La Fiscalía de Homicidios de La Matanza pidió las prisiones preventivas de los ocho imputados por el triple femicidio de Florencio Varela. También solicitó el envío de la causa a la Justicia federal, de cara a la presunta organización internacional de narcotraficantes que asesinó a Brenda del Castillo, Morena Verdi y Lara Gutiérrez, posiblemente ordenados desde Perú por capos de los que apenas se conocen sus apodos.
El documento con que se realizó el pedido para que todos sigan presos es un planteo maratónico de más de 250 páginas que refleja el trabajo de los fiscales Adrián Arribas, Claudio Fornaro, Diego Rulli y Lorena Pecorelli, con pericias forenses exhaustivas y testimonios de arrepentidos.
Ese texto incluye, además, los fundamentos jurídicos para solicitar el encarcelamiento de los ocho detenidos en territorio argentino por delitos que van desde la privación ilegítima de la libertad y el femicidio agravado por premeditación, alevosía y ensañamiento hasta el encubrimiento.
Tony Janzen Valverde, alias ‘Pequeño J’, no es parte de la lista. Todavía espera su extradición desde Perú, donde se encuentra detenido en el penal de Cañete. Para que la Justicia argentina solicite su prisión preventiva, deberá ser indagado en territorio nacional.

Mientras eso sucede, el documente de los fiscales de La Matanza incluye momentos notables, ya sea por los enigmas que plantea, o por lo gráfico y específico en su relato para reconstruir la ruta de los asesinatos más brutales de la historia policial de la Argentina del siglo XXI.
El texto comienza con un interrogante sin respuesta hasta hoy y que, en todo caso, deberá resolver la Justicia federal: ¿quién robó la droga que terminó en el triple femicido? ¿Fueron las víctimas? ¿O alguien más?
¿Quién robó la droga?
Los fiscales detallan la secuencia que llevó al triple femicidio, así: “Entre las 22:00 horas del día 6 de septiembre de 2025, y las 21:29:49 horas del día 19 de septiembre de 2025, en lugar indeterminado, presumiblemente varias personas (no identificadas a la fecha) organizadas mediante un previo plan común, acordaron la sustracción de varios kilogramos de sustancias ilícitas (provenientes del tráfico de drogas y destinadas a la venta al menudeo en la zona del Partido de Florencio Varela -entre otras-) a una organización de estructura celular con clara estabilidad y permanencia en el mercado del narcotráfico”, integrada por los imputados del caso.
“Tras producirse referida sustracción, cuyos autores fueran presumiblemente allegados (o conocidos) de Morena Verdi, Lara Morena Gutiérrez (de 15 años de edad), y Brenda Loreley del Castillo” se ordenó la muerte de las tres chicas, sigue el documento.

¿Qué lleva a este planteo? Principalmente, la declaración de Florencia Ibáñez, presa por el caso y amante de Alex Ydone Castillo, prófugo hasta hoy y señalado como el dueño de la droga. La mujer, sobrina de Víctor Sotacuro Lázaro, otro imputado, sostuvo: “La idea era apretar a un tipo, no lastimar a las chicas”.
¿Se sabe quién es ese “tipo”? “No todavía. Surgieron algunos nombres vinculados a gente de La Tablada, pero nada concreto. Por eso la descripción de este punto es algo genérica”, asevera una fuente crucial en la causa.
Las cosas que se dicen en la cueva
El domicilio de Isidro Casanova, donde ‘Pequeño J’ se ocultó antes de escapar a Perú, fue allanado por la Policía Bonaerense. Dejó algunas pruebas atrás, si es que realmente estaba ahí: una pistola Glock calibre .40 con 13 balas en el cargador oculta dentro de la gomaespuma del colchón, así como documentos peruanos de su tío Manuel Valverde Rodríguez -prófugo en la causa- y su primo, que supuestamente lo refugiaba, un joven conocido en el barrio.
En el baño de la guarida de ‘Pequeño J’, la Bonaerense halló un equipo de gimnasia con posibles manchas de sangre.
El sitio del allanamiento fue mantenido en estricta reserva por los investigadores durante días. Queda en el barrio El Tambo, una suerte de complejo de departamentos. La dueña del lugar aseguró que le alquilaba la píeza “al novio de su hija”, una chica menor de edad con la que ‘J’, como reconoció al presunto narco, salía hace apenas un mes.

La mujer dijo también que lo notó particularmente atento a las noticias del triple femicidio, hablando nervioso por altavoz con otras personas con acento peruano. Escapó del lugar, aseguró, cuando la Justicia capturó a Miguel Ángel Villanueva Silva, el primer sospechoso de la banda en caer: lo detuvieron en un hotel alojamiento.
Tras huir, ‘Pequeño J’ se mantuvo en contacto con su novia; le pidió que queme los documentos, que guarde el arma en el colchón, que cuando todo se calmara “iba a venir para acá”.
La chica le hizo caso a medias. La pistola fue escondida junto con una caja de balas. Los documentos, por fortuna, quedaron intactos. Sin embargo, no fueron la novia ni la suegra quienes llamaron a la Bonaerense.
Un testigo cuya identidad se mantiene en secreto delató a Tony Janzen. Esa persona lo escuchó decir: “Me está buscando la Policía por la muerte de las pibas, está mi apodo en la televisión, no tengo a dónde más ir”.
Ciertos momentos de la barbarie
Celeste González Guerrero, la supuesta inquilina de la casa del horror y pareja de Miguel Villanueva Silva, es otra arrepentida en el expediente, en una provincia sin ley del arrepentido.
Celeste, en su segunda declaración, fue particularmente gráfica: “Soy inocente, primero porque no sabía que iban a matar a las chicas y si hubiera sabido eso nunca hubiera accedido, porque ahí vivo yo con mi hijo, lo crié ahí desde que nació, desde el año 2020″.
A ella le debían haber pagado mil dólares por subalquilar la propiedad de la calle Chañar donde ocurrió el triple femicidio y donde enterraron los cuerpos en el jardín. “Le había comentado a ‘J’ que si usaban mi casa, usen solo mi pieza, no la de mi hijo. Al final, cuando volví, yo y mi hijo no teníamos cama. Cuando vuelvo a la madrugada y lo veo a Villanueva con la mano lastimada, nos fuimos a comprar productos para curarle la mano», afirmó.
Villanueva Silva, un presunto vendedor de droga de la banda nacido en Trujillo, Perú, sufrió esa herida en la mano “con un destornillador cuando apuñaló a una de las chicas que se quiso escapar”, lanzó Celeste en función a lo que le dijo su pareja. Y siguió: También me dijo que a la última de las chicas la habían asfixiado con ‘Pequeño J’“. Se trata de Morena, quien fue estrangulada y tenía una bolsa en la cabeza.

Luego, su testimonio se pone más grotesco todavía, más infame, siempre en base a lo que le comentó Villanueva Silva tras los femicidios: “Habían llamado a algún familiar de las chicas pidiendo la droga. No sé a qué familiar me dijo, creo que era de la familia de Brenda. Que la filmaron mientras la estaban torturando, cuando le cortaron la cara. Me dijo que la llamada la hicieron con el celular de ‘Pequeño J’ con ‘Duro’ porque estaba la droga que era de ‘Duro’“.
‘Duro’, según Celeste, es el supuesto apodo de Víctor Sotacuro Lázaro, quien se autodefine solo como un simple remisero.
Seguir el rastro de sangre
La casa del crimen fue allanada. La División Casos Especiales y Secuencia Fáctica de la Policía Bonaerense estuvo presente. Los teléfonos de Daniela Iara Ibarra, y Maximiliano Andrés Parra, los primeros presos por el caso, acusados alternativamente de encubrimiento agravado, fueron incautados, así como el de la madre de Celeste González.
En la propiedad de la calle Chañar al 700 se hallaron pelos, huellas dactilares, colillas de cigarrillo, que los forenses recolectaron. Luego, vieron las manchas hemáticas:
- Había una en la puerta del living, a 22 centímetros de altura del piso, junto a otra en una pared.
- Había otra mancha en la estufa del comedor, entre botellas de cerveza.
- Cuatro más fueron halladas en el pasillo distribuidor, en otro positivo del test de luces, a diversas alturas del piso, de 22 a 85 centímetros.

Los forenses llegaron al dormitorio: encontraron otros catorce rastros rojos entre la puerta y las paredes. Había sangre hasta en el televisor, apenas limpiado. Más manchas en la cocina, en la puerta del horno, incluso. Más botellas de cerveza.
En el patio, en tres tumbas, en pozos de 1,10 metros a 1,70 de profundidad, los cadáveres. El cuerpo de Morena fue envuelto en sábanas y frazadas; Brenda apenas estaba con su ropa. Todas tenían ataduras en sus brazos y piernas, sus bocas amordazadas. “¿Cabe plantearse posibilidad alguna de defensa en tales condiciones?“, se preguntaron los fiscales al pedir la prisión preventiva.
El impacto fue notable para los veteranos criminalistas en la escena; Lara, una chica de 15 años, había muerto por un cuchillo que le partió la arteria carótida. El viejo cochecito del hijo de 6 años de Celeste González fue hallado a pocos metros de los pozos.








