Desde 2004, cada 13 de noviembre se celebra el Día del Pensamiento Nacional, instaurado por la Ley Nº25.844 -sancionada en diciembre de 2003- en homenaje al nacimiento de Arturo Jauretche (1901-1974). Escritor, político y pensador, “Don Arturo” fue una de las voces más influyentes en la defensa de la soberanía nacional y la construcción de un proyecto económico al servicio del pueblo, lo que agiganta su figura en el contexto actual.

La vida de Jaretche aparece, desde su juventud hasta su muerte un 25 de mayo de 1974, como la de un tenaz luchador político que parte de su militancia en el Irigoyenismo, pasa por Forja (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) y luego se incorpora al peronismo. Y reaparece con renovado vigor a partir de la caída institucional del movimiento nacional en 1955, tras el golpe que derrocó a Juan Domingo Perón.

Pero el instrumento de su lucha y de su militancia sin desalientos fue eminentemente intelectual. Destacado pensador nacional y latinoamericano cuyas ideas hoy continúan vigentes y al que adhieren gran cantidad de argentinos que defienden y bregan por la vigencia de un pensamiento nacional.

Su participación en Forja, un movimiento político que Jauretche integró junto a figuras como Homero Manzi, Raúl Scalabrini Ortiz, Gabriel del Mazo, Juan B. Fleitas y Luis Dellepiane. Le dio popularidad intelectual a partir de 1935, en plena “Década Infame”, denunciando la dependencia económica y política que condicionaba la vida nacional tras el golpe a Hipólito Irigoyen en septiembre de 1930.

Su célebre consigna “somos una Argentina colonial, queremos ser una Argentina libre” sintetizaba la lucha por la independencia económica como base de la soberanía política. Los forjistas publicaron los Cuadernos de Forja, donde analizaron el impacto del Pacto Roca-Runciman, el control británico sobre los ferrocarriles y la banca, y la necesidad de recuperar el manejo de los recursos estratégicos.

Para ellos, la economía debía organizarse en función de los intereses nacionales, no de los capitales extranjeros ni del sector social al que denominaban “oligarquía local”.

Don Arturo expresaba que “no hay nacionalismo sin pueblo”, que “sólo los descamisados” podrán “aplastar a los vendepatrias y a los cipayos”, y que “la independencia económica y la soberanía política no se plasman sin la justicia social y que en el mundo de imperialismos en pugna, la Argentina debe asentarse en la Tercera Posición”.

En 1946, el gobernador Domingo Mercante lo designó presidente de Banco Provincia de Buenos Aires, cargo que desempeñó hasta 1950. Desde allí, Jauretche trasladó las ideas forjistas a la práctica: consolidó al banco como banca pública provincial, orientada al desarrollo productivo y a la democratización del crédito.

Su gestión impulsó líneas para pequeños y medianos productores agropecuarios, financió la industria y las Pymes, y acompañó políticas como el Plan Quinquenal y el IAPI, Instituto Argentino de Promoción para el Intercambio, un organismo estatal creado en 1946 para centralizar el comercio exterior de la Argentina.

Don Arturo también dejó una amplia bibliografía. En la década del 60 publicaría con frecuencia e intensidad tanto en revistas y periódicos como en volúmenes de ensayo que resultarían grandes éxitos de público. En 1962 apareció Forja y la Década Infame, dos años más tarde Filo, contrafilo y punta, y en 1966 El medio pelo en la sociedad argentina, una punzante interpelación a la clase media que tiene inmediata repercusión.

En 1968 publica su Manual de zonceras argentinas, un listado de ideas negativas sobre su propio país que generalmente tienen los argentinos. Estas, afirmaba, habrían sido introducidas en la conciencia de todos los ciudadanos desde la educación primaria y sostenidas posteriormente por medio de la prensa.