Los baños están en condiciones deplorables. Diariamente, los caños rotos generan grandes fugas de agua que no solo desperdician recursos, sino que además crean focos de infección y aumentan considerablemente el riesgo de dengue. Esta situación afecta directamente nuestra salud y la de toda la comunidad educativa. A esto se suma una plaga de palomas, que no solo ensucia con heces cada rincón del colegio, sino que también representa una amenaza de enfermedades respiratorias. Pese a ello, la limpieza es casi inexistente, dejando a los estudiantes expuestos a un ambiente antihigiénico.
Pero lo más preocupante es el deterioro estructural. Los techos y paredes de las aulas están en un estado de tal precariedad que hemos presenciado desprendimientos que podrían haber causado graves accidentes. Los estudiantes estamos obligados a estudiar bajo techos que amenazan con venirse abajo, y esto no ha sido atendido. En particular, el baño de mujeres del patio sur está prácticamente inservible: su techo ha colapsado, las paredes están llenas de humedad, y cada vez que llueve, el agua inunda las instalaciones. Es indignante que en pleno siglo XXI se nos obligue a utilizar instalaciones tan peligrosas.
No podemos seguir asistiendo a clases bajo estas condiciones inhumanas. Exigimos que se tomen acciones inmediatas y se resuelvan estos problemas estructurales antes de que ocurran accidentes mayores o brotes de enfermedades.
Durante esas reuniones, expresamos con claridad que el verdadero peligro está dentro del colegio, con techos y paredes que se caen, baños en estado de ruina, y condiciones insalubres que ponen en riesgo la salud y la seguridad de los estudiantes. No obstante, nuestra voz fue desestimada y nuestras preocupaciones ignoradas por completo. Resulta inconcebible que se priorice una obra cosmética sobre la reparación de un edificio que está al borde del colapso.