En 1968, cuando aún respondía al nombre de Farrokh Bulsara, el joven estudiante de arte en el Earling Art College se obsesionaba con una melodía titulada The Cowboy’s Song (La canción del cowboy). Nadie imaginaba en ese entonces que esa pieza dispersa en su cabeza sería el origen de una de las canciones más emblemáticas del siglo XX: Bohemian Rhapsody (Rapsodia bohemia).
Ya transformado en Freddie Mercury y luego de convertirse en miembro de Queen, le comentó al guitarrista Brian May sobre esa canción que le fascinaba y desconcertaba en igual medida, describiéndola como un “rompecabezas cuyas piezas no encajaban del todo”, según relató May en una entrevista del año 2008.

Al lograr el reconocimiento con el disco Sheer Heart Attack (Certero ataque al corazón), Mercury tuvo la libertad suficiente para perseguir ese viejo proyecto. Su título provisional cambió primero a Real Life (Vida real) . Una tarde, llegó a la sala de ensayos con un manojo de pequeños papeles —hojas para mensajes telefónicos tomadas del trabajo de su padre— y los pegó sobre el piano. Sentado, golpeó las teclas con una energía inusual. “Tocaba el piano como la mayoría de la gente toca la batería”, detalló Brian May. Allí presentó a la banda la idea general: cortes abruptos, armonías ideadas en su cabeza y la intención de entrelazar fragmentos muy diferentes en un solo tema.
Ese desafío creativo culminó en la gestación de Rapsodia bohemia, una canción de estructura singular y una duración de 5:55 minutos que se apartó de cualquier estándar de la época.
El lanzamiento de Rapsodia Bohemia fue el 31 de octubre de 1975, hace exactamente medio siglo. Se presentó como el lado A de un disco simple. El lado B de ese simple era I’m in Love with My Car (Estoy enamorado de mi auto), la canción, escrita e interpretada por el baterista Roger Taylor. Fue un adelanto del álbum llamado A Night at the Opera (Una noche en la Ópera) y el simple se transformó marcó el primer número uno del grupo en Estados Unidos y estuvo nueve semanas consecutivas en la cima del ranking británico.

En palabras de Brian May, “Freddie era una persona muy compleja: se mostraba frívolo y divertido en la superficie, pero ocultaba inseguridades y problemas. Nunca nos explicó la letra de Rapsodia Bohemia, pero creo que puso mucho de sí en esa canción”, declaró en un reportaje.
Mercury aportó no solo su voz, sino también su visión como productor musical. La canción fusionó balada, rock, glam, elementos del metal y pasajes de ópera, concluyendo con el sonido de un gong.
Muy pocos antecedentes se encontraban en la historia del rock en términos de audacia conceptual y técnica. Si bien existían temas como Good Vibrations de The Beach Boys —o A Day in the Life de The Beatles— nada igualaba la ambición de lo que Queen pretendía lograr cuando, en 1975, se encerró en los Rockfield Studios en Gales. Previamente, los exigentes ensayos ocurrieron en Ridge Farm, Surrey, a mediados de ese año.

El grupo enfrentó las limitaciones tecnológicas del momento. En 1975 la grabación analógica sólo permitía una cantidad reducida de pistas. Para fusionar tantas armonizaciones y capas instrumentales, la banda debió ingeniárselas apelando al método de reducción de pistas: mezclaban varias en una sola cinta, recortaban segmentos y los unían físicamente con adhesivo. El resultado final compactó 180 pistas originales en dos cintas de 24 canales.
Los desgastes por el uso excesivo de las cintas llegaron a tal punto que, al verlas a contra la luz, “la música casi se había esfumado”, recordó May. La parte operística, célebre por sus arreglos corales y agudos, demandó 70 horas de grabación. Los registros vocales en total les llevaron jornadas de entre 10 y 12 horas diarias por tres semanas.
El productor Roy Thomas Baker recordó qué pensó cuando Queen finalizó la tarea: “Me quedé al fondo del cuarto de control y sin más supe que estaba escuchando por primera vez algo que sería una gran página en la historia”.
Respecto al contenido y significado de la canción, el misterio en torno a la lírica de Rapsodia bohemia persiste. Mercury nunca explicó abiertamente su contenido. Se tejieron varias hipótesis: algunas voces consideran que la frase inicial, “Mamma, just killed a man” (“Mamá, maté a un hombre”), refiere a la novela El extranjero de Albert Camus, en la que el protagonista asesina a una persona. Otras teorías interpretan que la canción refleja la transformación personal del propio Mercury. Roger Taylor, baterista de Queen comentó que el verdadero significado de la pieza es: “claramente de autoexposición, con sólo unas pequeñas partes sin sentido, en el medio”. También fueron halladas alusiones religiosas en términos como “Bismillah” y “Belcebú”, pero el propio Mercury la reducía a “tonterías al azar con rima”.
En una entrevista May expresó: “No creo que alguna vez sepamos de qué se trata Rapsodia bohemia, y si yo lo supiera probablemente no querría decirlo, porque ciertamente no le cuento a la gente de qué van mis canciones. Siento que eso las destroza, de algún modo”.

Lejos de la fascinación artística, la discográfica EMI se opuso tajantemente al lanzamiento de un simple de casi seis minutos. La costumbre dictaba que los singles para promoción radiofónica no excedieran los tres minutos y medio. Los ejecutivos argumentaban que el público y los programadores de radio no aceptarían semejante extensión. Ellos insistieron: “Pensamos ‘bueno, podríamos cortarlo, pero no tendría sentido. Se perderían todos los diferentes ánimos de la canción. Así que dijimos que no’”, afirmó Taylor. El grupo sí grabó una versión abreviada de 3:18 minutos para su comercialización en Francia, pero la historia recuerda únicamente el track original íntegro de 5:55 minutos.
Con la resistencia del mercado, la entrada del tema a la radio fue forzada. El DJ Kenny Everett, amigo de Mercury, la emitió en la emisora Capital y afirmó socarronamente que “podría durar una hora. Va a ser un número uno durante siglos”. En el fin de semana de lanzamiento, la emitió catorce veces. El furor llevó a que todas las radios británicas la incorporasen enseguida a su rotación. El éxito fue inmediato, rotundo y aún perdura.

A escala técnica, la grabación de la canción devoró recursos sin precedentes para la banda. Una noche en la Ópera se convirtió en el álbum más costoso de la historia del rock hasta ese momento, una inversión desmesurada que contrastaba con el coste del video promocional. El clip dirigido por Bruce Gowers tuvo un costo de 3.500 libras y se rodó en tan solo tres horas. Tras el rodaje, músicos y técnicos se dirigieron a un pub local a celebrar lo que estaba por venir. Es, sin dudas, uno de los videos más recordados de la historia.
Luego de la muerte de Freddie Mercury, sucedida el 24 de noviembre de 1991, el single fue reeditado —compartiendo lado B con These Are The Days of Our Lives (Los días de nuestras vidas) — y retornó al primer puesto en los charts. La película Wayne’s World (1992) revivió el éxito, y el sencillo escaló hasta el número dos.
En 2002, una encuesta internacional realizada por Guinness la nombró la canción favorita de todos los tiempos en el Reino Unido, por encima de Imagine de John Lennon y Hey, Jude de The Beatles. Más aún, la revista Rolling Stone eligió la interpretación de Mercury como “la mejor de la historia”. En los años siguientes, fue versionada por artistas y agrupaciones tan diversas como Elton John con Axl Rose, Panic! at the Disco, The Braids, Molotov, The Flaming Lips, Pink, Kanye West, e incluso Los Muppets.
El propio Mercury llegó a describir el tema como “una experimentación con el sonido”, reconociendo que su mayor reto fue plasmar en la grabación los arreglos y sonoridades que imaginaba.
La película llamada Rapsodia bohemia que cuenta la vida de Mercury, dirigida por Bryan Singer, con Rami Malek como protagonista, lanzada en 2018, superó los 900 millones de dólares de recaudación mundial y Malek obtuvo el Oscar a mejor actor. Ese éxito volvió a despertar la curiosidad por la canción, que tuvo más de 1.600 millones de reproducciones en distintas plataformas digitales. Un éxito analógico del siglo XX fue un suceso digital en el siglo XXI. Y todo comenzó hace cincuenta años.
 


