“Levante la mano quien fuma marihuana”, dicen desde un camión-escenario con una pequeña maceta en el centro que mira hacia la Casa Rosada en una tarde en la que el centro de atención es la planta: está en las remeras, en los gorros y envuelta en papeles listos para la combustión. Las hojas caídas de los jacarandas hacen brillar el suelo de la Plaza de Mayo y son casi 16:20 horas de la tarde, hora en la que activistas, usuaries, cultivadores, pacientes, médicos y médicas y familias, planearon un encendido simultaneo de cigarrilos de canabis que presagia un amargo y olor dulzón generalizado, que dará inicio a la Marcha Nacional de la Marihuana que se realiza cada 15 de noviembre en todo el país desde 2010.
“Mi mamá fuma”, le responde al locutor una joven que lo dice orgullosa y entre risas, y le comenta a los que están a su alrededor que hay que tomar mucha agua por el calor ya que fumar a veces puede producir algún mareo: “Igual que el sol en la cabeza durante mucho tiempo”, agrega la joven ya lista para marchar.
Desde el escenario reclaman: “Acá en Plaza de Mayo está presente el movimiento cannábico argentino. Avísenle a la vecina para que venga, basta de personas presas por marihuana”
Federico Sinagra, activista cannábico y parte de la mesa organizadora de la marcha, reclama a Página/12: “Basta de personas presas por marihuana, por utilizarla, por cultivarla, por vivir de ella y por trabajar con la planta; más allá de que existan regulaciones para la cannabis medicinal y la producción industrial, sigue habiendo personas privadas de su libertad; las personas usuarias de cannabis siguen siendo víctimas de una ley penal que los persigue; hay una sociedad y un Estado que estigmatizan una práctica milenaria”.
La Ley que fomenta la criminalización a personas que cultivan y son usuarias de cannabis es la 27.737, que penaliza desde el cultivo hasta el consumo y la comercialización. Matías Faray estuvo procesado y preso por cultivar marihuana para uso personal en el año 2011 y marcha desde 2009.
Faray declara que tiene suerte por haber estado en la marcha desde sus inicios, pero advierte que la base del reclamo es la misma que hace 15 años: “Seguimos bajo la sombra de la 27.737 que no permite que nosotres les usuaries vivamos tranquilos, porque en esa ley están metidos el cultivo, la tenencia, el consumo, la comercialización y nombran a todo como narcotráfico, cuando en Argentina ya sabemos que el narcotráfico está en el poder. ”
Faray estuvo 15 días preso y su liberación fue por el activismo que se manifestó desde el primer momento. “Ahora no se está habilitando el Reprocann (Registro del Programa de Cannabis) y eso no solo te pone en peligro por ser ususarie sino que tampoco permite que se genere una estadística oficial del uso medicinal de cannabis en nuestro país, no permite que la industria se desarrolle. Lo único que se permite es que haya más criminalización a las personas usuarias y más estadísticas de narcotráfico”.
Si criminalizan el humo es porque le temen al fuego
En 2017 la sanción y promulgación de la Ley 27.350 fue un hito en la legislación argentina, estableciendo el marco legal para el uso terapéutico del cannabis. También fue una gran victoria para el movimiento cannábico, sin embargo hay un arduo camino por delante: en este momento existe una parálisis estatal en organismos como el ReProCan y el ARICCAME (Agencia Regulatoria de la Industria del Cáñamo y del Cannabis Medicinal). A esta agencia, el Gobierno la intentó disolver en julio de 2025 mediante el Decreto 462/2025, argumentando un sobredimensionamiento de su estructura y la necesidad de reducir el gasto público. El decreto fue rechazado por ambas cámaras: “A pesar de que el decreto del presidente se cayó, los organismos no tienen al día de hoy un funcionamiento efectivo”, explica Federico Sinagra.
“La Ley 27.350 prevé dos vías de acceso: la primera a través de hospitales -de manera gratuita- y obras sociales con una cobertura del 100%. Pero eso hoy en día es inexistente, no hay hospital público ni que recete ni que brinde acceso a esos tratamientos que están garantizados por esa normativa. La otra vía es a través de la gestión del autocultivo mediante el ReProCan, un programa que también está paralizado”, explica Sinagra.
El Reprocan tiene tres vías de acceso: pacientes que cuentan con indicación médica y cultivan cannabis para sí mismos en su domicilio declarado; otro es el cultivador solidario: un familiar, amigo o allegado realiza el cultivo del cannabis en su nombre. Y la tercera vía es una persona Jurídica Autorizada (ONGs y Asociaciones Civiles) donde el paciente es vinculado a asociaciones que cuentan con una autorización especial para cultivar cannabis con fines medicinales y suministrarlo a múltiples pacientes registrados y vinculados.
Según Sinagra únicamente se están habilitando pacientes autocultivadores y a cuenta gotas, lo que genera que estos pacientes que tienen indicación médica pero no tienen el alta del ReProCan, son víctimas de la persecución policial.
El observatorio de cannabis medicinal de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires presentó un informe en el que basándose en fuentes de Sedronar (Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina) se estima que 1,9 millones de personas usan cannabis con fines terapéuticos en Argentina; unos 131.000 de ellos en CABA.
Guillermo Francos dijo frente a la Cámara de Diputados que el programa Reprocan cuenta con 193.465 personas aprobadas para realizar tratamientos con cannabis, lo que representa solo el 10% de las personas que debería alcanzar esta política. En el caso de CABA los parámetros son similares: apenas el 12% de la población que los requiere.
Veronica Russo es activista cannabica y referente de LANPUD-Red Latinoamericana y del Caribe de Personas que Usan Drogas. Cuando quedó embarazada en 1988 se enteró de que tenía VIH. Desde ese momento es feminista y usuaria de cannabis. Ahora tiene 60 años y sube al escenario para decir algo puntual: “Basta de machismo en nuestra comunidad y afuera”. Esa consigna atraviesa la marcha que ya avanza sobre la Avenida de Mayo, a paso lento, cuidada por un cordón de personas que protege a la columna del tránsito que no fue interrumpido.
“No estamos locas, somos las mismas feministas que salimos a la calle por otras luchas, venimos de pensar en torno al cuidado, no solo es el cuidado y el cultivo de la planta, es también poder cuidarnos entre nosotras”, dice Russo, quien se queda un poco atrás en la marcha, recién bajada del escenario con dos botellas de agua. Retrasando el paso, ve cómo los grupos más jóvenes toman la delantera. Consultada por Página/12 sobre el poder de las nuevas generaciones, ella se muestra tranquila de pasar la posta: “Ya me puedo ir a cuidar las plantas”. La marcha estaba bien cuidada.







