“Analizar la historia juntas es, por encima de todo, una manifestación de esperanza: tratamos de entender de qué forma se torcieron las cosas para ser capaces de concebir una forma más potente de avanzar”, escribe Sophie Gilbert en la introducción del libro Chica contra Chica. Cómo la cultura pop enfrentó a una generación de mujeres contra sí mismas, editado por Libros del K.O. en España.
Las cosas se retorcieron, sí, señora, esa es la definición. Nosotras que gritamos “Ni Una Menos”. Nosotras que tendimos puentes de sororidad para avanzar juntas. Nosotras que peleamos (y logramos) que haya más mujeres y diversidades en los festivales de música. Nosotras que promovimos una ley de equidad en los medios. Nosotras que consagramos derechos sexuales y festejamos un amor de puertas abiertas. Nosotras que nos sentimos fuertes por estar juntas ahora vemos como las cosas se retorcieron.
Hombres que entrevistan a hombres diciendo que a las mujeres les guste que las violen es una posibilidad y, más allá de los debates sobre a quién se entreviste, hombres ocupando lugares centrales y mujeres volviendo a ocupar lugares únicos, excepcionales y exóticos.
Mujeres enfrentadas. Unas contra otras. Mujeres reaccionando a lo que no les gusta, pero no construyendo lo que sí les gusta. Mujeres quejosas sin lugar para mostrar lo que saben hacer y lo que quieren decir. Sí, Sophie, claro que sí, así se habla: las cosas se retorcieron.
Ella no conoce Argentina pero habla de la misoginia de Trump, la perdida de derechos reproductivos, el fenómeno tradwife y la violencia incel. Y acentúa que este mapa de chicos que exigen desayuno en la cama y denigran a las chicas con experiencia en la cama no nació de un repollo, sino de la cultura pop de los 90´y los dos mil con íconos como las Spice Girls y American Beauty.
“Entender los modos en que las mujeres han sido denigradas y diseccionadas en el pasado nos ayuda a identificar y neutralizar esos ataques en el presente”, presenta el libro, traducido al español por Silvia Schettin, Libros del K.O.
Sophie Gilbert es redactora de The Atlantic y escribe sobre televisión, literatura y cultura popular. Ganó el premio National Magazine Award de Reseñas y Crítica de 2024 y fue finalista del Premio Pulitzer de Crítica en 2022. En 1999 cumplió 16 años. Su educación cultural empezó con la tapa de Britney Spears, en la revista Rolling Stone, sobre una cama rosa, con un bombachón rosa, un corpiño push up, abrazada a un Teletubby. En el cine estrenaron American Beauty (Belleza Americana) sobre un hombre maduro que tiene fantasías sexuales con la mejor amiga de su hija adolescente.
“En American Beauty la fijación de Lester por una menor se vende como una crisis de mediana edad de manual, aun cuando la propia película convierte al personaje de Ángela en un centro de mesa floral sumamente erotizado”, describe el libro.
Sophie revisa: “A los dieciséis, sin embargo, yo no entendía nada de esto. Lo que sí me resultaba obvio era que el poder, para las mujeres, era de naturaleza sexual. No existía ningún otro, o ninguno que mereciese la pena tener”.
“Lo que es más importante: el tipo de poder que se fetichizaba en la cultura popular del siglo XXI no era el que se acumula con la vida, como la educación, el dinero o la experiencia profesional. Todo tenía que ver con la juventud, la atención y la disposición para ser cómplices de la broma, aunque al final nosotras resultásemos ser el chiste”.
Si llevamos los consumos culturales de Sophie a Argentina hay dos productos emblemáticos con dos resultados paradigmáticos de violencia sexual y violencia de género: Patito Feo, que empezó el 10 de abril del 2007 y llegó a ser emitida en cincuenta países, y Poné a Francella, de 2001, con el sketch “La Nena”, encarnado por Julieta Prandi.
-¿Desayunaste vos?- preguntaba el personaje del padre de familia
-No, todavía, no, ¿me das la leche?, decía la amiga de la hija.
Él volcaba el sachet de leche y sonaban las carcajadas de los reidores de la televisión.
Hay multiplicidad de razones para que una persona se convierta en víctima de violencia de género y para que su caso represente un emblema de la lucha de las mujeres contra la violencia sexual, psicológica, física y económica.
La actriz que encarnó ese papel, más allá de la pantalla, sufrió abusos en su vida personal. Se reconvirtió en una luchadora contra la violencia de género. Ese cambio de rol con el tiempo no puede dejar de ser leído como un freno a la legitimación cultural de las carcajadas contra las mujeres.
En Patito Feo las divinas se enfrentaban a las populares. La competencia femenina entre chicas era el pilar del entretenimiento. Se puede decir que si el título “Chica contra chica” tiene una referencia musical en la pegadiza letra de “Las divinas”.
“Sea como sea, aquí no entran feas/ Pa’ que lo veas, te voy a mostrar. ¡Mira esa fea, aquella otra fea /Aquí no pueden entrar!”, decían. ¿Anorexia, bulimia, trastornos alimentarios, cirugías precoces, falta de autoestima? ¿Por qué será que a las chicas se les ocurren esas cosas?
“Nadie pasa de esta esquina / Aquí mandan Las Divinas / Porque somos gasolina / Gasolina de verdad”, cerraba la canción, con coreo incluida. El final de Patito Feo no terminó con el final. El último día de la gira teatral de la serie, Thelma Fardin, a los 16 años, sufrió un abuso en Nicaragua.
En junio del 2024 la justicia condenó a Juan Darthés, que tenía 45 años en el 2009. La sentencia fue confirmada el 20 de marzo del 2024 por el Tribunal Federal de Segunda Instancia de San Pablo. Un programa de televisión no condiciona a sus actores ni la ficción se lleva, literalmente, a la realidad.
Sin embargo, Thelma Fardin cambio la historia de la violencia sexual en Argentina, las condiciones en las que se filman (ahora hay coordinadoras de intimidad para que cada gesto y cada decisión esté consensuada) y representó un punto de inflexión en la tolerancia en el abuso y un final para la impunidad.
Sophie no lo sabe, pero el Chica contra Chica tiene en Thelma Fardin y Julieta Prandi dos íconos por la lucha por la justicia contra la violencia de género y sexual que participaron de esos programas y que, más allá, de los guiones preasignados pudieron ponerle voz a su propia vida y generar eco en las demás mujeres, jóvenes y niñas.
Ella hace un recuento de lo que paso a partir de 2016 con la derrota de Hillary Clinton en un país en el que, hasta ahora, ninguna mujer logró llegar a la presidencia. Y un misógino, en cambio, sí y dos veces. En Argentina la historia se cuenta a partir de 2015 y de Ni Una Menos.
En el norte, lo que escriben se lee en el sur. Pero, lamentablemente, las voces del sur no llegan o, apenas, se conocen. De todos modos, para retomar su cronología, ella habla del #Me Too, en 2017, y del posterior surgimiento de la machosfera, con el icónico Andrew Tate, que surgió de Gran Hermano, mientras era investigado por violación, en Rumania y se refugió en Estados Unidos.
Coincidió con el alza del movimiento body positive y el posterior reemplazo de los pinchazos para estar flaca cueste lo que cueste. Sin embargo, el principio del fin fue, el 24 de junio de 2022, la anulación de la sentencia Roe vs. Wade que, en 1973, había permitido la legalidad del aborto en Estados Unidos.
“Quise escribir este libro porque me quedé realmente atónita por la revocación de Roe contra Wade, en 2022 y por la confirmación tácita de que el progreso de las mujeres no es ni será nunca lineal”, cerró el libro Sophie. “Pero sigo creyendo que si comprendemos todas las formas en que las mujeres han sido menoscabadas y derribadas en el pasado reciente podemos identificar y desactivar esos mismos ataques en el presente”, reafirmó.
La autora se pregunta: “¿Por qué se nos persuadió tan fácilmente de nuestra insuficiencia? ¿Quién marcaba la pauta? ¿Por qué durante décadas e incluso ahora, prácticamente, todos los productos culturales se han orientado con tanta insistencia hacia el placer y el deseo masculino?“.
Y responde a la desazón frente a la vuelta al delantal de cocina y la complacencia fingida: “En los momentos en que me irritan las tendencias arcaicas a las que se les da un giro moderno- tradwifes, bimbo chic (una mujer atractiva y poco inteligente), novias que se quedan en casa, influencers de doce años hablando del cuidado de la piel-, me consuela recordar que las mujeres tienen un lenguaje y un escepticismo nuevo”. “Creo profundamente que el arte puede darle la vuelta a lo que alguna vez hemos pensado -subraya-. El tipo de desaprendizaje en el que el cambio es necesario y pueden comenzar historias totalmente nuevas”.