Buena parte de la caída en la tasa de pobreza que el Gobierno celebró eufórico en el segundo trimestre del año se explican por cambios metodológicos, según analizó el Observatorio de la Deuda Social Argentina (OSDA) de la Universidad Católica Argentina (UCA). En su informe anual “Nuevo escenario político-económico: Estrés y bienestar en una Argentina en transición”, presentado este jueves, la institución advirtió que una medición corregida elevaría la pobreza al 36,3% de la población en lugar del 31,6% informado por el Indec.
Los investigadores de la UCA recalcan que si bien la etapa kirchnerista de la posconvertibilidad “tuvo éxito en generar un piso de protección social para el 30% de la población más pobre y extender la cobertura previsional de manera casi universal, así como mejores salarios y más derechos laborales para los trabajadores formales, nunca pudo atravesar el 25-30% de pobreza crónica en ingresos y recursos de inclusión social, ni superar el hecho de que el 50% de la fuerza de trabajo quedara desocupada o con empleos precarios”.
En segundo lugar, identifican el “modelo libertario” aunque advierten que “no está consolidado: por ahora están desarmando lo viejo más que construyendo lo nuevo”. Sobre este modelo advierten la existencia de una trampa, o una falla, que reside en su bajo impacto sobre la creación de empleo productivo y bien remunerado.
La UCA analiza los datos oficiales de empleo y adiciona a la tasa de desempleo aquellos que habitan el “subempleo inestable”, es decir los trabajadores informales que hacen changas. Esa suma que grafica una situación de precariedad alcanza al 34% de la población en edad de trabajar.
Medición
Más allá de la discusión sobre modelos, el equipo de investigadores del OSDA, dirigido por Agustín Salvia, plantea una mirada crítica sobre los indicadores de pobreza del Indec. Señala que desde finales de 2023 y comienzos de 2024 se redujo el subregistro habitual de ingresos en la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) y por eso los ingresos laborales y no laborales dan “mejor” que en otros registros.
Ese cambio metodológico podría explicar la fuerte caída de la pobreza reportada por las estadísticas oficiales: en el segundo trimestre de 2025 se ubicó en 31,8% —9,5 puntos menos que en igual período de 2023— cuando, si se corrigiera hacia atrás la serie por captación de ingresos, como hace el OSDA, la disminución habría sido de apenas 2,1 puntos.
Es decir la pobreza no habría bajado desde el 41,3% en el segundo trimestre de 2023 a los niveles actuales, sino desde el 33,9%. De este modo, según las mediciones de esta casa de estudios, tres cuartos de la caída en la tasa de pobreza desde los niveles de 2023 se deben a un efecto estadístico.
Sesgos
Según el equipo del OSDA, además del problema de subregistro de ingresos, existe un segundo sesgo metodológico en la medición oficial de la pobreza vinculado al umbral que determina quién es pobre y quién no. Ese umbral —la Canasta Básica Total— continúa basado en los patrones de consumo de 2004/2005 y, por lo tanto, está desactualizado, especialmente por la menor ponderación del gasto en servicios.
Si el Indec utilizara las canastas de consumo de 2017/2018, que ya tiene relevadas pero no aplica, el ingreso mínimo para no ser pobre subiría de 1,213 millones a 1,942 millones de pesos, lo que ampliaría significativamente la cantidad de personas por debajo de la línea de pobreza.
La pobreza según la medición corregida por la UCA, llega en el primer semestre de 2025 a 36,3% de la población versus un 31,6% estimado por el Indec. La indigencia, en tanto, no presenta mayores cambios y alcanzó un 6,8% de la población.
Según advierten los investigadores “la proporción de hogares y población en condición de privaciones económicas debe reconocerse como un problema del país que se arrastra desde hace poco más de cuatro décadas” en tanto que en los últimos 20 años “la indigencia y pobreza por ingresos presentan pisos estructurales: alrededor del 5% de personas en indigencia y 25% en pobreza”.







