La condena a prisión perpetua para Marina Abigaíl Silva (31) marcó este miércoles el cierre de un caso policial que estremeció a la provincia de San Luis. La ex policía, con rango de subinspectora, fue hallada culpable del homicidio doblemente agravado por el vínculo y por alevosía de sus dos hijos de 2 y 7 años, un crimen que, según la investigación, fue ejecutado con premeditación y en condiciones que impidieron cualquier defensa por parte de las víctimas.
El fallo fue dictado por los jueces Adriana Lucero Alfonso, Ariel Parrillis y Eugenia Zabala Chacur tras la audiencia de cesura de juicio, que siguió a los alegatos finales de las partes.
El proceso judicial se había iniciado el 13 de octubre en el Tribunal del Colegio de Jueces de la Primera Circunscripción Judicial, donde Silva enfrentó la acusación de haber asesinado a Sofía Mía Ojeda Silva y Bautista Silva Funes.
La Fiscalía, representada por Virginia Palacios, sostuvo durante los alegatos que la acusada planificó el crimen y eligió actuar en la madrugada para evitar la intervención de terceros, aprovechando el estado de indefensión de los niños.
Según la fiscal, la evidencia reunida —incluyendo pericias balísticas, médico-forenses y elementos caligráficos— permitió “acreditar la secuencia de los hechos y la responsabilidad penal de la acusada”.
La querella, a cargo del abogado Esteban Bustos, respaldó la postura del Ministerio Público Fiscal y argumentó que el debate demostró la existencia de alevosía y la plena conciencia de la imputada, por lo que también requirió la máxima pena prevista.
Por el contrario, la defensa de Silva, encabezada por Agustina Tobares, pidió al Tribunal que considerara la historia vital de la acusada desde una perspectiva de género, teniendo en cuenta su contexto personal, familiar y económico.
La defensa hizo referencia a episodios de violencia en relaciones previas y a una situación de endeudamiento que, según su planteo, “habrían afectado su estabilidad emocional”.
Un tiro en el pecho y otro en la cabeza
Los crímenes ocurrieron el 1 de octubre del año pasado, cuando los dos menores dormían en una cama matrimonial de la propiedad ubicada en el barrio Los Fresnos, en Juana Koslay.
Las autopsias revelaron que cada niño recibió dos disparos: uno en el pecho, a la altura del corazón, y otro en la cabeza, a escasos centímetros de la oreja, lo que provocó la muerte inmediata.
La investigación determinó que Silva abrió una garrafa para adormecer a los niños, probó su arma disparando al colchón y, con un método sistemático, cubrió los rostros de sus hijos con almohadas antes de dispararles a quemarropa.
Tras consumar el crimen, la acusada dejó una carta de despedida en la que mencionaba sus deudas, pidió perdón a su familia y expresó que no quería que sus hijos “fueran una carga”.
Además, colocó dos carteles de advertencia: en la puerta principal escribió “Llamá a la Policía, no entres” y en la trasera, “no entres”, ambos firmados de su puño y letra.
Luego, las cámaras de seguridad de la zona la captaron saliendo sola de su casa. La encontraron alrededor de las 10 en la vera del Dique Cruz de Piedra. Los agentes la contuvieron y la trasladaron en horas del mediodía a una sede policial: llevaba consigo su arma reglamentaria y confesó lo sucedido.
Silva, quien no estaba bajo ningún tratamiento psicológico ni cursaba carpeta médica, debía reincorporarse a su trabajo ese día tras finalizar su franco de servicio.
El padre de la asesina, tras conocer los crímenes de sus nietos, dijo: “No quiero ni hablar con ella. ¿Qué vas a hablar con una persona así? Ya le dije al jefe de Policía que no quiero verla. No quiero saber de ella ni quiero que me la pongan en frente de mí. Si tenés algún problema, arreglatela vos. ¿Pero qué culpa tienen estos angelitos que no molestaban a nadie?”.
En ese contexto fue que reveló que la subinspectora que trabajó 8 años en la Policía tenía un problema económico “muy grande”. “Tiene deudas con todo el mundo, le saqué préstamos, le presté la tarjeta y estoy hasta acá (en referencia a deudas). Mi pareja hizo lo mismo, la hermana y el hermano, cuál era el problema económico, no lo sabemos. Hablamos con ella y le decíamos ‘Marina ponete las pilas’”.