Grupos de indígenas bloquearon este viernes el ingreso a la COP30 en Belém, Brasil, e impidieron durante varias horas el desarrollo de la conferencia climática de la ONU, antes de lograr reunirse con funcionarios brasileños.

El bloqueo ocurrió en medio de cuestionamientos a la cita coorganizada por el gobierno de Brasil y la convención climática de las Naciones Unidas en esta ciudad amazónica.

El martes por la noche, manifestantes indígenas irrumpieron en el recinto de la COP30 y se enfrentaron con la policía.

Este viernes, cerca de 60 miembros de la comunidad munduruku, ataviados en su mayoría con ropas y tocados tradicionales, se ubicaron frente al acceso principal del complejo y una calle adyacente, alterando temporalmente la agenda de las decenas de miles de delegados y observadores.

“Luchar por nuestro territorio es luchar por nuestra vida”, proclamaba la pancarta de uno de los manifestantes, quienes denunciaban grandes proyectos de infraestructura en la Amazonía y exigían reunirse con el presidente Lula da Silva.

“Queremos ser escuchados, queremos participar en las negociaciones también. Tenemos demasiados problemas”, reclamó Alessandra Korap, una líder indígena.

La seguridad del lugar fue reforzada con soldados que portaban cascos, armas y escudos y efectivo de la policía militar.

La protesta obligó al presidente de la COP30, André Correa do Lago, a cancelar su participación en eventos y acudir al encuentro de los manifestantes. Escuchó sus quejas y luego guio a todo el grupo a un edificio cercano para un encuentro con las ministras brasileñas Sonia Guajajara, de Pueblos Indígenas, y Marina Silva, de Medio Ambiente.

Esto permitió la reapertura de la COP ante numerosos miembros de la policía. A la salida, frente a la prensa, el diplomático reconoció las “preocupaciones muy legítimas” de los manifestantes y prometió “buscar avanzar”. De esta manera, se logró desbloquear la entrada, ante una amplia presencia policial.

“Preocupaciones muy legítimas”

Ante la prensa, el diplomático brasileño reconoció luego las “preocupaciones muy legítimas” de los manifestantes y prometió buscarlas. Los miembros de la comunidad munduruku exigen avances en la demarcación de sus tierras. También se oponen al proyecto de construcción de Ferrogrão, un ferrocarril de casi 1.000 kilómetros que atravesará Brasil para transportar la producción de granos.

Durante otra reunión de varias horas con otros grupos indígenas amazónicos, el presidente de la conferencia negó cualquier “amenaza” sobre sus territorios. “Pueden estar seguros de que este gobierno los está defendiendo en la COP30”, les dijo.

Lula, en el poder desde 2023, es un aliado declarado de la causa indígena. Entre sus logros están la homologación de 16 territorios indígenas, la caída espectacular de la deforestación y el nombramiento de Guajajara, una figura respetada, al frente del primer Ministerio de los Pueblos Indígenas. Pero algunos sectores indígenas críticos piden mayor celeridad en la demarcación de tierras y se oponen a la exploración petrolera iniciada en octubre cerca de la desembocadura del río Amazonas.

El nonagenario cacique Raoni, el más influyente de Brasil, se sumó a los cuestionamientos y advirtió a Lula que no dudará en “tirale de la oreja” para ser escuchado.

En los incidentes del martes por la noche dos policías sufrieron heridas leves, según la ONU.

Simon Stiell, máximo responsable climático de la ONU, dirigió según informes de prensa una dura carta a las autoridades brasileñas para denunciar por las condiciones de seguridad. Aunque destacó que la seguridad interna de la Zona Azul, centro diplomático del evento donde se produjo el altercado, está a cargo de la ONU, el gobierno brasileño anunció que había reforzado el dispositivo de seguridad.

En un comunicado, la ONU dijo que la “manifestación pacífica” del viernes no generó “ningún peligro”.