
Jesús García Corona fue un maquinista mexicano que quedó inmortalizado en la historia por sacrificar su vida para salvar al pueblo de Nacozari, Sonora, de un trágico accidente, acto heroico que le valió el título de “El Héroe de Nacozari”.
A los 17 años, Jesús empezó a trabajar en la oficina del ferrocarril de la Compañía Minera. Debido a su juventud, W. L. York, encargado del lugar, le asignó inicialmente el puesto de aguador. Sin embargo, gracias a su dedicación y esfuerzo, fue ascendiendo rápidamente dentro de la empresa.
En poco tiempo se integró al equipo de mantenimiento de vías, luego trabajó como controlador de frenos y posteriormente como bombero. A los 20 años, ya ocupaba el cargo de ingeniero de máquinas, demostrando un talento y compromiso excepcionales para su edad.
El ferrocarrilero que sacrificó su vida por la comunidad de Nacozari

El 7 de noviembre de 1907, aunque no estaba programado para conducir el tren, Jesús tuvo que asumir la responsabilidad de realizar tres viajes entre Nacozari y la mina de Pilares debido a la enfermedad de su compañero.
Durante esos recorridos, por un error en la carga, los vagones que contenían dinamita fueron colocados al inicio de la locomotora. Al perder presión de vapor, la máquina comenzó a generar chispas que alcanzaron las cajas de explosivos, desatando un incendio que se avivó rápidamente por la velocidad y el viento que se generaba al avanzar.
Ante la magnitud del incendio, Jesús comprendió el peligro inminente para todo el pueblo, por lo que pidió a la cuadrilla que lo acompañaba que saltaran de la locomotora para salvar sus vidas, mientras él trataba de alejar el tren con toda su fuerza.
El fuego creció rápidamente, alimentado por el aire que entraba a las cajas de dinamita. Finalmente, Jesús no logró saltar y, alrededor de las 14:20 horas, según información del Gobierno de México, un estruendo sacudió a la comunidad sonorense; la onda expansiva rompió vidrios y estremeció las viviendas.
La explosión fue tan poderosa que la locomotora quedó completamente destruida y Jesús perdió la vida al instante. En honor a su valentía, el gobierno mexicano decretó el 7 de noviembre como el Día del Ferrocarrilero.
Historia del ferrocarril en México

Desde los inicios de la primera República Federal en México, comenzaron a surgir proyectos para la construcción de vías férreas que conectaran puntos estratégicos del país.
En 1837, bajo la presidencia de Antonio López de Santa Anna, el Estado Mexicano otorgó a Francisco Arrillaga la primera concesión para construir la línea férrea entre el Puerto de Veracruz y la Ciudad de México. Sin embargo, debido a diversas circunstancias, la obra no pudo completarse.
Entre 1837 y 1850 se concedieron cuatro permisos adicionales para continuar con el mismo proyecto, pero ninguna logró concluir el tramo previsto. Ante estas dificultades, el Estado Mexicano decidió intervenir y terminar el segmento de Veracruz a El Molino, de sólo 14 kilómetros, dando así inicio en 1850 a la operación de un pequeño ferrocarril de pasajeros.
Posteriormente, el Gobierno de México otorgó una nueva concesión a Antonio Escandón para concluir la línea entre México y Veracruz, aunque la Guerra de Reforma interrumpió nuevamente los trabajos.
Durante el Imperio de Maximiliano, la concesión pasó a manos de la empresa inglesa “Compañía del Ferrocarril Imperial Mexicano”, que logró terminar el tramo México-Apizaco, con una extensión de 139 kilómetros.
Tras la caída del Imperio, el gobierno de Benito Juárez indultó a la empresa concesionaria, que pasó a llamarse “Compañía del Ferrocarril Mexicano” y continuó con la construcción de la vía férrea. Finalmente, en 1872, después de superar importantes retos técnicos relacionados con curvaturas y pendientes, la obra fue concluida.
El 1° de enero de 1873, con la presencia del presidente Sebastián Lerdo de Tejada, se realizó el primer recorrido de 425 kilómetros entre la Ciudad de México y el Puerto de Veracruz.
A partir de ese momento, el ferrocarril comenzó a operar regularmente con una flota de 28 locomotoras y 377 vagones destinados a carga y pasajeros, representando una hazaña de ingeniería para su época debido a la complejidad del trazado desde la costa hasta el altiplano.








