Allá por los años 50, nacía el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) con la finalidad de impulsar la investigación para aumentar la producción agropecuaria y de este modo, las exportaciones. En un territorio tan extenso, la única forma de lograr este objetivo era a través de la creación de los institutos de investigación, estaciones experimentales y agencias de extensión rural.
La Estación Experimental Agropecuaria del INTA en Bariloche acaba de cumplir 60 años. Y no es casualidad que lleve el nombre «Doctor Grenville Morris» en homenaje a un veterinario que solía recorrer los campos de los pobladores rurales empeñado en mejorar la producción ganadera y su calidad de vida, a través de aportes técnicos.

En 1976, Morris inició el programa radial «El INTA en la Patagonia» en LU8 Radio Bariloche para transmitir al hombre de campo y su familia las tecnologías disponibles para los sistemas productivos de la región.
En un primer momento, la estación del INTA Bariloche se focalizó en la producción ovina de la Patagonia. De esta forma, gestó el Laboratorio de Fibras Textiles de Origen Animal que no solo permitió a los productores mejorar genéticamente a sus animales y de esta forma, la calidad de lana y así, obtener un precio justo.

Poco a poco, la institución se consolidó como referente técnico en muchas temáticas como sanidad, genética, reproducción y manejo de recursos naturales. Hoy se focaliza en un territorio extenso donde coexiste producción ovina, caprina, bovina y aviar, productos de la huerta y frutas finas y, la producción forestal.
«Cuando nació esta Estación Experimental en Bariloche, había grandes establecimientos ovinos en Patagonia, con millones de cabezas. El objetivo fue apoyar esa producción a través de estudios de genética, sanidad y manejo de los recursos naturales, como los suelos y pastizales, la base de productividad», sintetizó Mauro Sarasola, el director de la Estación Experimental INTA Bariloche, que, al momento de su creación, su área de influencia abarcaba hasta Tierra del Fuego.

Con el paso de los años, los sistemas de producción se fueron diversificando y, de esta forma, también el rol del INTA. Por eso, en 1986, ya con el regreso de la democracia, el INTA se regionalizó y la gobernanza se descentralizó. De esta forma, la Estación Experimental Bariloche acotó su área de influencia a Río Negro y Neuquén. «Era necesario tener sedes en regiones. La población objetivo se amplió a los pequeños productores y las cooperativas. El foco se puso no solo en las grandes estancias sino también en los pequeños y medianos productores», acotó Sarasola.
A lo largo de estos años, el contexto también se fue complejizando, producto del cambio climático -temperaturas más altas y menos lluvias y nevadas-, erupciones de volcanes e incluso el proceso de desertificación de la Patagonia (una combinación de factores climáticos, como la sequía, con el impacto humano en el sobrepastoreo de ovejas y la degradación del suelo) que demandó diversas estrategias de manejo por parte del INTA. En los últimos años, se sumó el desafío de los incendios forestales en la zona cordillerana.

En la década del 90, a partir del cierre del Instituto Forestal Nacional (Ifona), el INTA también comenzó a abocarse a la cuestión forestal. Durante esos años, se puso en marcha el Programa Prohuerta, orientando a la población con menores recursos, que «apela a la autoproducción en pequeña escala con el propósito de facilitar el acceso a una alimentación sana y fundado en modelos de huertas y granjas orgánicas».
«También se empezó a trabajar con comunidades de pueblos originarias y, con la producción de ovinos, chivas, vacas, con otros sistemas productivos. No es lo mismo trabajar con una gran estancia que con pequeños productores ya que las problemáticas pueden cambiar. Se delinearon estrategias vinculadas a los pequeños, medianos y grandes productores que tenían diferentes demandas«, señaló Sarasola.

También destacó el trabajo de articulación del INTA con las provincias y los municipios que llevan adelante las políticas públicas. Puso como ejemplo el Programa Mohair, creado en 1998, a fin de mejorar la fibra de las cabras de angora y, por ende, su comercialización.
La mirada en el territorio
Celso Gabriel Giraudo fue director de la Estación Experimental del INTA Bariloche entre 1985 y 1993. Luego, continuó como investigador en Nutrición Animal hasta alcanzar su jubilación 12 años atrás.
«Entré en el INTA en San Luis en 1972 como becario de iniciación. En 1985, cuando se produjo la regionalización, fui trasladado a Bariloche. Se iban conformando los centros regionales en función de los ambientes ecológicos y las características geográficas«, señaló este ingeniero agrónomo y acotó que, «de esta forma, se le dio participación a las instituciones regionales con poder de conducción -ya no solo consultivo-«.

Contó también que, en ese momento, se empezó a visualizar la problemática de los pequeños productores y la agricultura familiar. «Lo cierto es que en Patagonia Norte, el 80% de los productores son pequeños. El primer modelo del INTA era más extensivo y de escala. Por eso, resaltamos el papel de Morris que, agarraba su rastrojero, y trabajaba de cerca con los pequeños productores», recordó.
Se concentraron los esfuerzos para agrupar a los productores a fin de mejorar la calidad de los productos y, de esta forma, la comercialización, diversificar la horticultura familiar y los invernáculos.

Giraudo recalcó que, en un primer momento, se trabajó mucho en mejoramiento genético y en sanidad animal. Se hacían diagnósticos de enfermedades y se abordaba la forma de superarla. «Todo eso se amplió en 1985. Se empiezan a visualizar más problemáticas de la vida de la gente en el territorio. Los pequeños productores no solo debían mejorar sus productos sino sus condiciones de vida, a través de paneles solares, invernáculos, por ejemplo«, dijo.
Por último, reflexionó que «el sistema INTA solo funciona si se articula la investigación que se realiza en las Estaciones Experimentales y en los campos experimentales (esos que ahora quieren vender) y se articula con las agencias de extensión y otras organizaciones».

Bariloche y un área de 17 millones de hectáreas
La Estación Experimental INTA Bariloche abarca un área de área de 17 millones de hectáreas.
Tiene 10 dependencias: en Bariloche dispone de los laboratorios y los grupos de investigación, pero a la vez, cuenta con agencias de extensión en Chos Malal, Picun Leufú, Zapala y San Martín de los Andes, en Neuquén y, Bariloche, Ingeniero Jacobacci, El Bolsón y una oficina técnica en Los Menucos, en Río Negro.
Son alrededor de 100 integrantes entre profesionales y, personal técnico y de apoyo. A partir de la articulación con el Conicet, suman 50 más entre investigadores y becarios.

La mejora de la lana
Las primeras esquilas preparto (una técnica de esquila de ovejas que se realiza aproximadamente 30 días antes del inicio de las pariciones) en Patagonia se llevaron adelante en 1971 en las estancias Sunica y San Ramón, de la compañía Lahusen. Técnicos del INTA Bariloche iniciaron estudios sobre este tipo de esquila en el Campo Experimental Río Mayo y a partir de los primeros resultados obtenidos en 1973, comenzó su difusión masiva en Patagonia.
El Laboratorio de Lanas contribuyó a mejorar la calidad y de esta forma, la comercialización. En 1975, el INTA Bariloche identificó «el pelo de cabra» de la región como Mohair, una fibra especial producida por caprinos de Angora que, con el correr de los años, se incorporó a las agendas de investigación de la mano de la mejora genética.









