Diego Santilli comenzó a dar los pasos efectivos -además de formales- para encarar la primera y determinante tarea encargada por Javier Milei, es decir, las negociaciones sobre las reformas que aspira a coronar Olivos como inicio de la segunda mitad de gestión. Ese camino arrancó con media docena de contactos más o menos reservados y un par de fotos con gobernadores, junto a Manuel Adorni. Fue apenas unas horas después del discurso presidencial, en Miami, que expuso la tentación de una lectura plebiscitaria sobre el éxito violeta en las urnas nacionales: un resultado que sacudió el tablero político aunque sigue demandando acuerdos. En la tensión del contrapunto entre las dos señales se verá sin mucha demora cómo explota o desperdicia Olivos un escenario muy favorable, casi ideal, para sus planes.
El Gobierno dio un paso cantado con la postergación del tratamiento del Presupuesto 2026 en Diputados, hasta después del 10 de diciembre. Puede negociar en la perspectiva del recambio legislativo, que lo mostrará con mejor número propio en las dos cámaras del Congreso. Y todo el trámite legislativo se produciría en una época del año que, salvo excepciones dramáticas, coloca el foco de interés social en otros temas. Antes, por supuesto, correrán las conversaciones con jefes provinciales y con referentes de los bloques legislativos, que también están en proceso de recomposición. Son datos de interés directo para el nuevo funcionario, atento por lo demás a la interna de Olivos y sus estribaciones.
Milei se mostró activo y rodeado de un clima de celebración en este decimocuarto viaje a los Estados Unidos, que entre la jornada inicial y la visita corta a Nueva York incluyó discurso ante platea amiga, dos pedidos claros de inversiones a empresarios y un momento considerado por él mismo espiritual. También, una vuelta de tuerca sobre el modo de interpretar el resultado de octubre.
Una frase presidencial jugó como puente entre la experiencia local y los resultados amargos que acababa de cosechar Donald Trump, en Nueva York, Nueva Jersey y Virginia. No los mencionó, claro, pero no hizo falta. “No se dejen amedrentar por algunos resultados locales”, dijo, con el eco del modo en que los violetas revirtieron cuadros electorales previos en Buenos Aires y en la mayoría de las provincias que habían desenganchado sus comicios del turno nacional.
Ese precisamente es un elemento central para interpretar el tablero abierto para el Ejecutivo en el Congreso. No se trata sólo de contar con bloques más nutridos, aunque insuficientes para moverse en soledad. El punto es además que la mayoría de los jefes provinciales debe revisar su situación: el cálculo generalizado entre ellos no anotaba un éxito de LLA o por lo menos, no lo registraba en la dimensión que finalmente tuvo.
Ese panorama de éxito en la cuenta global y la posición ganadora en 16 de los 24 distritos expone el alto impacto del triunfo, pero no un mensaje plebiscitario. Además, la polarización fue notoria en provincias como Buenos Aires aunque no en la escala nacional. La LLA sola o en alianzas sumó 40 puntos y monedas. El peronismo/K y otras vertientes del PJ anotaron algo más del 31 por ciento. Otros 28 puntos se dividieron en una muy heterogénea franja de votos, en su mayoría de centro. Para completar -elemento que parece olvidado- la participación cayó al 68 por ciento. Dicho de otra forma, casi un tercio del padrón decidió no votar por variadas razones, alguna de las cuales, sin dudas, son expresiones de rechazo político, general.

Milei expuso una mirada posible en función del común denominador elegido para la lectura. Sostuvo que “dos de cada tres argentinos” -en rigor, de votantes efectivos- se pronunciaron contra “la vuelta al pasado”, es decir, el peronismo dominado por Cristina Fernández de Kirchner. Desde la vereda K, la lectura es a la inversa, pero lo cierto es que el peronismo entró en crisis, en el propio terreno K y en la relación con los jefes de provincia más tradicionales.
El mensaje presidencial fue más lejos. Habló concretamente de un “plebiscito” entre diferentes modelos y remató diciendo que su plan económico cuenta con consenso social antes que político. El tema sería cómo es traducida esa afirmación. Lo que deja a la vista Milei parece claro: la mayoría de la sociedad -entendida según su visión sobre el resultado electoral- respalda el rumbo y, como consecuencia directa, los dirigentes políticos no violetas -gobernadores, legisladores de otros colores- deberían alinearse con el Gobierno.
Esa lectura -y la idea de una respuesta mecánica como reclamo a “la” política- surge como contrapunto con la intención y necesidad de acuerdos: más allá de cuestiones de pragmatismo, pesan los señalamientos de Washington sobre los consensos que deberían allanar el camino a las reformas.
El temario para las negociaciones que empiezan a perfilarse incluye el Presupuesto 2026 y la reforma laboral, seguida por las reformas tributaria y penal. Y el primero de esos renglones, el del Presupuesto -después de dos años sin esa ley central-, será sin dudas el termómetro de las conversaciones que ya está desplegando el nuevo ministro del Interior.
Santilli renunció a su condición de diputado -en funciones y electo-, señal de que estaría asegurada la inactividad del Congreso hasta el recambio de diputados y senadores. Sus pasos iniciales en la Casa Rosada estuvieron marcados por los cuidados del caso en el frente doméstico. Junto a Adorni, recibió al chubutense Ignacio Torres y al catamarqueño Raúl Jalil. También mantuvo conversaciones con Martín y Eduardo “Lule” Menem. Un ejercicio delicado frente al cuadro interno, que se según trasciende estaría algo más contenido luego de la reafirmación de Karina Milei y el abandono de la hipótesis sobre un ingreso de Santiago Caputo al gabinete.
Como sea, Santilli se encuentra con un mapa favorable para la convocatoria a gobernadores, que serían individuales y, sobre todo, que demandarían negociaciones específicas. Recién después, llegaría la foto colectiva, es decir, cuando estén cerradas o muy avanzadas las tratativas. Nadie discute los títulos. Lo que viene es el análisis del contenido de los proyectos y, con márgenes y necesidades diferentes, los reclamos de las provincias.
Las primeras señales que emiten de las primeras citas formales con gobernadores, los contactos previos y los trascendidos desde cercanías de otros mandatarios coinciden en un punto: el Presupuesto será la prueba crucial de esta etapa. Se verá entonces si discurso y gestiones van en sintonía.








