
“Creo que algo tenemos que purgar en la vida. Como soy católico, creo que Dios nos pone a prueba. Y a mí Dios me probó, pero yo respondí”, reflexionó alguna vez José Pepe Marrone. Había nacido el 25 de octubre de 1915, en el seno de una familia humilde del barrio de Palermo. Desde muy chico, tuvo que lidiar con los maltratos y las carencias. Pero, a fuerza de carisma y trabajo, logró convertirse en una figura del mundo del espectáculo. Y fue feliz, aunque dividió su amor entre dos mujeres: Rosa Guilidoro, su primera esposa, y Juanita Martínez, quien fuera su amante durante dos décadas para luego convertirse en su mujer oficial.
“Éramos tres hermanos. Pero yo a los 14 años me fui de la casa porque eran tiempos en los que si el padre no le pegaba al hijo era un mal padre. ¡Me daba cada paliza el sanguinario! Y le pegaba a mi madre, pobrecita. ¡Tanto! Porque pegaba trompadas. No tenía amor para nada…Pero al que más le pegaba era a mí. Y yo fui a estudiar boxeo, aunque parezca mentira, para esquivar las trompadas de mi padre. Un día me dio una paliza que se me revolvió la sangre y tuve tantos granos en mi cuerpo, que me envolvían en sábanas con jabón de azufre porque creían que tenía sarna. Así que decidí escaparme», relató sobre su dura infancia, marcada por los golpes.
Lo cierto es que Pepe no se fue a vivir solo. “Me fui con una mujer que estaba en mi casa. Esta mujer, Cocola, estaba enamorada de mí. Y vivía en una pieza que mi mamá alquilaba, porque era pensionista. El marido era un vigilante de profesión: salía a las ocho de la noche, tenía que ir hasta Liniers, entraba a trabajar a las diez, terminaba a las seis de la mañana y llegaba a las ocho a la casa. Así que ella me dijo que durmiera con ella. Yo cuando la vi me asusté. ¡Un miedo tenía! Pero me hizo hombre esa mujer. Cuando me fui de mi casa, mataron al marido. Y tiempo más tarde, me la encontré en un cafetín y me llevó a vivir con ella. Después fui soldado y la perdí“, recordó sobre su primer concubinato, previo a su paso por el servicio militar.

Tiempo después, Marrone conoció a la Rosa, con quien se casó en 1937 y formó un dúo, —Rulito y la Gorda—, con el que trabajaban a la gorra para sobrevivir. “El momento más duro fue allá por el ‘39. Cada vez que cuento eso lloro como un niño. Uno puede ser un hombre como he sido yo en la vida, honesto, que no le debo nada a nadie. Siempre preferí morirme de hambre antes de ir a robar. Pero pasé las de Caín. Yo quería trabajar, quería hacer reír, quería ser cómico… Me dijeron: ‘¿Por qué no se va a Río Gallegos que terminó la esquila y hay plata?’. Y era verdad. Se suponía que hasta el 25 de mayo no iba a caer nieve, era el 1ro. No me olvido más. Entró uno y dijo que estaba nevando. Se me cayó el plato con las monedas. Me agarró la nieve y estuve todo un invierno varado. ¡Ay Dios Santo! No sé si podría contarlo algún día sin angustia, porque es muy triste lo que pasé. Dormía en una galería. No tenía para comer. Estaba con mi Gorda y hacía mucho frío, 18 grados bajo cero. Me levantaba con la escarcha en la boca del aliento», relató sobre esos seis meses de zozobra que vivió en el sur.
Pasaron diez años. Y cuando estaba a punto de tirar la toalla y dejar el espectáculo para poner un negocio, pensando en que ya tenía una hija, Coqui, que mantener, le llegó una oportunidad de trabajar en el Quisme. Y eso, simplemente, le abrió las puertas del éxito. “Yo había juntado cinco mil pesos honradamente para abrir una verdulería. Porque en ese momento rascaba. Trabajaba en el Copacabana, un varieté frente a plaza Once, y me tomaba el ómnibus para volver a La Plata donde vivía. Terminaba a las dos de la mañana y el último micro salía a las dos y diez. Un día lo perdí. Y eso que yo era velocista, lo corrí, pero no llegué. Así que estaba pensando en buscar otra cosa cuando me ofrecieron hacer este espectáculo. ¡Yo ni siquiera tenía un traje para el show! Conseguí un pantalón negro y me prestaron un saco piel de tiburón, que tuve que dar vuelta porque estaba gastado. Y debuté el 19 de marzo del año ‘47“, contó.

Eran tiempos en los que la vida nocturna estaba asociada a las drogas. Pero él nunca cayó en esa trampa. “Los que somos del ambiente sabemos quiénes son los que toman. Pero a mí, jamás en la vida ni siquiera me pasó por la mente consumir. Y eso que tenía compañeros de camarín a los que veía dándose algún ‘saquetazo’”, reconoció. ¿Si alguna vez se peleó con algún colega? “A veces me encerraba con alguno en un camarín y le decía: ‘¿Qué dijiste vos?’. Yo sabía pegar trompadas aunque también podía recibir. Pero siempre fui de frente. Algunos dicen que soy malo. Pero es porque nunca le toleré nada a nadie“, explicó.
En 1950, trabajando en el Teatro de la Comedia, conoció a Martínez, su segunda esposa. “Fuimos el único matrimonio en el país, que a los tres años de casados cumplimos las bodas de plata. Veintidós años fue mi amante. Yo salía a las cuatro de la tarde de mi casa, iba a lo de Juanita, convivía con ella hasta las cuatro de la mañana porque hacíamos teatro, la llevaba a comer y la dejaba en su casa. Y después me iba a la mía”, relató Pepe, que jamás abandonó a Rosa y la sostuvo durante una larga enfermedad, hasta que murió en 1972. Y, recién entonces, le pidió casamiento a la vedette.

Alguna vez lo habían tildado de amarrete. Pero él, simplemente, era austero. Y prefería gastar su dinero en causas nobles en lugar de despilfarrarlo en lujos y excentricidades. “Soy rico porque me conformo con lo que tengo, no necesito más. Pero tengo documentado todo lo que he dado en mi vida. Y tengo cajones con cartas de agradecimiento por todo lo que doné. Yo fui el que inventó la alcancía con vidrio para que se vea la plata. Porque todo tiene que ser transparente”, señaló remarcando, entre otras cosas, que apadrinó durante veinte años al Hospital de Niños.
En los últimos tiempos, el medio lo había dejado de lado. “No sufro, estoy dolorido nada más. Porque lo que yo sé y quiero desarrollar, lo están mandando al nicho. Yo sé que tengo gracia y que soy muy capaz. Pero no puedo ir por los canales a tocar timbre y pedir trabajo. Todos los directivos saben quién es Marrone. Así que no tienen más que llamarme”, decía él. Murió el 27 de junio de 1990, a los 74 años. Juanita, su segunda esposa, lo sobrevivió manteniendo vivo su recuerdo. Hasta el 12 de mayo de 2001 cuando, agobiada por un cáncer de pulmón, se suicidó con una foto de Pepe en su mano.








