Al menos 64 personas murieron como resultado de un violento megaoperativo que llevaron adelante las fuerzas de seguridad en Río de Janeiro. Entre los fallecidos, cuatro eran policías. Según las autoridades de la ciudad, la operación comenzó durante la madrugada y tiene como objetivo desbaratar una supuesta red de narcotráfico que opera en los complejos del Alemão y Penha, en la zona norte de la ciudad.
Con 2.500 efectivos desplegados, la acción se convirtió en la más letal de la historia del estado, superando incluso la masacre del Jacarezinho en 2021.
Una ofensiva sin precedentes
Dirigida contra el Comando Vermelho, la operación buscaba desmantelar una de las facciones criminales más poderosas de Brasil. Helicópteros sobrevolaban la zona, vehículos blindados avanzaban por las calles y drones vigilaban desde el aire. Los criminales respondieron con violencia: incendiaron autos, bloquearon avenidas y lanzaron explosivos desde drones, una táctica inédita en el país. Cada rincón del complejo se convirtió en un escenario de tensión y riesgo extremo.
El gobernador de Río, Cláudio Castro, aliado político del expresidente Jair Bolsonaro, aseguró que las fuerzas de seguridad decomisaron “una gran cantidad de droga” y destacó la incautación de 42 fusiles. Hasta ahora, se registraron 81 detenciones.
Caos urbano y miedo en la población
La reacción del Comando Vermelho paralizó la ciudad. Vías principales como la Avenida Brasil y la Línea Amarela quedaron bloqueadas, afectando el transporte público y dejando a miles de personas atrapadas. Más de 45 escuelas suspendieron clases y decenas de líneas de autobuses fueron desviadas. El miedo se extendió entre los vecinos, que vivieron horas de incertidumbre mientras las fuerzas de seguridad trabajaban para restablecer el orden.
Castro calificó la operación como una guerra contra el “narcoterrorismo” y destacó la necesidad de mayor apoyo federal. Desde el Ejecutivo, por su parte, negaron que se hayan rechazado pedidos de colaboración.









