El poder adquisitivo de los ingresos registrados cayó, luego se recuperó parcialmente y volvió a estancarse. Esa trayectoria, definida por los economistas de Equilibra como “la raíz del desencanto”, marca el pulso social del gobierno de Javier Milei. Según el estudio elaborado por Martín Rapetti, Lorenzo Sigaut Gravina y Gonzalo Carrera, los ingresos formales —de un universo que alcanza a 14,5 millones de personas— acumulan una pérdida equivalente a dos meses de salario real en los primeros veinte meses de gestión. Tras una baja inicial del 19 por ciento en relación con el promedio de enero a septiembre de 2023, hubo una recuperación parcial hasta febrero de 2025, pero desde marzo los ingresos se estancaron y luego retrocedieron, acompañando la caída de la actividad.

La investigación sostiene que el desencanto social no es tanto el resultado de un ajuste severo sino de una frustración prolongada. La población, señalan los autores, tolera una caída de ingresos si percibe que forma parte de un proceso de estabilización que traerá mejoras. Pero cuando la recuperación se interrumpe, “la tolerancia social se erosiona y aparece el desencanto”. De ahí la metáfora: una curva que primero baja, luego sube parcialmente y finalmente se aplana, como una raíz matemática.

El fenómeno se verifica con claridad en los dos primeros años del actual gobierno. Entre noviembre de 2023 y febrero de 2025 los ingresos reales cayeron primero y luego recuperaron una parte de lo perdido, pero sin alcanzar el nivel previo. Desde entonces, la tendencia se detuvo, en paralelo con un estancamiento de la actividad económica.

En promedio, el conjunto de asalariados públicos y privados, jubilados y pensionados perdió el equivalente a 2,1 meses de ingresos reales. Si se ajusta con un índice de precios más actualizado, que pondera con mayor peso los servicios —como el IPC basado en la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares 2017/18— la pérdida aumenta a 2,3 meses.

El deterioro no fue uniforme. Los empleados públicos nacionales y provinciales, así como los jubilados, fueron los más golpeados. En cambio, los asalariados privados formales lograron, hasta comienzos de este año, una recuperación casi plena.

También hubo diferencias geográficas: el conurbano bonaerense mostró una pérdida mayor de poder adquisitivo que el interior del país, lo que coincide con los niveles más bajos de confianza en el gobierno registrados por la Universidad Torcuato Di Tella.

El trabajo compara esta trayectoria con la del inicio del gobierno de Mauricio Macri. En aquel caso, también hubo un ajuste inicial, pero más moderado. La pérdida de ingresos fue menor —equivalente a 1,2 meses— y la recuperación posterior se extendió hasta el período electoral de medio término. Durante esos dos años, el empleo formal creció 0,3 millones de puestos, mientras que con Milei se redujo en 0,5 millones.

De esa comparación, los autores concluyen que la actual administración enfrenta un deterioro más profundo y persistente, tanto en ingresos como en empleo, y con menor margen para una recomposición en la previa electoral.

Más allá de las cifras, el informe subraya el trasfondo político de estos procesos. En su hipótesis central, la “raíz del desencanto” no se produce tanto por la magnitud del ajuste sino por la sensación de que no hay salida. “La sociedad puede aceptar sacrificios si percibe que la economía mejora. Pero cuando el esfuerzo no se traduce en bienestar, se agota la paciencia colectiva”, explica el documento.

Esa desilusión, agregan los autores, puede tener consecuencias electorales decisivas: “La trayectoria en curso —caída profunda, recuperación parcial y estancamiento— es la de una sociedad que aceptó el ajuste esperando una mejora, pero al no verla vuelve al descontento”.

Los datos sectoriales muestran además una divergencia creciente entre trabajadores formales e informales, y entre regiones. En el conurbano, donde la proporción de empleo público y jubilaciones es más alta, la caída real de los ingresos fue más pronunciada, y la confianza en el gobierno descendió más de diez puntos respecto del promedio nacional. En cambio, en el interior, el impacto fue algo menor gracias al dinamismo relativo de sectores como el agro y la energía.

La pérdida de poder de compra de los ingresos formales no solo tiene implicancias sociales sino también fiscales y políticas. La merma en los aportes y contribuciones limita la recuperación de las cuentas públicas, mientras que la menor demanda interna profundiza la recesión. En este contexto, los autores advierten que “la raíz del desencanto” no es solo una figura conceptual sino una descripción empírica de un ciclo económico que se repite: ajuste, esperanza, frustración.

“El desenlace electoral —concluye el informe— dependerá de si la sociedad interpreta que la estabilización actual es un punto de partida o un callejón sin salida.” Por ahora, las encuestas de confianza y los datos de ingresos sugieren que la raíz del desencanto sigue extendiéndose.