
¿La nueva CGT puede romperse antes de nacer? Las intrigas, presiones y jugadas al límite se convirtieron, como nunca, en protagonistas de la elección de la próxima conducción cegetista en el congreso de este miércoles, donde se perfila un triunvirato con algunas caras renovadas, aunque recrudecieron los viejos instintos rupturistas del sindicalismo.
Entre el lunes y el martes, o el mismo miércoles antes de que comience el congreso, los máximos líderes gremiales tendrán una negociación decisiva para evitar una fractura ante la inflexible posición de un sector que no quiere que Cristian Jerónimo (empleados del vidrio) integre el triunvirato de la CGT: allí están Héctor Daer y Carlos West Ocampo (Sanidad), Armando Cavalieri (Comercio), Luis Barrionuevo (gastronómicos), Mario Calegari (UTA) y Omar Maturano (La Fraternidad),
En una maniobra que extrema la tensión al borde de la ruptura, esa fracción sindical presiona para que en el congreso de la CGT se postergue el nombramiento de la nueva cúpula y se prorroguen los mandatos del actual triunvirato durante 6 meses o un año porque “hace falta una dirigencia más fogueada para pelear contra la reforma laboral del Gobierno y no un triunvirato sin experiencia para semejante batalla”.

¿Por qué la resistencia a Jerónimo? Algunos le achacan el hecho de provenir de un gremio “chico” (aunque no lo es tanto porque tiene 16 mil afiliados) y otros lo critican por episodios vinculados con su pasado al lado de Pablo Moyano, aunque, en el fondo, lo que rechazan “los Gordos” y el barrionuevismo es que líder de los empleados del vidrio es el candidato de Gerardo Martínez (UOCRA) y sospechan que será clave para que la nueva CGT sea dialoguista y no implacable ante Javier Milei.
En realidad, ese argumento no tiene bases sólidas y parece esconder antiguas diferencias personales entre los jefes de la CGT, ya que Jerónimo también es respaldado por todo el sector independiente (además de Martínez, Andrés Rodríguez, de UPCN, y José Luis Lingeri, de Obras Sanitarias) y uno de sus principales aliados es un dirigente del transporte de perfil duro como Juan Pablo Brey (aeronavegantes). Además, en las últimas semanas mantuvo reuniones en las que consiguió el aval de unos 40 sindicatos de un amplio espectro: hay ex “pablomoyanistas”, dialoguistas y kirchneristas.
Hoy, la pelea sindical muestra dos polos de posiciones irreconciliables y un desenlace imprevisible: todo puede terminar en un acuerdo, en una votación entre dos listas en el congreso de la CGT o en una fractura explícita.

Quien está en el medio de ambos sectores, por ahora, es Hugo Moyano: desde cada fracción aseguran que el líder de Camioneros está de su lado, pero él insiste en ser “el factor de equilibrio para garantizar la unidad”, como dijo hace una semana ante sus colegas de la Confederación de Trabajadores de los Hidrocarburos, Energía, Combustibles, Derivados y Afines (CATHEDA).
Ese mensaje fue interpretado como la confirmación de que quiere que Octavio Argüello (Camioneros) siga en el futuro triunvirato de la CGT, una postura que algunos consideraban inaceptable porque buscaban una renovación en la cúpula cegetista, pero que hoy casi todos dan como altamente probable para ponerse a Moyano de su lado y saldar la interna sindical.
Curiosamente, la mayoría de los dirigentes que protagonizan este feroz enfrentamiento se mostraron pacíficamente juntos en la reunión ampliada de la mesa chica de la CGT, que se realizó en la UOCRA.

Cavalieri, por ejemplo, compartió la cabecera de la mesa principal con Cristian Jerónimo y nadie hizo alusión en sus discursos a las fuertes diferencias que mantienen, aunque el dato saliente fue el faltazo de Barrionuevo y sus dirigentes más fieles, que a esa hora prefirieron estar en un acto del sindicato de guardavidas en la CGT.
Antes de la reunión de la UOCRA, unos 8 dirigentes compartieron un almuerzo del que participaron, entre otros, Héctor Daer y Cristian Jerónimo, a quien no quiere en el triunvirato de la CGT, pero aquí tampoco hubo ninguna alusión a la pelea interna. Del tema se habló, pero el líder de Sanidad pidió no discutirlo allí y “pasar todo para charlarlo el lunes o el martes”.
Un día antes, Barrionuevo presidió en su sindicato una reunión de dirigentes de su sector y aliados como Calegari y Maturano, donde ratificaron su rechazo al encumbramiento de Jerónimo y la estrategia de proponer la prórroga de los mandatos de la actual CGT.

Algunos de esos sindicalistas no descartaron que si durante el congreso de la CGT se mantienen las diferencias surja una propuesta que, según imaginan, podría destrabar todo: la designación de Héctor Daer como único jefe de la CGT. Pero en el entorno del jefe de Sanidad negaron que piense seguir liderando la central obrera y el propio Daer anunció en abril que no iba a seguir al frente de la CGT ante la sensación de “ciclo cumplido”. Sus rivales, de todas formas, advirtieron que tampoco tendría apoyos suficientes para su continuidad.
El congreso de la CGT es un escenario crucial donde se pone en juego el poder de fuego de los sindicatos: cada organización aporta un número de congresales que es proporcional a su cantidad de afiliados. Y eso permite, como recordó el sitio Mundo Gremial, que los 25 gremios más poderosos controlen el 73% de los votos.
Aun así, la tradición indica que siempre se negocia hasta los límites de lo innegociable para lograr una lista consensuada que lidere la CGT, un objetivo que suele conseguirse “5 minutos antes de que arranque el congreso”, como recuerdan los propios dirigentes.

Más allá de la medición de fuerzas para establecer quién tiene más congresales, el problema es político. A ningún sector le conviene exponerse a romper la CGT y mucho menos en medio de las negociaciones de una reforma laboral durante un gobierno que no es peronista.
Los dirigentes que serán encumbrados en el congreso cegetista pasarán a la historia como quienes firmaron o intentaron frenar la reforma laboral de Milei. Y eso le da a esa instancia una trascendencia aún mayor. Sobre la mesa está quiénes tendrán el control real de la CGT.
Hoy, el ala dialoguista cegetista, con Gerardo Martínez a la cabeza, apuesta a negociar en el Consejo de Mayo para que los cambios en la legislación del trabajo no sean tan perjudiciales para los trabajadores y el poder sindical. Pero no todos están de acuerdo con esa estrategia tan pragmática. Los gremialistas del kirchnerismo pugnan por romper el diálogo con el Gobierno y resistir a fuerza de paros y movilizaciones. Y otros están en sea misma sintonía, aunque con la intención de no perder protagonismo sindical y meterse en la recomposición del PJ hacia 2027.

Estas miradas distintas en la CGT se dan en forma simultánea con el reacomodamiento en el gabinete de Milei tras la victoria electoral. Se fue un moderado como Guillermo Francos, que era acaso el principal interlocutor de los sindicalistas, y hay quienes temen una radicalización del Gobierno, que podría reflejarse en una reforma laboral dura, sin consensos. A la dirigencia gremial espera el eventual anuncio de que Santiago Caputo, otro de sus nexos con la administración libertaria, encabezará un ministerio que piloteará negociaciones de todo tipo, incluso con la CGT.
Mientras, hasta el miércoles 5 todo puede suceder en el gremialismo. Que el congreso de la CGT se postergue o que haya una nueva conducción. Lo que no sucederá, como siempre, es una paz sindical duradera.








