuarto: Cristina Kirchner buscó colocarse por encima de su propio interés y responsabilizó a Milei por lo que le pueda pasar a cualquier peronista.
Cristina Kirchner salió a hacer lo que sabe: convertirse en protagonista y jugar el juego que le propone Milei.
El Presidente siente que atraviesa su mejor momento. Viene de hilvanar dos vetos en un mes y no dudaría en vetar el Presupuesto nacional si la oposición quiebra el eje de su política de equilibrio fiscal; fue aplaudido en el Coloquio de IDEA; logró bajar la inflación -las consultoras calculan que la de octubre cerrará en torno al 3,2 por ciento- y ya no rechaza negociar con la casta.
Algunas encuestas muestran que sigue perdiendo imagen. Pero Milei no teme, porque nadie capitaliza los puntos que a él se le escapan. Y, por eso, no duda en sostener que mantendrá su política de déficit cero durante todo el año electoral. Su propuesta es que el garrote mata a la billetera. Igual, a último momento, siempre hay tiempo para pegar un pequeño volantazo.
El principal objetivo de Milei, ahora, se reduce a lograr que el Congreso apruebe el Presupuesto, que él armó sobre el principio del déficit cero. Y ha comenzado a juntar voluntades: esta noche les ofrecerá en Olivos una comida a los mandatarios de Salta, Gustavo Sáenz; de Catamarca, Raúl Jalil; de Tucumán, Osvaldo Jaldo; y de Misiones, Hugo Passalacqua, todos ellos cercanos a distintos sectores del peronismo, pero alineados con las autoridades nacionales.