Un feroz incendio –-el más mortal en décadas en la ciudad– arrasó un complejo residencial de alta densidad en Wang Fuk Court, en el distrito Tai Po, al norte de Hong Kong, dejando al menos 36 muertos y 279 personas reportadas como desaparecidas. El complejo, compuesto por ocho torres de 31 pisos y más de 4.800 residentes, se convirtió en el escenario de una de las peores tragedias urbanas que recuerde la región.
El siniestro comenzó alrededor de las 14:50 (hora local) en andamios de bambú montados sobre la fachada de uno de los edificios, montados para una serie de reformas en curso. Vecinos dijeron haber escuchado un estallido previo a que las llamas avanzaran con rapidez sobre la estructura exterior. Ante el agravamiento del escenario, la alarma se elevó hasta nivel 5 –la máxima– y el fuego se propagó a las torres contiguas en cuestión de minutos, alimentado por el viento y por la caída de fragmentos encendidos de los propios andamios. Para cuando llegaron los primeros equipos de emergencia, al menos siete de las ocho torres ya mostraban columnas de humo espeso.
Las llamas y el humo, visibles desde varios kilómetros, inundaron ventanas y huecos de escalera de los edificios, complicando cualquier vía de escape. En esas torres, donde viven miles de personas en departamentos pequeños y en muchos casos sin salidas alternativas, la evacuación se volvió caótica. Se desplazó a cientos de residentes en condiciones dramáticas, mientras decenas de bomberos intentaban acceder a los pisos superiores. Esa tarea se vio dificultada por el calor extremo que emanaba de los pasillos, la caída de escombros y la inestabilidad de la estructura externa. “Hay niveles a los que todavía no pudimos ingresar”, reconocieron autoridades del Departamento de Bomberos en la madrugada. Un periodista local describió “crujidos constantes”, posiblemente del bambú ardiendo, que alertaban sobre nuevos derrumbes.
Entre las víctimas fatales se encuentra un bombero de 37 años, identificado como Ho Wai-ho, quien sufrió quemaduras severas. Además, 29 personas resultaron hospitalizadas, siete de ellas en estado crítico. La cifra de desaparecidos continúa siendo incierta: un agente de policía en un albergue temporal explicó a AFP que no está claro cuántas personas permanecen sin localizar, ya que todavía siguen llegando familiares a reportar a quienes no pudieron contactar desde el inicio del siniestro. Las autoridades estiman que el número podría aumentar dramáticamente a medida que avancen las tareas de búsqueda.
El operativo desplegado por el gobierno de Hong Kong fue de gran escala: se movilizaron más de un centenar de autobombas, cerca de 800 bomberos, ambulancias y equipos de rescate; se evacuó a unas 900 personas; y se habilitaron refugios temporarios en centros comunitarios cercanos, varios de los cuales colmaron su capacidad. También se cerraron tramos de rutas y se instaló una línea telefónica de emergencia para quienes buscan información sobre sus familiares.
El incendio expone nuevamente una de las vulnerabilidades estructurales de la ciudad: los andamios de bambú. Aunque históricamente han sido habituales en Hong Kong por su bajo costo, resistencia y versatilidad, su alta inflamabilidad multiplica el riesgo cuando ocurre un siniestro. La Asociación por los Derechos de las Víctimas de Accidentes Industriales señaló que en los últimos meses hubo otros incendios relacionados con este tipo de estructuras y reclamó una actualización urgente de los protocolos de obra. Si bien el gobierno había anunciado planes para comenzar a retirarlos en proyectos públicos, muchos edificios privados continúan utilizándolos.
La tragedia ya se cataloguea como el peor incendio residencial desde 1996, cuando un siniestro similar en Kowloon dejó 41 muertos. Mientras continúan las tareas de rescate y la búsqueda entre los restos de los andamios colapsados, las autoridades prometieron investigar las causas del incendio, revisar las normativas de construcción y reforzar los controles sobre los materiales permitidos en reparaciones exteriores. También anticiparon que evaluarán las condiciones de habitabilidad en complejos de alta densidad, donde la combinación de envejecimiento edilicio, reformas permanentes y saturación poblacional genera riesgos adicionales.
El desastre conmociona a una urbe densamente poblada y reabre el debate sobre la seguridad estructural, los controles urbanos y la capacidad del Estado para garantizar que las obras de mantenimiento no expongan vidas humanas a peligros evitables. Para muchos residentes, la prioridad ahora es encontrar a sus seres queridos. Para la ciudad, será inevitable revisar sus políticas antes de que una tragedia similar vuelva a repetirse.







